A las 3:30 de la madrugada finalizaron mis doce horas. A los auxiliares no se les pagaban las horas extras, te pagaban horario standard y se te consideraba como empleado suplente temporal.
Puse el despertador para llegar al almacén de arte a las 8 de la mañana.
—¿Qué te pasó, Hank? Pensamos que habías tenido quizá un accidente de coche. Te estuvimos esperando todo el día.
—Me despido.
—¿Que te despides?
—Sí, no se le puede culpar a un hombre por querer prosperar.
Entré en la oficina y recogí mi cheque. Estaba de vuelta en la Oficina de Correos.