Mientras tanto, la vida siguió. Tuve una larga racha de suerte en el hipódromo.
Empecé a sentirme seguro. Ibas cada día a por un pequeño beneficio, entre 15 y 40 pavos. No pedías demasiado. Si no ganabas pronto, apostabas un poco más, lo suficiente para que si el caballo entraba, sacaras un margen de beneficio. Volvía día tras día, siempre con ganancias, enseñándole el pulgar levantado a Betty al llegar con el coche.
Entonces Betty consiguió un trabajo de mecanógrafa, y cuando una tía con la que vives consigue un trabajo, notas la diferencia. Seguíamos bebiendo toda la noche y ella se iba por la mañana antes que yo. Ahora sabía lo que es bueno. Yo me levantaba hacia las diez y media de la mañana, me tomaba una sosegada taza de café y un par de huevos, jugaba con el perro, flirteaba con la joven es posa de un mecánico que vivía en la parte de atrás, hacía amistad con una bailarina de striptease que vivía enfrente y cosas así. Me iba al hipódromo a la una de la tarde, luego volvía con mis ganancias y salía con el perro hasta la parada del autobús, a esperar a que Betty volviese. Era una buena vida.
Entonces, una noche, Betty, mi amor, me lo soltó, después de la primera copa:
—¡Hank, ya no puedo soportarlo!
—¿El qué no puedes soportar, nena?
—La situación.
—¿Qué situación, nena?
—El que yo trabaje y tú hagas el holgazán. Todos los vecinos piensan que yo te mantengo.
—Coño, antes yo trabajaba y tú holgazaneabas.
—Es diferente. Tú eres un hombre, yo una mujer.
—Oh, no sabía eso. Creía que las perras como tú andabais siempre pidiendo a gritos la igualdad de derechos.
—Te crees que no sé lo que está pasando con esa bolita de manteca que vive allí atrás, paseándose por delante tuyo con las tetas colgando… con las tetas fuera…
—¿Las tetas fuera?
—¡Sí, sus TETAS! ¡Esas grandes tetas de vaca!
—Uhmm… Es verdad que son bastante grandes.
—¡Vaya! ¡Lo ves!
—¿Qué carajos pasa?
—Tengo amigas por aquí. ¡Ellas me cuentan lo que está pasando!
—Ésas no son amigas. Sólo son cotorras chismosas.
—¿Y esa puta de enfrente que se hace pasar por bailarina?
—¿Es una puta?
—Se follaría cualquier cosa con una polla.
—Te has vuelto loca.
—Sólo quiero que la gente no piense que te estoy manteniendo. Todos los vecinos…
—¡Que se jodan los vecinos! ¿A quién le importa lo que piensen? Nunca antes nos han preocupado. Aparte, yo pago el alquiler, yo pago la comida, lo gano en las carreras. Tu dinero es tuyo. Nunca lo has tenido mejor.
—No, Hank, se acabó. ¡No puedo soportarlo!
Me levanté y me acerqué a ella.
—Bueno, vamos, nena, lo único que pasa es que esta noche estés un poco irascible.
Traté de abrazarle. Ella me rechazó.
—¡Está bien, a la mierda! —dije.
Volví a mi sillón, acabé mi bebida y me serví otra.
—Se acabó —dijo ella—, no voy a dormir contigo ni una noche más.
—Está bien. Guárdate el coño. No es tan fantástico.
—¿Quieres quedarte con la casa o prefieres mudarte? —me preguntó.
—Quédate con la casa.
—¿Y el perro?
—Quédate con el perro —dije.
—Te va a echar de menos.
—Me alegro de que alguien vaya a echarme de menos. Me levanté, me fui al coche y alquilé el primer sitio que vi con un anuncio. Me mudé aquella noche.
Había perdido ya 3 mujeres y un perro.