La recompensa

Ha pasado un mes y medio desde el último día que vi a Martín. Durante este tiempo hemos hablado por teléfono, nos hemos escrito mensajes, pero no hemos podido vernos. Primero porque yo he estado encerrado terminando el libro. Segundo, porque él está de gira con la promoción de su disco que, aunque al principio no se puede comprar de forma física, hay que descargárselo en iTunes o algo así, pronto estará en todas las tiendas. Martín ha estado todo el tiempo de gira promocionándolo. El videoclip ha sido bastante polémico y todas las televisiones se llevaron las manos a la cabeza cuando vieron que se daba un pedazo de morreo con Enrique del Pozo. Eso le ha ayudado a ir a algunos programas donde también ha podido hacer promoción de nuestro libro. Todas las televisiones se escandalizaban con las cosas que en él se cuentan, pero todas exprimían el morbo para subir la audiencia.

Cuando todos duermen es el reflejo de la vida de Martín, de él y de muchos como él, de cualquiera de nosotros que, aunque no de una forma tan visible, bajamos a las catacumbas a por sexo cada vez que estamos calientes, sin importarnos a quien pertenece la polla que nos comemos o el culo que nos follamos. Puede que él lo haga delante de una cámara, pero eso no lo hace mejor ni peor persona, ni es nada criticable. Los demás lo hacemos en una sauna, en un cuarto oscuro o en cualquier fiesta privada, sin tan siquiera tener la suerte que tiene él, de que te paguen, o a veces ni tan siquiera de escoger. Nos quedamos con el único que nos hace caso. Que levante la mano el que no haya bajado el listón a medida que ha ido avanzando la noche. ¿Cuántas veces nos hemos ido a casa con el más feo? Y en el peor de los casos, ¿cuántas veces no habremos sido nosotros los más feos para la otra persona?

La presentación del libro es todo un éxito. Fran, con quien empiezo a tener algo distinto a lo que tenía, aunque todavía ninguno de los dos es capaz de darle un nombre, está entre los asistentes, que no son pocos. Me mira y sé que lo hace de una forma especial, aunque todavía no sé que saldrá de todo esto. Al menos voy a intentarlo. Quiero hacerlo, porque yo siempre he creído que hay que arrepentirse de las cosas que no se hacen, pero no de las que sí. Si no me hubiese lanzado, me habría pasado toda la vida con el «Y si…» a cuestas. Es una tortura muy grande. He decidido vivir el momento. No sé cuánto durará, pero lo que dure voy a vivirlo intensamente, porque creo que es lo justo y porque me lo merezco.

Martín está más guapo que nunca, sus ojos irradian orgullo y felicidad y cuando comenzamos la presentación me abraza y me besa. Lo siento mi amigo y eso me gusta, pero nada más. Me he dado cuenta que Martín para mí no era más que un deseo, un sueño. Igual eran las ganas de formar parte de algo que me parecía mágico, de formar parte de él de alguna forma. Ahora sé que lo hago, porque ya no es mi jefe y yo su empleado. Ahora somos amigos, y aunque suene cursi es cierto, porque algunas de las aventuras que hemos pasado juntos han sido tan intensas, que nos han unido más que a muchos que se conocen de toda la vida.

Ahora cuando nos miramos sabemos lo que estamos pensando, nos compenetramos a la perfección, y es que han sido muchas horas juntos. Y las que nos quedan, o eso espero. Hay gente que nace con estrella y otros nacen estrellados. El caso de Martín parece ser el primero, aunque hay que reconocer que la luz que irradia su estrella la ha conseguido él a base de esfuerzo. Nadie le ha regalado nada por muy niño pijo que haya sido.

—Recuerdas un día cuando estábamos volando, que me preguntaste si era feliz —le digo a Martín antes de empezar.

—Sí, claro —me responde.

—Pues ahora sé a qué te referías. Ahora soy totalmente feliz.