Mi más sincero agradecimiento a Federico Várese, profesor de criminología de la Universidad de Oxford y autor de obras fundamentales sobre la mafia rusa, por sus consejos creativos y siempre pacientes; a Bérengére Rieu, que me llevó a los bastidores del estadio de Roland Garros; a Eric Deblicker, que me enseñó los interiores de un club de tenis exclusivo en el Bois de Boulogne no muy distinto de mi Club des Rois; a Buzz Berger, por corregir mis golpes de tenis; a Anne Freyer, mi sabia y fiel editora francesa; a Chris Bryans, por su información sobre el mercado de valores de Mumbai. Doy las gracias también a Charles Lucas y John Rolley, honrados banqueros, quienes deportivamente me hablaron de las prácticas de otros miembros de su profesión menos escrupulosos; a Ruth Halter-Schmid, que me evitó muchos desvíos equivocados en mi viaje por Suiza; a Urs von Almen, por guiarme por los caminos más silvestres del Oberland bernés; al estimable Urs Bührer, director del hotel Bellevue Palace en Berna, por permitirme escenificar el bochornoso episodio en su establecimiento incomparable; y a Vicki Phillips, mi valiosísima secretaria, por añadir la lectura de pruebas a sus numerosas aptitudes.
Y a mi amigo Al Alvarez, el más generoso y perspicaz de los lectores, mi homenaje.
JOHN LE CARRÉ, 2010