O salgo a la calle, en el día quieto, y el presente es una hoja nueva de árbol, con sol frío, y el día resplandece, pero el dolor arde en su centro, duele en su entraña. Hoja tierna del cielo, presagio de primavera, hielo alegre del domingo, vida mortal y rosa. Es el frescor germinal de una historia, el viento matinal que todavía busca algo por el mundo, y que luego, a la tarde, cansado y vencido, ya no buscará.
Como yo mismo, luego, a la tarde, o en el anochecer puro y lúcido, hablo solo por la calle, converso en voz alta con mi vida, voy y vengo, digo cosas, y el que habla desde mí no es el yo convencional de todos los días, sino que en ese diálogo de loco aflora un golfo malhablado que llevo dentro, canta un paria, se libera el callejeador anónimo, dice tacos, blasfemias, juramentos, ríe y llora, escupe.
No hablar solo para decir sentenciosas verdades, sino para sacar a pasear al pobre patán, al loco que uno es, al chico que voceaba su miedo y su rabia en los anocheceres lóbregos de la infancia. Mis «multitudes interiores» hablan en mí, se quitan la palabra, y luego vuelvo a casa, liberado y silencioso, como si hubiera dejado atrás a toda esa turba callejera que soy yo mismo, en lo más hondo.
Hablar solo, con palabras gordas y elementales, sacar afuera trozos de mis ruinas interiores, pasear en la mano un feldespato de subconsciente, vocablos mineralizados y trozos de madera verbal. Raíces y musgos. Bandas de golfos, gritones callejeros afloran en mí cuando hablo solo. Y no lo hago porque espere hablar a Dios un día, ni porque diga Dios, que siempre está callado, ni por buscar a Dios entre la niebla. Lo hago como abriendo desvanes, aireando baúles, dejando correr todo ese légamo de obscenidades y rencores que es la propia vida. Hablar solo, silbar, cantar, llorar, por las calles negras de una ciudad, a primera hora de la noche. Una cosa que he hecho muchas veces en mi vida. Un paria con las manos en los bolsillos y los bolsillos vacíos. No una soledad metafísica, sino el paseo que se da el barrio alrededor de sí mismo. Y otra vez a casa.