Capítulo 22

Finn recibió a Owen en su choza. Uno de sus hombres le había informado que tenía noticias importantes sobre un prisionero llamado Gilian. Mientras esperaba, pensaba en el modo de terminar con la relación de Isea y con él. Sabía que Cathbad le había pedido que lo vigilara y que lo protegiera porque era importante para el valle. Pero lo único que pensaba Finn era en acabar con él.

Cuando entró Owen en su choza Finn le indicó que hablase.

—Tengo una información muy valiosa para ti. —Owen parecía nervioso y se tocaba las manos sin parar.

—Adelante, di lo que sabes.

—El prisionero Gilian intentará fugarse hoy mismo del valle, llevándose a sus hijos y a su mujer, que aunque lo ignoráis, están prisioneros en el valle.

—¡No te preocupes por lo que ignoro o no del valle y sigue! —Finn sabía de sobra esa información, pero estaba nervioso por saber lo que le contaría Owen.

—Además también se fugaran cuatro prisioneros más entre mujeres y hombres.

—¿Cómo sabes eso? —Finn miraba fijamente a Owen el cual estaba cada vez más nervioso.

—Porque uno de los prisioneros soy yo.

—¿Por qué me cuentas esto a mí? ¿Qué ganas tú?

—No quiero irme del valle. Vivo muy bien aquí. No tengo nada fuera. Sólo deseo ayudaros y que en virtud de los servicios prestados, me dejéis quedarme con el puesto de Albert y controlar el campamento de los hombres. —Owen esperaba nervioso la reacción de Finn.

—Está bien, lo pensaré. Mientras tanto quiero que sigas como si no me hubieras informado. Haz todo lo que te digan ellos y luego ven a contármelo. Los estaré esperando para darles una sorpresa —los dos hombres se miraron y sonrieron.

Albert tenía más libertad que el resto para andar por el valle y no ser vigilado. Gilian no quería dejar nada al azar y estaba haciendo su trabajo por si Isea no confiaba plenamente en él y lo vigilaba. No quería dar ninguna pista sobre sus planes.

Isea estaba preparándose para el gran día. Estaría ocupada con los preparativos y al atardecer se dirigiría a la cueva. Cuando ella regresase de ver a Laudine, empezaría el ritual.

Gilian quería aprovechar el momento en que Isea fuese a la cueva para empezar la huida. El resto de sacerdotes, contando con la que cuidaba a sus hijos, estarían ocupados con los preparativos, según le había relatado Isea.

Los niños estarían vigilados por una mujer de la aldea, hasta que empezase el ritual. Después a Isea se le había ocurrido, la genial idea de llevarles al momento del sacrificio para que rompiesen todos los lazos con la madre. ¡Vaya idea! Pensaba Gilian.

Todos los habitantes del valle tenían una actividad frenética ya que era un día muy importante para ellos. Incluso los guerreros parecían estar ocupados moviéndose de aquí para allá. Gilian pensaba que era lo mejor para sus planes de fuga, cuanto más confusión y desorden hubiese, menos se percatarían de su marcha.

Habían decidido que Albert y Gilian fuesen solos a por los niños. Tenían margen hasta el atardecer. A partir de ahí todos deberían estar listos en la entrada de la aldea escondidos en la maleza. Aunque Marian quería ir a rescatar a sus hijos, Gilian le pidió que esperase con el resto en el lugar acordado, pues sería más seguro.

Gilian se había despedido de Isea y habían acordado verse cuando ella llegase de la cueva. Isea había escogido para la ocasión, una túnica blanca con adornos en oro, tal como debía ir una Gran Sacerdotisa.

Artaios, Elvia y Bran debían tener todo listo para la ceremonia. Todos iban vestidos con sus túnicas blancas. Artaios debía preparar el elixir para Isea antes de que partiese.

A Artaios no le gustaba el comportamiento de Isea, pero Cathbad siempre le había pedido que tuviese paciencia. Su intuición le decía que Isea llevaría el valle al caos y a la destrucción.

Cathbad estaba ciego por el cariño que le procesaba a Isea. Para él, era como una hija y esto, nublaba su juicio. Para Artaios era diferente, veía cada paso en falso que ella daba. Isea se creía inmune a todas las normas a seguir. Había visto como su egoísmo y su egocentrismo le habían llevado a comportarse como un monstruo.

Sabía que debía acatar la voluntad de Cathbad, pero aún así, se le hacía muy difícil no reprender a Isea cada vez que la veía actuar como a una niña mal criada.

Después del almuerzo, que Isea había compartido con ellos, se despidió para iniciar el ritual. Sólo Artaios, como segundo de Isea, sabía a donde se dirigía o eso creían ellos, y le deseó suerte de corazón. Aunque no estaba de acuerdo con su comportamiento, en el fondo la apreciaba por todos los años que habían compartido.

Isea se encaminó hacía la cueva. Estaba más nerviosa de lo que ella esperaba, ya que había anhelado en secreto ese momento desde hacía mucho tiempo y al fin había llegado. Por el camino iba imaginándose su vida a partir de ese día. Tendría lo que toda mujer podría desear.

Gilian, Albert y Owen estaban escondidos detrás de la cabaña en el campamento de los niños. En el último momento Owen les había convencido para que le dejaran unirse a ellos en el rescate de los niños.

El campamento de los niños sólo tenía una construcción, aunque esta era más parecida a lo que estaba acostumbrado Gilian a ver, que las chozas redondas donde habitaban las personas del Valle. Debía haber sido construido por algunos prisioneros.

La mujer estaba fuera cogiendo algo de leña y los niños debían estar dentro reposando la comida.

Gilian hizo un gesto a Albert para que apareciera por delante y así entretener a la mujer. Cuando ella vio a Albert se incorporó.

—¿Qué es lo que quieres? —gritó la mujer—. Tú no debes entrar aquí.

Fue todo lo que le dio tiempo a decir. Gilian la agarró por detrás, la tapó la boca y esperó a que Albert la atara y amordazara. En un instante estaban todos delante de la puerta de la cabaña.

Justo antes de que pudieran abrirla, esta se abrió de par en par. Allí frente a ellos se encontraba Finn. Antes de que se dieran cuenta Finn había lanzado un cuchillo y se lo había clavado a Owen en el cuello. Owen se balanceo sin respiración y cayó de rodillas en el suelo. La sangre salía a borbotones de la herida. Intentó quitarse el puñal, pero terminó deslizándose hasta el suelo. Gilian y Albert se habían quedado paralizados mirando a Finn. Gilian hizo ademán de ir a por él.

—Esperar —Finn levantó las manos en señal de tranquilidad—. No os voy a atacar. No estoy aquí para deteneros. Owen os ha traicionado, vino a mí para contármelo todo y así poder obtener beneficios en el valle. Él no quería irse de aquí.

—Sucio perro —Albert estaba furioso. No podía imaginar que le hubiese vendido después de todo el tiempo que llevaban juntos.

—Me contó todos vuestros planes y os voy a ayudar a fugaros.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Gilian sorprendido.

—Sé que no es lo adecuado para la seguridad del valle, pero me arriesgaré de todos modos. Quiero que salgáis de mi vida y de la de Isea y la única manera que hay para que ella no te busque y yo no tenga represalias por matarte, es decirla que has conseguido huir con tu familia.

—¿Tú crees que ella no vendrá detrás de mí para vengarse? —Gilian sonrió sarcásticamente—. Sabes de sobra que es muy vengativa. No consentirá que me haya ido.

—Tú no te preocupes por eso, yo me encargaré de convencerla para que vea lo que es mejor para el valle. Le diré que he mandado una partida para cazaros y que no tardarán en deteneros —dijo Finn.

—Gracias —le dijo Gilian tendiendo el brazo hacia él.

—No me des las gracias —le dijo Finn secamente—. No lo hago por ti. Lo hago para que Isea vuelva conmigo.

—Seguidme, os he conseguido armas.

Cuando entraron en la casa vio a sus hijos en un rincón agachados y temblando de miedo. Cuando vieron a su padre los dos saltaron hacia él con los brazos abiertos y llorando de alegría. Gilian no podía contener las lágrimas. Abrazó a los dos y empezó a acariciarles la cabeza.

—Tranquilos, ya estoy con vosotros. No os pasará nada. Voy a sacaros de aquí —Gilian intentó que no lo vieran llorar para no asustarlos.

—Te hemos echado de menos papá ¿Dónde está mamá? Quiero ir con ella —le dijo su hija llorando.

—Ahora tenéis que hacer todo lo que os diga. Vamos a ir a buscar a mamá. No nos pueden descubrir. Deberéis ir lo más silenciosos que podáis.

Finn tocó el hombro de Gilian.

—Debemos irnos de aquí. Os llevaré por un lugar seguro hasta donde están los demás. Dejad a la mujer aquí dentro. Para cuando la encuentren será demasiado tarde —Finn se encargaría de ella en otro momento. Tenía que darse prisa, cuando terminase con todo, todavía le quedaba hacer lo más importante. Ocuparse de Isea, sabía que ella no se esperaría la sorpresa.

Gilian, Albert y los niños siguieron a Finn hacia donde los estaba guiando. Tenían que recoger al resto e irse hacia la salida del valle antes de que los descubrieran.