DESPLIEGUE 00 HORAS: 2 MINUTOS: 51 SEGUNDOS (RELOJ DE MISIÓN DEL SPARTAN-117) / BOTE SALVAVIDAS LIMA FOXTROT 43, EN DESCENSO DE EMERGENCIA SOBRE LA SUPERFICIE DE HALO
El Jefe Maestro observó el anillo crecer más y más por debajo de él mientras el piloto guiaba el bote alrededor de un borde plateado muy grueso, hacia la superficie interior de la construcción, antes de obligar a la pequeña nave a realizar un suave descenso en picado, calculado para colocarla sobre la superficie de esa extraña tierra. Si miraba adelante, podía ver montañas, colinas y una llanura que se curvaba hacia arriba y desaparecía de la vista, ya que el anillo daba una vuelta para cerrarse en algún lugar por encima de su cabeza. Las vistas eran a la vez hermosas, extrañas y desorientadoras.
Se acabó la observación cuando la tierra se elevó para encontrarse con ellos. El Jefe Maestro no podía decir si la nave había sido alcanzada por fuego enemigo, si había sufrido un fallo mecánico o si se había topado con un obstáculo. No importaba: el resultado era el mismo.
—¡Nos acercamos demasiado rápido! —tuvo tiempo de gritar el piloto. Un momento después, el casco golpeó contra algo sólido, y el Spartan cayó al suelo.
Al dolor que le desgarró las sienes cuando el casco golpeó contra las paredes, y después contra el suelo de cubierta, le siguió una pesada oscuridad…
—Jefe… Jefe… ¿Me oye? —La voz de Cortana le resonaba en la cabeza.
El Spartan abrió los ojos y se encontró frente a los paneles de luz del techo. Parpadeaban y chispeaban.
—Sí, la oigo. No hacía falta gritar.
—Ah, ¿de veras? —replicó la IA con tono cínico—. Quizá le gustaría presentar una reclamación al Covenant. El accidente ha generado mucho tráfico por radio, y supongo que el comité de bienvenida está de camino.
El Jefe Maestro se puso en pie con mucho esfuerzo e iba a contestar en el mismo tono cuando vio los cadáveres. El impacto había abierto en canal el bote y destrozado a toda la gente sin protección que viajaba dentro. No había sobrevivido nadie más.
No había tiempo de pensar en eso si quería seguir con vida y evitar que Cortana fuese capturada por el enemigo.
Se apresuró a reunir toda la munición, granadas y comida que pudiese llevar. Había acabado de comprobar las anillas de seguridad de un cuarteto de granadas de fragmentación cuando Cortana elevó la voz, alarmada:
—Peligro… detecto múltiples transportes del Covenant acercándose. Recomiendo que nos traslademos a esas colinas. Si tenemos suerte, los del Covenant creerán que todo el mundo murió en el accidente.
—Recibido.
El plan de Cortana tenía sentido. El Spartan revisó el área, en busca de amenazas, y corrió hacia un cañón y un puente que lo cruzaba. No había barandillas de seguridad y lo habían construido con un extraño metal bruñido. Debajo del puente, una altísima cascada tronaba en una enorme caída.
El resto del mundo se arqueaba por encima, a una gran distancia. Grandes florecimientos de roca gris, erosionada por el clima, y un bosque de lo que parecían coníferas le recordaban a los bosques de Reach donde se había entrenado.
Había algunas diferencias, claro, como la forma en que el anillo se ensanchaba desde el horizonte, el modo en que su sombra caía sobre la tierra, y el vigorizante aire limpio que le llegaba de sus filtros. Era tan hermoso que quitaba el aliento, pero potencialmente era igual de peligroso.
—Alerta, llegada inminente del transporte del Covenant. —La voz de Cortana sonaba tranquila pero insistente.
Pronto se demostró que esas palabras eran correctas; una larga sombra flotaba sobre el otro extremo del puente y los motores de la nave rugieron una advertencia. No había dudas de que lo habían visto, así que el Spartan preparó un plan.
Llegó al extremo del puente, localizó una roca bien situada a la izquierda y corrió hacia ella. Bordeó el precipicio, sin hacer caso del gran abismo. Vigilando dónde colocaba los pies, el Jefe Maestro rodeó la roca y encontró un recodo donde ésta se unía al precipicio. Ahora, con la espalda protegida, tenía una oportunidad de defenderse.
Comprobó su rastreador de movimiento y se dio cuenta de que tenía un par de Banshees del Covenant prácticamente encima. Una nave alienígena disparó el cañón de plasma y los cañones de combustible. Aunque no destacaban por su rapidez, eran peligrosas, sobre todo para las tropas terrestres.
Junto con el apoyo aéreo, los Grunts y Élites que habían descendido del transporte alienígena en forma de horca también suponían una seria amenaza.
Afirmó su puntería y apuntó hacia la Banshee más cercana. Con cuidado de no disparar demasiado pronto, el Spartan esperó a que la Banshee estuviese en su campo de tiro y apretó el gatillo. La primera nave de asalto se lanzó directa hacia él, lo que le hizo relativamente sencillo mantener el objetivo. Al impactar con el casco de la Banshee, las balas levantaron chispas, y el contador de munición del Spartan disminuyó.
La nave traqueteó, como si al menos una de las balas perforadoras hubiera atravesado el fuselaje, levantó el vuelo, y brotó una columna de humo.
El Jefe Maestro no estaba en posición de comprobar el resultado de sus esfuerzos, ya que la segunda Banshee se abatió sobre él, disparando con el cañón de plasma. El nivel del escudo cayó en picado y pasó a estado rojo. Una alarma empezó a sonar en los auriculares del casco.
El Jefe Maestro devolvió el fuego. Sin pausa, liberó el cargador y colocó uno nuevo en el receptáculo del arma.
Se agazapó, escudriñó el cielo en busca de sus objetivos y vio a la primera Banshee justo a tiempo. Se preparó para un nuevo asalto. El Spartan permitió que la nave enemiga se acercase, pero le tomó la delantera y apretó el gatillo de nuevo. La nave se encontró con una andanada de balas, estalló en llamas y chocó contra el precipicio.
La segunda nave seguía ahí, volando en lentos círculos, pero el Spartan no cometería el error de quedarse de pie mirándola. Habían aparecido media docena de puntos rojos en su sensor de movimiento. Cada uno de ellos representaba un ataque potencial y la mayoría estaban situados a sus espaldas.
El Jefe Maestro esperó a que los escudos se cargaran completamente, se dio la vuelta, saltó por encima de la roca y oteó a su alrededor. El transporte del Covenant había soltado una manada de Grunts al otro lado del cañón, y estaban ocupados examinando los restos de su lancha salvavidas.
Pero eso no era todo. A su izquierda, a ese lado del puente, otro grupo de Grunts se abría camino a través de los árboles, en dirección a él. Aún les faltaba un poco de distancia por recorrer. Tenía unos segundos para prepararse.
Aunque no llevaba un fusil de precisión S2 AM Estándar, el arma que habría escogido para una situación de este tipo, el Spartan tenía consigo la pistola M6D que le había entregado Keyes. Estaba equipada con un visor de 2x que, en manos de un experto, serviría para alcanzar algunos objetivos.
El Jefe Maestro desenfundó la pistola, se volvió hacia el grupo reunido alrededor de los restos y situó el redondel de la mirilla sobre el Grunt más cercano. A pesar de que no eran una amenaza inmediata, los extraterrestres al otro lado del cañón estaban en una posición ideal para flanquearlo, por lo que sería mejor ocuparse de ellos primero. Sonaron doce disparos y cayeron siete Grunts.
Con el flanco derecho razonablemente seguro, colocó un nuevo cargador en la pistola y puso toda su atención en las tropas enemigas que empezaban a aparecer por los árboles. Este grupo de Grunts estaba más cerca ahora, mucho más cerca, y abrieron fuego. El Jefe Maestro decidió encargarse primero del más alejado, asegurándose de que podría disparar al resto aunque se diesen media vuelta e intentasen escapar.
Las balas salieron en rápida sucesión. Los Grunts ladraron, ulularon y balbucieron cuando las bien dirigidas balas lanzaron sus carcasas sin vida sobre la ladera.
Cuando ya no había más objetivos a los que disparar, el Jefe Maestro se tomó un segundo para recargar la pistola, colocar el seguro y guardarla de nuevo en su pistolera. Saltó de la roca y se escondió tras una gran piedra.
Observó la Banshee en lo alto. Aún seguía allí, dando vueltas fuera de su alcance, esperando a abalanzarse sobre él en el momento en que abandonase su protección. Eso significaba que o bien se sentaba allí, esperando la llegada de más fuerzas terrestres, o bien abandonaba su escondrijo e intentaba escapar.
Al Spartan nunca le había gustado esperar, por lo que preparó el fusil de asalto y se deslizó por encima de la piedra. Una vez en campo abierto, había un pequeño trayecto tras el montón de Grunts muertos. Se agazapó cubierto por un grupito de árboles.
Contó hasta tres y esprintó de roca a roca. Corrió con grandes zancadas hacia la colina, muy consciente de la presencia de la Banshee a sus espaldas, pero razonablemente seguro de que le había dado esquinazo.
No sonó ningún aviso en su detector de amenazas, hasta que no hubo coronado la subida y se detuvo para reconocer el terreno que se extendía ante él. El HUD le reveló un punto rojo. El Jefe Maestro ralentizó el paso, esperando el momento del contacto.
Percibió el movimiento de cuerpos encorvados que se apresuraban a trasladarse de un punto a otro. Había cuatro, y entre ellos un Élite de armadura azul, que cargó temerariamente contra él, disparando.
El color de las armaduras tenía algún significado, y él ya se había enfrentado antes a Élites de ese tipo. Siempre luchaban como reclutas agresivos. Los labios del Jefe Maestro esbozaron una sonrisita. Ignoró los disparos mal dirigidos del alienígena, se mantuvo en posición y disparó a su vez. Él avance del Élite se detuvo y los Grunts empezaron a huir hacia un grupo de árboles. El indicador de alarmas le hizo una advertencia y una flecha roja señaló a la derecha. El Jefe Maestro preparó una granada M9 HE-DP.
Se volvió justo a tiempo para ver otro Élite, éste con la armadura escarlata de los veteranos, cargar contra él. Tenía la granada en la mano y la distancia hasta el objetivo era suficiente, por lo que el soldado hizo volar la M9, que detonó con un fuerte estallido e hizo volar por los aires al soldado enemigo, además de arrancar a un árbol cercano la mitad de sus ramas.
El recluta estaba más cerca y rugió un grito de batalla. El extraterrestre acosó al Jefe Maestro con sus disparos de plasma. Sus escudos descendieron precipitadamente.
El Spartan reculó, disparó el fusil de asalto en ráfagas cortas y controladas y finalmente consiguió derribar al Élite que quedaba.
Los Grunts, cuyo líder había caído, rompieron filas y empezaron a dispersarse. El Jefe Maestro les impidió la retirada con una lluvia de balas.
Soltó el gatillo, oyó de nuevo cómo el silencio lo envolvía todo y comprendió que había cometido un error. El veterano lo había flanqueado sin que se diese cuenta. Pero ¿cómo?
Para empezar, se daba cuenta de que seguía luchando como si aún formase parte de una unidad. Aunque también lo habían entrenado para actuar con independencia, la mayor parte de su carrera militar la había pasado formando parte de un equipo. El Élite había conseguido flanquearlo simplemente porque estaba acostumbrado a que uno de los otros Spartan, sus compañeros, le cubriese las espaldas.
Y ahora estaba desconectado de la cadena de mando, solo y probablemente rodeado por el enemigo. Asintió, con una mirada sombría tras el visor espejado. Esta misión requeriría una importante revisión sus tácticas.
Subió a través de una espesa pradera, la hierba le llegaba la rodilla. Oía el lejano chasquido de armas automáticas disparando. Había marines en alguna parte. Delante de él.
Corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido de la batalla. Quizá no estaría solo mucho más.