A las ocho en punto suena el teléfono de la habitación. Nos llaman de recepción para indicarnos que el señor Diego Mendoza nos espera en el bar del hotel. Nosotros, que ya estamos listos, bajamos enseguida.
—¿Qué llevas en esa bolsa? —le pregunto a Martín mientras el ascensor baja al innumerable cantidad de plantas que nos separan del suelo.
—Las cosas que necesito para el show de esta noche.
—Después de la reacción que ha tenido el chófer, no sé yo si te acogerán muy bien aquí —le digo.
—Hombre, cuando me han contratado para que actúe en varias ciudades de México será porque hay público, ¿no? —empieza a dudar también Martín.
—Puede que lo mejor sea que nos larguemos.
—Venga ya, no hay que ser así. Nunca se ha escrito nada de los cobardes —me dice.
—Vale, ya te lo escribiré yo en las escayolas cuando te linchen, tú no te preocupes por eso —apunto entre risas.
Preguntamos en recepción donde está la cafetería y nos atiende una chica guapísima, morenaza con ojos verdes, que nos indica el camino. Deben de haber cambiado turno porque el señor bajito ya no está. Llegamos al lugar indicado y Martín y Diego se estrechan la mano, para acabar en un abrazo.
—Qué gusto tan grande volver a verte —le dice Diego.
—El gusto es mío, ya lo sabes —le dice Martín con una cordialidad demasiado sospechosa.
Me presenta y Diego nos cuenta un poco los planes para esa noche. Ha conseguido que un programa muy importante le haga una entrevista en directo, un rato antes del espectáculo. Martín no puede negarse a asistir, pero como tenemos nuestras dudas, le contamos lo que pasó hace un rato con el conductor. Diego nos tranquiliza y nos dice que no nos preocupemos, que evidentemente algunos sectores de la población no son tan liberales como la gente joven, pero que no nos preocupemos por eso porque Martín tiene un montón de fans aquí y que está totalmente convencido de la buena acogida que va a tener. Para empezar, nos dice que las entradas para el espectáculo están todas agotadas.
Después del subidón y la alegría que nos da oír eso, partimos rumbo al canal de televisión donde van a entrevistar a Martín.
Nada más llegar, pasan a Martín a maquillaje; será el primer invitado. Después de una buena capa de polvos mate, para eliminar brillos e imperfecciones de la piel, lo hacen pasar al plató donde esperan los invitados al programa y a los cinco minutos va a conocerlo la presentadora.
—¡Qué bueno, una verdadera estrella del porno en mi programa! —dice ella mientras Martín se pone colorado— No tengas miedo, yo todavía no me comí a nadie.
—Es que todo esto impone un poco —le responde Martín.
—¿Impone más que estar desnudo haciendo cositas guarras mientras te graba una cámara? No me lo puedo creer.
—Yo es que sin ropa gano mucho —le dice Martín creciéndose.
—¡Pero qué relindo!
El programa está a punto de empezar. La presentadora se sienta en su mesa y una maquilladora le da los últimos retoques. El regidor va indicando el tiempo que queda. Diego y yo estamos sentados en la primera fila del público para poder ver la entrevista. Entra la sintonía del programa y la presentadora anuncia los contenidos y a los invitados. Cuando Martín entre al plató, lo hace sin camiseta y con todo el cuerpo lleno de brillantina. La presentadora lo recibe con la boca abierta y con una de sus manos hace como que se sostiene la mandíbula y se cierra la boca.
—Al final resultó que tenías razón, sin ropa ganas mucho —dice nada más verlo.
—Te lo advertí —dice Martín sonriendo con una mezcla de timidez, seguridad y seducción en su mirada.
—Déjame explicarle a los televidentes que yo hace un rato fui a visitarlo a su camerino, estuvimos charlando y él me decía que sin ropa ganaba mucho. Por eso esto que acabo de decir —dice mirando a cámara—. Bueno y ahora vamos a platicar un poquito tú y yo, ahora que nadie nos está oyendo. ¿Qué es el Opus Dei?
—Vaya, empezamos fuerte. Pues el Opus Dei, para que lo entienda todo el mundo, podríamos decir que es una rama de la religión católica, pero mucho más conservadora y extremista —explica Martín.
—¿Y tú de chiquito eras del Opus Dei?
—No, yo estudiaba en un colegio de curas, que pertenecía al Opus, que no es lo mismo —sigue explicando Martín.
—Y tu mamá es marquesa —dice la presentadora.
—Efectivamente.
—Entonces tú eres un marqués.
—Bueno, soy el «hijo de».
—Pero tendrás que heredar el título —dice ella.
—Sí, algún día supongo que sí.
—Además estudiaste publicidad. Y digo yo una cosa, en vez de hacer anuncios de autos y de cosas así que están chéveres y rebuenas, lo aparcas a un lado y de dedicas a hacer porno.
—Así es. Lógicamente me gusta mucho la publicidad y por eso la estudié, pero me divierte y me da mucho más dinero el mundo del porno.
—¿Tanto se gana? —pregunta extrañada.
—Si eres tan bueno como yo, sí —contesta sonriendo Martín.
—Pero yo pensaba que para ser actor porno sólo había que tener un buen… aparato. ¿Qué más hace falta?
—Pues si te soy sincero, el aparato es lo de menos, porque el mío no es especialmente grande, pero sí que tengo una buena boca chupona y un culo demoledor.
—Está claro que a ti te gusta el escándalo —le suelta a Martín de forma descarada.
—Me encanta. ¿O te crees que salí con poquita ropa por casualidad?
—Esteeeeeeee… —dice alargando mucho la palabra mientras piensa como formular la siguiente pregunta—. Esta noche tenéis un show. Contame un poquito.
—Sí, efectivamente. Esta noche, en la discoteca Parking, voy a hacer un espectáculo de porno en vivo donde probablemente suba a gente del público a hacerle cositas, o me meta el puño yo mismo, aún no lo tengo decidido.
—¿Subir a gente del público o meterte el puño tú mismo? ¡Qué bárbaro! ¿Pero tú sabes lo que estás diciendo?
—Si quieres puedo hacerte una demostración aquí en el programa —dice desafiante Martín.
—No sé yo si es una buena idea… —dice la presentadora que antes de terminar es interrumpida por el señor Mazza que se ha subido a la mesa, ha pedido que pongan música y está contoneándose sensualmente. Pasa sus manos por su torso y luego salta y coge a una chica del público. La hace subir a la mesa y que ella lo rodee por la espalda con sus brazos, colocando sus manos en los pectorales. Luego las va bajando y una de ellas la introduce dentro de su pantalón. La gente está escandalizada y grita y aplaude sin parar. La presentadora se ha tapado los ojos con una mano y Martín empieza a desabrocharse los pantalones.
—A publicidad, a publicidad —grita la presentadora antes de que Martín termine de desnudarse y acabe enseñando cacho.
Durante los anuncios, ella lo felicita y le dice que le augura un buen futuro porque tiene chispa y sabe provocar. Vamos al camerino a recoger las cosas de Martín y en cuanto Diego enciende el móvil no para sonar. Todo el mundo quiere saber más cosas de Martín y quiere contratarlo para que asista a fiestas. Nos subimos al coche y mientras nos llevan directos a la discoteca, Diego sigue contestando al teléfono y apuntando cosas en la agenda.
A los pocos minutos estamos en la entrada de la discoteca. Entramos por la puerta trasera, que da directamente a la zona de camerinos, así la gente no puede ver a Martín. El empresario que lo ha contratado viene a recibirnos al camerino y nos cuenta que llevan toda la noche diciendo por megafonía que no sabían si Martín Mazza iba a poder estar esta noche con nosotros porque había habido un problema con el avión. Por lo visto, la intención es crear más expectación, porque nuestra asistencia estaba más que confirmada. Nos tomamos una copa tranquilamente mientras charlamos un poco del viaje, de lo que nos ha parecido México y del programa que acabamos de hacer. Cuando el empresario sale, Diego nos cuenta la cantidad de gente que quiere contratar a Martín. Durante su intervención en televisión ha estado apareciendo sobreimpresionado en pantalla un número de teléfono para contrataciones. Parece ser que Diego lo tenía todo atado y bien atado, el caso es que en un par de horas ya tiene contratadas intervenciones suficientes como para una semana. Nos ponemos a buscar fechas y llegamos a la conclusión de que es mucho mejor volver a México cuando el libro ya esté en la calle, así podrá aprovechar y hacer promoción y nosotros vender más libros.
Martín le pide a Diego que vaya a prepararlo todo con el dueño de la discoteca porque él va a empezar a prepararse. «Estoy listo en veinte minutos», le dice, y Diego accede. Martín les tiene a todos reservada una sorpresa. Yo creo que el público va a alucinar.
Britney Spears empieza a cantar por los altavoces: It's Britney bitch empieza a sonar mientras un enérgico Martín Mazza aparece en el escenario. Cuando la gente lo ve comienza a gritar tan fuerte que casi no se oye la canción. Martín baila al ritmo de la música mientras interactúa con el público haciendo señas con las manos para que se animen y griten más alto, como si él no pudiese oírlos.
Los ojos le brillan de felicidad y es que no puede evitarlo, le encanta su trabajo. Se nota cuanto disfruta.
Se saca la camisa del pantalón y empieza a desabrochar los botones de abajo mientras sigue bailando y juega con la tela. Los asistentes le piden más y más y Martín accede y acaba quitándose la camisa. Todo su cuerpo brilla y los focos resaltan unos músculos casi perfectos que componen su anatomía. Cuando empieza a desabrocharse los pantalones ya no se oye nada, sólo cientos de gargantas desgañitándose por ver quién chilla más fuerte. Martín se pasea en calzoncillos por el borde del escenario y los de la primera fila acarician sus piernas y le soban el paquete. Uno incluso intenta bajarle los calzoncillos, pero mi jefe le agarra la mano y gesticulando le dice que eso no se puede hacer y que como ha sido muy malo tiene que darle unos azotes, así que lo saca al escenario y se lo pone tumbado boca abajo sobre sus rodillas y le baja los pantalones y los calzoncillos para darle una lección. El chico se muestra receptivo y le invita a que le dé más fuerte. Así lo hace Martín y con la palma de la mano bien abierta nos regala una sesión de spanking en vivo y en directo y mientras le deja el culo a su dueño tan rojo que le dolerá al sentarse durante varios días, el chico, sintiéndose afortunado por ser el único que está tumbado sobre las rodillas de un grandísimo actor porno, pone cara de vicio y le incita a que le siga haciendo cosas. Martín le da un mordisco en uno de los cachetes y luego lo deja que se vaya. Comienza a sonar el último single de Madonna y nuestro héroe comienza de nuevo a bailar. Se empieza a bajar los calzoncillos muy despacio. Primero enseña un poco el pubis, luego baja hasta que se ve un poco más de carne para finalmente dejar caer la ropa interior al suelo mientras su polla salta en el aire, adornada con un escueto cockring que la mantiene medio morcillona. Vuelve a acercarse a la primera fila mientras mueve su rabo de forma que parece una hélice en movimiento. El helicóptero creo que lo llaman. Sus fans, no se cortan un pelo a la hora de intentar agarrárselo.
Martín tiene un as guardado en la manga. Conocedor como nadie de lo que es dar espectáculo, nos lo demuestra a todos cuando se da la vuelta y del agujero de su culo cuelga una cuerdecita con una argolla. Tira de la argolla y unas bolitas empiezan a salir de su culo. La sala enmudece cuando ve que el tamaño de aquellas bolas, va aumentando según van saliendo. La primera apenas tiene el tamaño de una canica, la segunda puede ser como una moneda de un euro. Así hasta que cinco bolas cuelgan de su culo unidas por una cuerda. Cuando empuja para sacar la última, pone cara de esfuerzo. Se coloca de espaldas al público, para que todos puedan apreciar como se le va abriendo el ojete cada vez más para dejar salir una con la forma de una naranja. Cuando acaba respira profundamente e intenta relajarse. Luego se abre los cachetes con las manos para que todos podamos apreciar su enorme agujero.
Una vez más se acerca a la primera fila a enseñarlo y el chico al que ha azotado hace un rato le clava la lengua directamente, así que Martín se deja hacer un poco porque sabe que eso va a animar al público. Efectivamente; los de las últimas filas se pelean con el resto intentado adelantar posiciones para ver en directo la comida de culo que le están realizando al actor de cine X más importante del momento. Nosotros que temíamos por el recibimiento en México y resulta que la gente lo adora y lo trata como si fuese un Dios, es algo increíble.
Martín agarra al tipo que le está dando el beso negro de la cabeza para empujarlo contra su ojete y así poder sentir la lengua mucho más profunda. Cuando se cansa de que le coman el culo se da la vuelta y el tipo comienza ahora a chuparle la polla. Si hay algo que debe controlar alguien acostumbrado a rodar porno es no tapar la acción con ninguna parte del cuerpo como un brazo o una pierna, así que como es consciente que no todo el mundo puede verlos, lo invita de nuevo al escenario y allí se coloca de perfil para que todo el mundo pueda ver como su polla entra y sale de la boca de aquel desconocido que, por cierto, no lo hace nada mal. Saca la lengua y lame el enorme glande de Martín, que tiene forma de champiñón, como si fuese un helado de fresa. Lo hace con el ansia y la inocencia de la poca experiencia, pero a pesar de todo no lo hace mal. El señor Mazza lo invita a sentarse en el sofá que tiene en el escenario donde hace un rato lo estuvo azotando y él, aceptando la invitación, se tumba directamente mientras desabrocha su pantalón.
—Me apetece una cerveza. ¿Quién me invita a una? —le grita Martín al público y al instante decenas de manos se elevan cediéndole la que ellos se están bebiendo. Hay un chico grande y fuerte en la segunda fila cuyo brazo está tatuado desde su muñeca hasta el hombre.
—Me molan las tatuajes, así que pillaré la tuya —le dice.
—A mí me molas tú, cabrón —le responde el tatuado.
—Pásate luego por mi camerino y lo hablamos —le grita Martín mientras da un trago a la cerveza y luego se la echa por encima, haciéndola resbalar por el pecho y abdomen. Cuando llega a la altura de su rabo, vuelve a moverlo como si fuese una hélice, haciendo que toda la primera fila quede empapada de cerveza. Una vez que la botella está vacía, empieza a gesticular exageradamente. A mí me recuerda a los magos que hacen trucos cuando somos pequeños. Primero se lleva un dedo al ojo como indicando que deben estar pendientes. Luego mueve el botellín en el aire para que todos vean que está vacío. A continuación vuelve a ponerse de espaldas al público y antes de que nos demos cuenta, se ha metido el botellín entero dentro del culo. Todos nos quedamos asombrados, incluido yo, porque este hombre parece que en el culo tiene un baúl donde puede ir guardando las cosas. ¡Vaya capacidad!
Flexiona un poco las piernas, apoya las manos en las rodillas y aunque apenas podemos ver la cara porque está de espaldas a nosotros, vemos como las venas del cuello hacen acto de presencia al empujar para poder expulsarla y así es como poco a poco, su culo se va abriendo, casi como si estuviese pariendo, pero en vez de tener un niño, vuelve a aparecer la botella de cerveza. «¡Realmente increíble!», pienso mientras aplaudo como la mayoría de la sala. Cuando ha salido entera, busca de nuevo al chico del brazo tatuado y se la devuelve.
—Muchas gracias por tu ayuda —le dice.
El chico, lejos de decir que no, la agarra con todas sus fuerzas y la huele, lame la boquilla y probablemente, la guarde para siempre. Es fascinante lo que los seres humanos podemos hacer por fetichismo. Dicen que las tres cosas más importantes para vivir feliz son la salud, el amor y el dinero, pero desde que he conocido a Martín me he dado cuenta que en realidad lo que mueve el motor del mundo es el sexo. Cuando estás caliente te conviertes en un ser irracional y eres capaz de hacer cualquier cosa por follar. A veces incluso te da igual con quien, sólo necesitas quitarte de encima ese calentón.
El show debe continuar así que Martín, reparando en el chico que sigue tumbado, se acerca a él para volver a ofrecerle rabo. ¿Qué más puedes ofrecer cuando estás desnudo? El chico acepta encantado, así que se baja los pantalones y los calzoncillos y mientras se mete su nabo en la boca, se masturba. El público asistente graba la escena con su teléfono móvil, pero a este chico no parece importarle mucho la posibilidad de que alguien pueda colgarlo en el Youtube, Xtube o un sitio de estos.
Mientras aquella morcilla entra y sale de su boca, Martín empieza a jugar con dos dedos en su culo. El chico cierra los ojos y suspira profundamente, indicando lo mucho que le gusta lo que le está haciendo, hasta el punto, que gime tan fuerte, que casi no puede seguir chupando.
—Vaya culito que tienes —le dice Martín.
—Me estás poniendo cachondo, wey.
—¿Te gustaría que te lo follase un poquito? —pregunta Martín lanzándole una de sus miradas lujuriosas mientras se relame los labios.
—Sí. Cógeme, cabrón, cógeme —grita el joven.
Martín va detrás del sofá y coge un condón de entre sus cosas. Se lo pone y se escupe en la mano. Primero lo extiende por su polla para que esté lubricada y no le moleste cuando entre, luego se vuelve a escupir y se lo pasa por el ojete a aquel niñato, que apenas tendrá unos veinte años, al que va a follarse.
Presiona un poco con su glande en la entrada del ojete, pero el joven mexicano está tan caliente que su culo se traga el rabo entero y casi ni se inmuta. Martín comienza un frenético mete-saca mientras lo coge del pelo y se lo folla a cuatro patas sobre el escenario. El público ha pagado para ver porno en vivo, pero nunca pensaron que lo fuese tanto. Yo tampoco, pues pensaba que Martín se pajearía o algo, pero nunca que iba a tirarse a uno de los asistentes. Cuando lleva un buen rato follándoselo, le saca el miembro de aquel culo joven y dilatado, se acerca al público y les pregunta si quieren leche. La sala vuelve a ponerse en pie con gritos y vítores y mientras él se quita el condón y se lo tira al público, comienza a pajearse contra los de la primera fila. El chico que sigue en el escenario se acerca y le echa el brazo por la cintura y mientras se comen la boca, se masturban juntos. El orgasmo le llega casi al mismo tiempo y los enormes chorros de leche que ambos expulsan de sus mangueras, se convierte en un divino tesoro para los de la primera fila que se pelean por recibirlo. Nunca jamás podría haberme imaginado que los shows de Martín eran tan excitantes, así que mientras sigue en el escenario despidiéndose de todos, me meto en el camerino del baño y me pajeo yo también, pensando, entre otras cosas, que esa polla que todos admiraban esta noche, yo la he tenido danzando dentro de mi boca y mi culo. Me corro tan fuerte, que me toca limpiar los salpicones de los azulejos antes de que vuelva; no quiero que se dé cuenta que su espectáculo me ha puesto tan caliente que he tenido que pajearme, pero tengo que reconocer que se me ha puesto dura desde el momento en que ha empezado a sacarse las pelotitas del culo. ¡Vaya pedazo de hombre!