EL TIEMPO DE CALIDAD

Muchas familias sienten claramente que la guardería no es una solución óptima, que recurren a ella forzados por la necesidad. En vez de ir a la raíz del problema y crear las condiciones sociales y económicas para que cada familia pueda escoger libremente, muchos han optado por huir hacia adelante: cantar las excelencias de la guardería y asegurar a las madres que no existe ningún problema.

Se asegura a las madres que, aunque estén separadas de sus hijos ocho horas al día (que fácilmente se convierten en diez, con el transporte), podrán cuidarle exactamente igual, porque lo importante no es la cantidad, sino la calidad. Y en dos horas de «tiempo de calidad» podrán hacer lo mismo que otras madres en diez o doce horas.

Confieso que la idea me parecía más o menos aceptable hasta que tuve que vivirlo en propia carne, cuando pedí excedencia como pediatra para poder dedicar más tiempo al cuidado de mis hijos. Renuncias a un trabajo, a un sueldo, a las expectativas de promoción y ascenso, al reconocimiento social de una profesión. Como las guarderías están ampliamente subvencionadas, tu familia, con un solo sueldo, tiene que ayudar con sus impuestos a pagar la guardería de las familias con dos sueldos. Y encima tienes que oír frases del tipo: «Pues no sé de qué te sirve quedarte en casa. Yo paso menos tiempo con mi hijo, pero es tiempo de calidad, que es lo que importa».

¿Y quién dice que mi tiempo no es de calidad? A igualdad de calidad, mis hijos y yo tenemos más tiempo.

Tendríamos que convencer de esto a nuestros jefes: «A partir de ahora, vendré sólo dos horas al día a trabajar, pero como será tiempo de calidad, haré lo mismo que otros en ocho horas y cobraré lo mismo». ¿A que no cuela? En cualquier trabajo o en cualquier actividad, desde poner ladrillos hasta tocar el piano, sólo se puede conseguir el éxito a base de «echarle horas». ¿Por qué pretenden hacernos creer que cuidar a nuestros hijos es, precisamente, la única actividad humana en que el tiempo se hace elástico?