20

—Laura…

Se lo propongo primero a Laura, porque me digo que esta es mi venganza contra ella. Debo castigarla por apropiación indebida de mi pene en el espejo. No me hago mucho caso. Me río de mí mismo. Hace tiempo que no carburo como es debido. Mi argumentación no se sostiene por ninguna parte: no fue Laura quien se apropió de mi virilidad en el espejo. Laura se limitó a hacer lo que yo le pedía. Después gozó, sí. ¿O no gozó? No sé, no me acuerdo, me confundo. Fue la otra, ella, mi señora Linde, quien se inventó lo del espejo donde yo no me reflejaba. Pero da igual. Estoy ofuscado. En mi razonamiento no interviene para nada el concepto de suicidio ni de auto–destrucción. Eso demuestra lo ofuscado que estoy.

—Laura… —He estado pensando detenidamente lo que debía decirle—. Me parece que sería una estupidez que nos separásemos. Lo único que se interpone entre nosotros, en todo caso, son algunas fantasías sexuales, algunas travesuras extramaritales. Pero eso existe desde mucho antes de que nos casáramos, las hemos estado tolerando durante años y años para que ahora les demos tanta importancia. No seamos hipócritas: yo sabía que tú tenías líos por ahí, y tú sabías que yo los tenía por mi lado. Y qué. El otro día, con toda aquella salsa verde de las gambas… Y el otro, con el espejo… —Nos reímos. Ella está visiblemente emocionada. Al borde de las lágrimas. No quiere separarse de mí. Cree que la necesito, que sin ella navegaré sin rumbo y zozobraré. Me permito cogerle una mano—… Esas cosas las aprendí fuera de casa, pero las disfruté contigo. Las disfruté más contigo que en ninguna otra parte. Aprendemos fuera y nos ejercitamos aquí. No es mala idea. Incluso, a veces, pienso que nuestras aventuras por ahí nos han ayudado a permanecer juntos y felices todos estos años, sí, relativamente felices, razonablemente felices.

—Bueno, suéltalo. —Se le escapa la sonrisa, la domina la euforia.

—Qué.

—Que lo sueltes. Lo que quieres pedirme.

—Sí, quería pedirte algo. Una pequeña perversión. Un experimento. Podría ser excitante. Todavía no lo hemos hecho nunca…

—¿El qué?

—Tú y otra mujer. Y yo miro. E intervengo. Os excitáis mutuamente…

Recupera la seriedad. Frunce el ceño tratando de conservar el buen humor. Desvía la vista.

—¿Lo has hecho ya alguna vez? —pregunto, cauteloso, después de una pausa.

—Y, luego, tú y un hombre —replica con esa mala leche irreprimible que la caracteriza incluso en los mejores momentos—. Os excitáis mutuamente. Y yo miro.

—No. Eso ni hablar.

—Ah. Yo sí y tú no.

—Yo no podría.

—¿Y por qué piensas que yo sí podría?

—Bueno, yo te estoy pidiendo un capricho. Sin contrapartidas. Puedes negármelo, si quieres. Pero, vamos, se comprende fácilmente. He visto casos… y tú también habrás visto…

—¿Yo?

—Vamos. En las fiestas de Jimmy Porter había de todo.

—¿Estuviste en alguna?

—Por el amor de Dios, Laura, y tú también. Y no me extrañaría que te hubieras liado con alguna chica. Allí era muy fácil y corriente que las chicas se enrollaran con chicas, era lo normal. Se enroscaban con sus piernas largas, se metían la lengua o el dedo, jugaban con consoladores. Pero los tíos no lo hacían. Si te fijaste, los tíos que había allí se dedicaban a las tías, dos con una, tres con una, pero procurando no tocarse un pelo entre ellos.

—Porque sois unos reprimidos.

—Por lo que sea. Y, en las revistas porno que no sean gays, verás a tías con tías, pero no verás nunca a tíos dándose por el culo. Por lo que sea, pero mariconadas no. Yo, al menos, no estoy dispuesto.

—No conocía tu homofobia. No es normal en tu ambiente.

—No es homofobia y ahora no quiero hablar del tema. O sea, que la condición es esa. Tú te lo montas con otra mujer, pero no me pidas nada a cambio. O sea, que tú verás. Qué me dices.

—¿Con esa morena que hace de señora Linde?

—No. No. Estás equivocada, Laura. Yo no estoy liado con la señora Linde. Permití que lo entendieras así no sé por qué, porque me parecía interesante, excitante, pero no tengo nada que ver con ella. Es con otra.

—¿Con quién?

—No importa con quién. Con una tía buena. Grandes tetas. ¿Qué te parece? Si lo experimentamos todo juntos, permaneceremos juntos.

Laura haría cualquier cosa por que continuáramos juntos.