Una tarde me encontré a un viejo borracho en la calle. Solía conocerle de los tiempos con Betty, cuando nos recorríamos los bares. Me dijo que ahora era empleado de Correos y que no daba golpe.
Fue una de las mentiras mes gordas del siglo. He estado buscando a ese tipo durante años, pero me temo que alguien lo debió cazar antes.
Así que allí estaba haciendo de nuevo el examen de servicio civil. Sólo que esta vez puse en el papel oficinista en vez de cartero…
Para cuando me llamaron a presentarme en las ceremonias de juramento, Freddy había dejado de silbar La vuelta al mundo en ochenta días, pero yo andaba obcecado detrás de aquel trabajo cómodo con el Tío Sam.
Le dije a Freddy:
—Tengo que resolver un pequeño asunto, así que puede que me tome una hora u hora y media para el almuerzo.
—Muy bien, Hank.
Poco sabía lo largo que iba a ser aquel almuerzo.