Introducción
Los mundos «revisitados» de Philip José Farmer
Sin inmortalidad, la vida no tendría sentido.
P. J. F.
Cuando en el año 1974, Philip José Farmer publicaba en la editorial de Donald A. Wollheim, la DAW, su obra Hadon of ancient Opar, que en la presente colección ha recibido el titulo de Hadon, el de la antigua Opar, ya era un célebre novelista dentro del campo de la literatura fantástica, en especial el de la aventura, con ciertas pinceladas de ciencia ficción.
Farmer, nacido en Indiana en 1918, se había hecho famoso con una novela corta de tema un tanto escabroso, The Lovers, precisamente la segunda obra que publicaba. Ampliada en 1961 a novela, The Lovers había aparecido en el número de agosto de 1952 de la revista pulp norteamericana startling stories; sería seguida por otros relatos más: Mother (1963), Attitudes (1953), Daughter (1954), Father (1955) y Open to me, my sister (1960), que le valieron la etiqueta de autor cuasi pornográfico, y que él, en sus primeros tiempos, fomentó para hacerse un nombre.
Lo cierto era que Farmer no rehuía la problemática sexual. Cualquiera que lea los relatos anteriormente citados encontrará ciencia ficción de calidad, protagonizada, en casi todos ellos, por el padre Carmody, un antiguo delincuente, la hez de la sociedad, convertido en sacerdote espacial. Como comentara Juan Carlos Planells en la desaparecida revista Fan de Fantasía, «aquellos relatos tenían una base científica, una explicación detallada, [...] en vez de la tecnología, la astronomía o la química, entraban en juego la fisiología, la anatomía o los órganos sexuales. Todo ell tratado con absoluta pulcritud y limpieza».
De cualquier modo, Farmer seguiría escribiendo novelas de aventuras, donde las relaciones sexuales recobrarían sus límites acostumbrados y en las que jamás dejarían de estar presentes los temas metafísicos, desarrollados o no en clave religiosa, y, más específicamente, los de la creación, la muerte y la resurrección.
En Inside outside (1960), traducido en castellano como Mundo Infierno, toda la humanidad vive en el interior del planeta Tierra, que ha tomado las dimensiones de un Infierno. Un extraño individuo, X, de quien se sospecha que pueda ser Jesucristo, se pasea por él. Más adelante, entrarán en escena unos extraterrestres, auténticos dei ex machina.
Esla novela anuncia y precede a las cinco que, por el momento, forman la serie «El Mundo del Río», con los siguientes títulos: A vuestros cuerpos diversos (To your Scattered Bodies Go, 1971), El fabuloso barco fluvial (The Fabulous Riverboat, 1971), El oscuro designio (The Dark Design, 1977), El laberinto mágico (The Magic Labyrintb, 1980) y Dioses del Mundo del Río (Gods of the Riverworld, 1983), además de un volumen de relatos, El Mundo del Río y otras historias (Riverworld and other stories, 1979).
La idea central de esla novela-rio, fluvial por partida doble, es la de un mundo post mortem, surcado por un río interminable, donde se dan cita todo tipo de personajes históricos de la Tierra, desde el explorador británico Richard Francis Burton, a Juan Sin Tierra y Hermann Goering, como si recorriesen, iniciáticamente, una de las corrientes que conducen a la morada de Hades, al Infierno.
Anteriormente a este conocidísimo ciclo, Farmer había publicado tres excelentes novelas: Dare (1965), Night of Light (1966) —protagonizada por uno de sus más célebres personajes, John Carmody— y The stone God Awakens (1971) que, siempre con un estilo inigualable, mezclan fantasía heroica, ciencia ficción, mitología, magia y religión, en ese sincretismo que resulta inconfundiblemente farmeriano y que participa, en cierta forma, de las características de otro excelente novelista norteamericano, Roger Zelazny, aunque sin sus especulaciones introspectivas.
En los últimos trabajos de Farmer debe destacarse una divertidísima y sugerente serie de dos novelas —por el momento— de ciencia ficción: «Mundo de día». Está compuesta por los volúmenes Dayworld (1989) y Dayworld Rebel (1990). Presenta las aventuras de un moderno anarquista que no sólo no entra en hibernación seis de cada siete días de la semana —como ordena la ley de un mundo no muy lejano en el tiempo al nuestro—, sino que posee siete personalidades distintas que le permiten andar a sus anchas por un mundo superpoblado.
Como nuestro invitado, por si acaso algún lector distraído no se ha dado cuenta hasta ahora, es un prolífico creador —una reciente bibliografía de Jacques Chambón le adjudica más de ciento cincuenta obras—, no resultó extraño que su afán creativo se manifestara, justamente, en una serie de cinco novelas, a las que piensa añadir otras dos más, conocidas con el nombre de «El Hacedor de Universos», «El mundo de Tiers» o el ciclo de «Kickaha», por uno de sus protagonistas. Son las siguientes: The Maker of Universes (1965), The Gates of Creation (1966), A Prívate Cosmos (1968), Behind the Walls of Terra (1970) y The Lavalite World (1977). Sólo las dos primeras fueron publicadas en España. Como siempre, en él Farmer repetía los temas y obsesiones que forman parte de su personalidad, para adentrarse, cada vez más, en el terreno de la aventura fantástica. Obsérvese, entre paréntesis, un detalle significativo: entre las entregas cuarta y quinta hay un lapso de siete años, que casi coincide con el que separa las entregas segunda y tercera de su ciclo «El Mundo del Río».
¿Qué escribió Farmer en esos años?
Pues, lisa y llanamente, un género que parece haber cultivado desde entonces, el del pastiche literario, como si su propia creación literaria no le bañase y, cual demiurgo inquieto, sintiese la apremiante necesidad —algunos críticos y defensores a ultranza de una malentendida ortodoxia temática de las letras fantásticas, entre los que no me cuento, quitarían, gustosos, una sílaba a esta última palabra— de reescribir, «revisitar» (discúlpese la utilización consciente del barbarismo que, además, da título a esta presentación), o influir en las obras de otros escritores del género, como viene haciendo en la serie «La Torre Negra», donde, al parecer, se encarga de ir tendiendo el hilo de Ariadna y coordinar la labor de otros escritores encargados de darle forma, como Richard A. Lupojf, Bruce Coville, Robin W. Bailey o Charles de Lint, a pesar de que sea sólo su nombre —el de Farmer— el que se recorte sobre la ilustración de cubierta.
Su bautismo de fuego en el género del pastiche había tenido lugar con dos novelas de una saga de tres: Image of the Beast. An exorcism: ritual one (1968) y Blown. An exorcism: ritual two (1969), que suponen un divertimiento en la línea indicada, ya que, en ellas, Farmer alternaría el satanismo con el terror y la novela negra. La tercera entrega, Traitor to the living (1973), no seria publicada en España.
A este pastiche le seguirían varias novelas sobre Lord Grandiht, un sosias de Lord Greystoke, alias Tarzán: A Feast Unknown, volume IX of the memoirs of Lord Grandith (1969) y Lord of the Trees, volume X of the memoirs of Lord Grandith (1970), además de otras obras que hacen referencia explícita al personaje creado por Edgar Rice Burroughs: Tarzan lives, and exclusive interview with the Eight Duke of Greystoke (1972) o Tarzan alive, a definitive biography of Lord Greystoke (1972).
De la fiebre «revisionista» de Farmer no se salvaría Phileas Fogg, el excéntrico británico que cometió la extravagancia de dar la vuelta al mundo en ochenta días —en 1973 aparecía el pastiche verniano The Other log of Phileas Fogg—, ni un compatriota suyo, Sherlock Holmes, al ser publicada en 1975 una obra cuyo título mueve a risa: A Scarletin study, escrita por un tal Jonathan Swift Somers III. Tampoco se salvaría J.-H. Rosny Amé, cuyo L’etonnant voyage d’Hareton Ironcastle (1992) sería libremente adaptado por Farmer para la editorial DAW con el título más breve de Ironcastle (1976), ni Hermann Melville, ya que The Wind Whales of Ishmael, escrita por Farmer en 1971, continúa su célebre novela Moby Dick (1851).
Sin agotar, ni mucho menos, el tema de las «reelaboraciones», recordemos que un célebre héroe de pulp de la talla —no sólo física, sino popular— de Doc Savage, sería incapaz de sustraerse al encantamiento intrusionista de Farmer, quien llegaría a escribir una biografía suya con el extravagante título de Doc Savage: his apocaliptic life, as the arch-angel of Technopoli and Exótica, as the golden-eyed hero of 181 super-sagas, as the bronze knight of the running board, including his final battle agains the forces of Hell itself (1973), en verdad, un título fatigoso.
* * *
Poco a poco, iría cobrando forma en la mente de Farmer la idea de recrear algo de la historia de las eras anteriores a la llegada de Tarzán.
En las novelas The Return of Tarzan (1915) y Tarzan and the Jewels of Opar (1916), Edgar Rice Burroughs había utilizado el tema de la «ciudad perdida» para hablamos de Opar, la ciudad antaño cubierta de oro y joyas, caída hoy en la barbarie y el olvido, en medio de la jungla, y cuyos descendientes, más próximos al mono que al hombre, gobernados por la bellísima sacerdotisa La, se enfrentarían contra Tarzán.
Así pues, con este antecedente y la ayuda de varios artículos sobre el tema, Farmer escribió una historia ficticia, «La cronología de Khokarsa», que aparece en apéndice en la presente edición, acompañada de los correspondientes mapas, para dar cuerpo a las dos novelas Hadon of Ancient Opar (7974) y Flight to Opar (1976), de próxima publicación en Ultima Thule. Recordemos que existe una novela precedente, escrita en 1972, aunque revisada en 1977, Time’s Last Gift, tangencialmente relacionada con la serie.
¿El entorno físico de estas dos novelas, tres si se incluye la última citada? África, evidentemente. Pero una África polarizada por la diferencia de culturas, que enfrenta a pueblos que poseen un grado de civilización similar al de las culturas mediterráneas de la antigüedad clásica (Grecia, Roma) o a las del Próximo Oriente (Egipto, Mesopotamia) —de manera, como sabemos que es usual en Farmer, sincrética— con Neandertaloides y otros residuos del Paleolítico Inferior y Medio. ¿Su tratamiento? El de la gran aventura, con viajes, peligros, fieras, etc., muy a la manera de Henry Rider Haggard. ¿Las pinceladas exóticas? De ciencia ficción, con ese extraño personaje que viaja por el tiempo y que es tomado por un dios; de «mundos perdidos», por supuesto; de humor, ahí está ese bruto simpático de Kwasin, mezcla de Gargantúa y Hércules, como lo prueba la maza con que va armado, siempre en busca de pelea y ebrio, personaje típico de Farmer, que viene a suponer lo dionisíaco, el contrapunto a Hadon, héroe a carta cabal, como John Cárter y demás arquetipos burroughsianos y, por ello, nada práctico. Llegados a este punto, y hablando de Kwasin, permítasenos una digresión. Parece como si nuestro escritor, haciéndonos un guiño, hubiese estado pensando en Kvasir, una especie de gigante de la mitología germánica, cuya sangre, al ser bebida, producía ebriedad e inspiración, de donde, lingüísticamente, procede el kwas eslavo y el whisky. No olvidemos, dicho entre paréntesis, que Farmer siempre demostró conocer a fondo las mitologías de este planeta, como lo demuestra el hecho de presidir la sección dedicada a religión y mitos de la excelente obra, que aún sigue siendo válida, The Visual Encyclopedia of Science Fidion (1977), editada por Brian Ash.
¿La prehistoria de África al gusto de ERB, pero con un condimento made in Farmerland? ¡Claro! ¡La receta de Hadon!
¿Habrá caníbales?
Pase la página y compruébelo.
JAVIER MARTÍN LALANDA