QUÉ hoguera de sol, el mediodía, qué domingo de humo y aviones. Mi hijo, por entre las fogatas blancas del otoño, con un pito, una chifla, un globo, algo, pasando veladuras de humo, bloques de cielo, multitudes sentadas a comer, una gloria de carne quemada y un techo de aviones de plata y velocidad. Qué domingo de noviembre, claro y frío, por los pueblos en fiesta, por los merenderos en llamas, viendo al niño marchar, inmortal por un momento, rubio de mediodía, ciego de luz, a través del campo, del agua, del humo, del aire, del mundo.

Fuimos felices, un momento, los tres, en la nube gorda y grande de la carne quemada, en la fogarada densa del domingo.