Agradecimientos

Me ha llevado largo tiempo escribir este libro. Hay muchas personas a las que dar las gracias y a las que reconocer no sólo su aliento, sino su amistad. No soy un experto en amistad, no tengo grandes dotes sociales, y ésta es una ocasión para llegar a algunas de las personas importantes en mi vida, especialmente aquellas que han desempeñado algún papel en este libro. Si no apareces mencionado y crees que deberías, házmelo saber. Me gusta que me recuerden quiénes son mis auténticos amigos.

En primer lugar, quiero dar las gracias a mi agente, Ed Victor, quien me ayudó a sortear grandes apuros y con quien ha sido un gozo trabajar. También estoy muy agradecido a Carole Tonkinson y su equipo de Harper Collins en Reino Unido, incluido el intrépido Simon Gerratt, que se encargó de la coordinación de todo el material. Su entusiasmo y respaldo desde los comienzos me han permitido seguir avanzando cuando ya me abrumaban las páginas en blanco. Jonathan Burnham, de Harper Collins en EE. UU., se ha mostrado franco y meticuloso, concienciándome de que el libro no sólo debía ser entretenido, sino convincente. Mi editor más inmediato en EE. UU., David Hirshey, y su asistente Barry Harbaugh, mantuvieron provechosas sesiones de intercambio de ideas que me recordaron mis días como editor. Trabajar con palabras impresas suele llevar a buenas conversaciones; palabras que generan palabras. Mi primer editor cuando empecé fue Robert McCrum, y sigo aún agradecido al director editorial de Little, Brown, Michael Pietsch, por creer en mí en 1995, así como por permitirme abandonar durante un par de años, cuando se me hacía muy cuesta arriba.

Mi asistente personal, Nicola Joss, ha prestado un servicio impagable a este proyecto al crear un archivo cronológico en cajas al que he podido acceder a mi antojo. Mi antiguo amigo y ayudante Paul Bonnick ha sido igualmente esencial, al ayudar a organizar sistemas de almacenaje y de estanterías, y transportando cuantioso material de un lado para otro; de hecho, buena parte de mi personal ha trabajado incontables horas para ayudarme con este libro a lo largo del último año. Sin embargo, al igual que Ed Victor, Nicola y Paul llevan trabajando conmigo y asistiéndome los últimos diecisiete años.

Mi primer administrador del portal web, Matt Kent, vino a mi rescate para reunir, fechar y acreditar las fotografías, y puedo decir que no hay nadie mejor para el trabajo. Sus propias fotografías son una maravilla y, además, es el albacea de la historia de los Who.

Martin Noble, otro estimado colega judío, me ha auxiliado como editor aquí en el Reino Unido, y ha logrado conectar fantásticamente con todos los interesados. Ha sido como un auténtico ángel al mando de un séptimo de caballería para librar la batalla de convertir un manuscrito de mil páginas en otro más manejable de quinientas. Ha trabajado como un esclavo, hasta dieciocho horas al día en ocasiones. Me preocupan su salud y su matrimonio, pero si su mujer lo quiere tanto como yo, no tendrá problemas para que le prepare la sopa de pollo que tanto merece. En caso contrario, ya se la preparo yo. Martin, hagámonos esa foto juntos.

Roger Daltrey ha estado adorable en su preocupación por este libro: deseaba ante todo protegerme de mí mismo y de mi bocaza. Espero que no le importe que haya aportado mi versión de la historia de los Who. Es uno de los hombres más importantes de mi vida, y sin duda el más importante de mi carrera. Espero que un día escriba su propia historia. Entre tanto, tiene que cantar las historias que escribo para él. Nadie lo hace mejor.

Otro hombre querido y de importancia crucial en mi vida es nuestro mánager superviviente Chris Stamp, que se halla muy enfermo en el momento de escribir esto. En los primeros tiempos que aparecen retratados en este libro no recibe muy buena prensa por mi parte, pero en los últimos veinticinco años, lejos de los asuntos de los Who, hemos compartido el mundo de la edición musical como grandes amigos. Chris es una personalidad radiante y espiritual. Actualmente es especialista en psicodrama como terapia. Puedo decir que yo he aprendido observando cómo Chris aprende. A estos días confusos en que vamos envejeciendo suele llamarlos «salsa de carne».

Mi abogado John Cohen merece más de una mención. Más que un asistente legal, es un amigo y aliado, y ha sido a la vez un mentor y protector.

Mientras preparaba este libro, necesité de tiempo y espacio, los bienes más caros, algo que mi contable y buen amigo Richard Rosenberg me ayudó a solventar. Ante la dolorosa ausencia de Nick Goderson, ha hecho que lo imposible pareciera posible. De hecho, ya tenemos libro, de modo que lo consiguió.

Mi mánager Bill Curbishley es uno de los protagonistas del libro, y su amistad y lealtad para con Roger y conmigo han sido preciosas e impagables (aunque haya que calcular el modo de pagarle cada vez que trabajamos juntos). No puedo imaginar mi vida ni mi carrera sin él. Su exmujer Jackie, que fue mi mánager cuando me desenvolví en solitario, ahora vive felizmente en las Bahamas. El socio de Bill, Robert Rosenberg, es menos conocido fuera del negocio musical, pero es otro hombre de importancia vital en mi vida. Con su respaldo y el de su equipo he conseguido encontrar el tiempo para completar este libro.

Muchos amigos llegaron y otros se fueron. La última vez que supe de Jimpy seguía vivito y coleando, y había sido abuelo bastante antes que yo. Barney está bien, vive con Nikki (antigua maestra de la escuela infantil de mi hijo Joseph), y recientemente nos reunimos con Jack Lyons para departir sobre el universo mod de cara a un documental de Quadrophenia para la BBC. Lisa Marsh está casada y tiene hijos, publicó un libro (sobre Calvin Klein) y sigue trabajando como periodista en la industria de la moda. Louise Reay tuvo varias hijas hermosas y sigue montando a caballo. Jackie Vickers está casada con Reg Meuross y vive en Somerset. Reg es un talentoso músico de folk, del que soy un gran fan. Tienen dos hijos preciosos.

Yo tengo tres ahijados, Benedict —el hijo de Bob Pridden—, que trabaja en el sector inmobiliario en Yorkshire; Claire Forlani (la actriz de Hollywood), casada con el actor Dougray Scott, y el hermano de Claire Christian, que se dedica a la aventura.

Chris Chappel y Helen Wilkins aparecen en la historia; han sido fundamentales para mi carrera y para varias fiestas donde lo pasamos en grande. Carrie Cooke y Paul Curran trabajan ahora conmigo, y han sido pilares básicos para apuntalar este libro, a la vez que se ocuparán de que siga presente en las librerías.

Quiero también dar las gracias a los dos grandes productores musicales de mi vida, Chris Thomas y Glyn Johns.

Bob Pridden, el hombre de sonido de los Who desde 1967, ha sido mi mayor apoyo, en los buenos y malos tiempos, en la carretera, en el estudio y durante mis experimentaciones más temerarias. Ha sido también el miembro más educado de nuestro asilo itinerante; siempre un caballero, sobre todo con los pantalones puestos.

Alan Rogan me ha asistido como técnico de guitarra, incondicional amigo y auxiliar desde 1975. Nadie ha hecho más para ayudarme a progresar como guitarrista; me ha procurado instrumentos maravillosos que jamás pensé que iba a necesitar, y sin los cuales ya no puedo vivir.

Mike Shaw se recuperó del accidente de coche, y recobró parcialmente el uso de las manos; fue también uno de los bobos que trabajó en Track Records en su apogeo con Jimi Hendrix. Más tarde, se implicó en muchos proyectos especiales con los Who y otros artistas vinculados a Track. Actualmente vive en St. Austell, frente al mar bravío de Cornualles.

Dos personas a las que puede sorprender saber de mí por el libro son Lord Matthew Evans, mi antiguo jefe en Faber & Faber, y Lord Melvyn Bragg, quien me encargó escribir mi primera auténtica obra (que lamentablemente jamás se filmó). Ambos me ayudaron recientemente a creer que podía hacer este libro, y a que funcionara en varios sentidos.

Quiero dar las gracias a mi médico, Adrian Whiteson. Actualmente tengo buena salud, pero Adrian ha sido algo más que un médico para mí; ha sido un amigo y un guía para mis obras benéficas, encaminándome (así como a Roger) por uno de los grandes desafíos que hemos encarado juntos, al permitirme ayudarle a luchar contra el cáncer, especialmente en la más injusta de sus manifestaciones: el cáncer juvenil.

Mis dos hermanos, Paul y Simon, ya tienen familia. Paul y su esposa Sandy tienen a Jessie y a Jacob. Simon y Janie tienen a Ben (casado recientemente), Josh y Hannah. Siguen viviendo en el hogar Townshend de Ealing. Paul es un pintor y decorador escrupuloso, y ahí despliega su temperamento artístico. Simon es músico, con una carrera en solitario, a la vez que sale de gira con los Who.

La tía Trilby murió hace muchos años. Ella fue mi ángel creativo.

El adorable vendaval de mi madre Betty se apagó el año pasado. Estuvimos todos junto a su lecho. Mientras expiraba, todos nos preguntamos cómo se las iba a arreglar para causar estragos en el otro mundo. Algunos de mis sobrinos y sobrinas siguen convencidos de que les deja monedas en los zapatos, algo que hacía a menudo cuando éramos niños. Peniques del cielo.

La hermana de mi exesposa Karen, Virginia Astley, sigue dedicándose a la música, al tiempo que trabaja en un libro sobre el Támesis. Su hija Florence también es músico, toca el piano y el arpa.

Los dos hermanos de Karen siguen siendo mis amigos. Gareth es un buen marino, como su hermano mayor Jon, que ha trabajado estrechamente con los Who desde 1976. Los tres hemos navegado juntos en grandes aventuras.

La madre de Karen, Hazel, quien me enseñó cómo pasar apropiadamente un domingo en la campiña inglesa, sigue viviendo en Goring-on-Thames, donde mezclamos Quadrophenia junto al Támesis reluciente. El gran compositor Edwin Astley, Ted, el padre de Karen, es recordado aquí con cariño: me tomó en serio como compositor.

Mi hija Emma vive en Ealing, y escribe una columna de jardinería para la revista Independent on Sunday. Escribió un libro acerca de los perros de Darwin, pero ya no se dedica a la música profesionalmente. Me ha dado el único nieto hasta la fecha, Kester, que tiene dos años, y ya parece entusiasmarse con los barcos. Así ya tengo excusa para parafrasear aquella frase de Tiburón: «Necesitamos un barco más grande». Su compañero William es diseñador gráfico y trabaja en el mundo de la edición. Aminta, que preservó su don para las lenguas, trabaja en medios de comunicación, ahora mismo para una empresa de organización de eventos a través de internet. Mi hijo Joseph está en el Saint Martins College of Arts and Design, y me alegra poder decir que nos vemos a menudo. Rebosa de ideas estimulantes y les dedica todo su empeño. Vive cerca de Kennington Oval.

Esto me lleva hasta los que son mis mayores valedores y aliados: mis fans y los fans de los Who. Gracias a todos por facilitarme una ocupación diaria, y por no despacharme cuando no me presenté al trabajo. Habéis sido el mejor jefe que pueda tener nadie.

A aquellos que ya no estáis —Kit Lambert, Keith Moon, John Entwistle, Ronnie Lane, Brian Jones, David Platz, Keith Grant. Ahmet Ertegun, Ken Russell, Bill Graham, Nick Goderson, Denny, Trilby, Horry, Dot, mamá, papá, tío Jack, Jenny, Robin, Delia DeLeon, Ivy Duce, Meher Baba, Adi K. Irani y el tipo que me sopló los cincuenta mil dólares—, ya tengo ganas de volver a veros donde sea que estéis.

Por fin, debo dar las gracias a mi compañera Rachel Fuller. Llevamos juntos quince años, y puedo decir que fue una corazonada romántica que me vino de perlas. Hermosa, divertida, sexy, talentosa y alocada, Rachel ha enriquecido estos años que Chris Stamp denomina «salsa de carne» hasta tal punto que algunos cínicos, resueltos a combinar metáforas, me ven como el gato que se zampó la nata. Rachel toca Chopin como Chopin, y canta igual que Baez como si yo fuera Dylan. Rachel y yo hemos escrito canciones juntos, de modo que con ella rompí por fin el maleficio. No tenemos hijos, para mí ya es algo tarde, pero Rachel los ha suplido con siete perros: Flash, Wistle, Spud, Harry, Barney, Cracker y Skrapovski (un Terrier ruso que vive en Cannes).