El 19 de mayo de 2005, día de mi cumpleaños, Jerry Hall me regaló un Yorkshire Terrier al que llamé Wistle por John Entwistle y su perro Scruffy, que había sido testigo de nuestros primeros ensayos en su casa de Acton cuando teníamos doce o trece años. Dos meses más tarde seguía pensando en John y extrañándolo, cuando los Who actuaron junto a Pink Floyd y Paul McCartney en Hyde Park para Live 8. Nuestra actuación fue incendiaria, bastante mejor de lo que fue en Live Aid, y disfruté viendo a Bob Geldof sonriendo feliz a un lado del escenario.
La prensa dio mucho pábulo a la presunta rivalidad entre los Who y Pink Floyd, pero la atmósfera entre bastidores era bien amistosa. Qué bueno volver a ver al imponente Roger Waters trabajando de nuevo con David Gilmour; también fue la última vez en que tuve ocasión de ver a Rick Wright, que había comprado mi piano Bösendorfer cuando cerré mi estudio unos años antes. Todos nos preguntábamos si Pink Floyd se reuniría de nuevo para salir de gira, pues su actuación me había parecido óptima, pero Roger y David no acabaron de reconciliarse del todo. En todo caso, fue fabuloso volver a verlos juntos por última vez, y resultaba un privilegio haber presenciado la ocasión.
El verano de 2005, Bob Pridden, Billy Nicholls y Myles Clarke empezaron a trabajar en Endless Wire, el próximo álbum de los Who. El álbum estaría listo en primavera de 2006. Por entonces ya estábamos ensayando de cara a una de las giras más largas de toda nuestra carrera. Seguí trabajando en el disco a lo largo de la gira, gracias a una compleja unidad móvil de grabación que cargaba conmigo. Tuve control absoluto sobre el disco, algo que Roger lamentaba ya que hubiera deseado que grabáramos como grupo, pero la ocasión me permitió asumir ciertos riesgos.
La inclusión de canciones como «In the Ether», «Trilby’s Piano», «You Stand By Me» y «Marty Robbins» me permitió compartir prácticamente a medias la función vocal con Roger. De este modo, renuncié por un tiempo a dedicarme a otro proyecto en solitario o a seguir con mis planes para obras de teatro musical. También significó mucho para mí cuando Dave Marsh me dijo que le parecía un buen álbum. Deseaba que se percibiera cierta continuidad con los discos anteriores de los Who, así como con mis propios álbumes en solitario.
Empezaríamos la gira el 17 de junio de 2006 en —muy apropiadamente— Leeds University, y el último concierto sería el 9 de julio de 2007 en Helsinki. Rachel se vino conmigo y emitió sus programas de In the Attic desde las diversas localidades de la gira, a la vez que se aventuró con Attic Jam, una sesión musical acústica programada entre ella y su asistente Carrie Cooke. Me encantaba que Rachel me acompañara en la gira, por arduos que resultaran la apretada agenda y los viajes constantes.
El undécimo álbum de los Who, Endless Wire, fue lanzado el 30 de octubre de 2006, y era el primer disco con material original de la banda desde It’s Hard de 1982. Disfruté enormemente de su producción y me siento orgulloso de él. Además, se ganó las mejores críticas que habíamos recibido desde Who Are You en 1978. Con él articulamos la primera gira mundial digna de ese nombre: durante tres años, estuvimos actuando y presentando el disco por todas partes salvo África y Sudamérica.
«Fragments», una suerte de homenaje a «Baba O’Riley» se basaba en un sistema armónico matemático desarrollado por Lawrence Ball para lo que por entonces llamaba el proyecto del método Lifehouse, que implicaba la creación automática de música hecha a medida por medio de un portal de internet. Para aquel disco se conjuntaron diversas vertientes, y lo sentía como la producción creativa más equilibrada que había hecho en muchos años, donde combinaba muchas de mis ambiciones personales, con la conciencia bien asentada de que mis mejores logros siempre habían surgido bajo el paraguas de los Who. La mayoría de las canciones del álbum también se emplearon en la adaptación musical de The Boy Who Heard Music, en la que había estado trabajando desde 1999. El proyecto se estrenó como parte de los talleres de Powerhouse Summer Theatre en el Vassar College del estado de Nueva York. La idea de todo ello fue presentada nuevamente por el incondicional Ethan Silverman. Algún día nos veremos juntos en el patio de butacas para contemplar el espectáculo que habremos montado conjuntamente[32].
Hacia finales de 2006 Roger empezó a tener serios problemas de salud. En Chicago se desmayó sobre el escenario, luego se fue a toda prisa, y me tocó asumir los últimos veinte minutos por mi cuenta, como en Psychoderelict. Roger me preocupaba y se lo dije.
Tras un interludio vacacional, nos embarcamos en el tercer y último tramo de la gira, que nos llevó de Reno a Florida, luego a México y Sudamérica. Fue en Tampa donde Roger se dio cuenta de que no podía ir más allá y anunció antes del espectáculo que no podía actuar. Rachel y yo teníamos planeado un Attic Jam en el festival South by Southwest, y decidimos pasar algo más de tiempo allí mientras Roger se recuperaba en un hospital en Miami.
Roger llevaba tiempo con problemas de garganta, que resultaron ser debidos a afecciones precancerosas. Por entonces, ninguno sabíamos qué hacer, pero Roger libró su batalla habitual para dar lo mejor de sí mismo en cada concierto. Por ello fue todavía más asombroso que admitiera por fin que no podía seguir; y cancelamos las actuaciones. Puede antojarse extraño, pero me alegraba de que por fin se hubiera concedido la oportunidad de fracasar, sabiendo que ninguno de nuestros fans deseaba que saliera maltrecho. Mis sentimientos hacia Roger habían madurado —lo quería y sólo deseaba lo mejor para él—, y presentía que eso mismo era lo que él me deseaba. Nunca fue fácil para ninguno de los dos ayudar al otro, pero en el futuro hallaríamos la manera de hacerlo.
La crisis de salud de Roger fue una llamada de alerta. Los Who les debíamos varios conciertos en Sudamérica a los promotores de la gira, y para compensarlo dimos otra tanda de conciertos en Europa. Aquello fue otra oportunidad para que Rachel y yo nos embarcáramos en nuevas emisiones en vivo por internet, sirviéndonos de una caravana Airstream bien equipada a tal efecto. Empezamos en Lisboa y actuamos por vez primera en Madrid —donde toqué la guitarra mejor que nunca antes—, así como en varios festivales. Toda aquella gira fue fabulosa; no sólo me inspiró sino que me dio grandes esperanzas para el futuro.
A Nick Goderson, presidente y director de mis empresas, le había sido diagnosticado cáncer en el cuello y se estaba sometiendo a quimioterapia. Viéndome con las manos libres, tiré la casa por la ventana, feliz por mimar a mi artista interior y por volver a sumirme en la música. En 2008 me compré un estudio creativo en un área boscosa de Surrey, a cincuenta minutos de casa, y en la más grande de las estancias instalé únicamente un piano Yamaha Concert Grand Disklavier. Aquello me permitía improvisar, grabar ciertas interpretaciones mecánicas cuando me sentía listo; luego podía volver a escuchar lo que había grabado al piano mientras deambulaba por la estancia, cantando las letras que me vinieran a la cabeza.
Ahí es donde afloró la música inicial para mi nueva ópera Floss. Con suerte, Floss resultará ser una especie de son et lumière, una simbiosis entre The Wall y el Cirque du Soleil. Ya he compuesto música que me gusta, escrito letras que me satisfacen, a la vez que he dispuesto sistemas de estudio especiales para ayudarme a sortear los desafíos técnicos que puedan presentarse. Para mí es como una nueva Quadrophenia, un reto tan complejo técnicamente como Lifehouse, pero actualmente cuento con los ordenadores que necesito para superar casi todos los obstáculos posibles. Sigo trabajando en ello a medida que voy escribiendo este libro, y está resultando uno de los proyectos más ambiciosos de mi vida.
Se trata del relato algo gótico de un joven llamado Walter Doxtader, que abandona la música rock para dedicarse a la creación de un jardín laberíntico. Entonces empieza a oír el son cuasi musical de las ansiedades compartidas de las familias vecinas de clase media que temen por el futuro de sus hijos. Su joven esposa es Florence Spritzler (Floss). Su tempestuosa historia es la otra veta del relato. Floss es una amazona, cuyo personaje se basa tangencialmente en Louise Reay, pero no quisiera revelar mucho más. Se trata de un proyecto extremadamente estimulante[33].
Nick murió en 2010. Era un amigo muy querido, y huelga decir lo muchísimo que lo echo de menos. Fue una pieza esencial de mi carrera: empezó conmigo en 1983 como contable de mi empresa de edición musical y de los estudios, luego pasó a jefe comercial en estrecha colaboración con los mánagers de los Who Bill Curbishley y Robert Rosenberg. En su funeral conocí a su hija pequeña, a la que había bautizado como Aminta, igual que mi segunda hija.