Después de acompañar a Martín a su casa, tras la salida del hospital, me dirijo hacia la mía a prepararlo todo. Martín ha decidido no hacer ninguna aparición pública hasta que no volvamos de Sudamérica, así que en dos días nos embarcamos rumbo al nuevo mundo. Una extensa gira nos llevará por Nueva York, México, Venezuela, Colombia y Argentina, lugares donde parece ser que Martín es reclamado por sus admiradores americanos. Será un viaje duro porque en apenas veinte días tenemos que recorrernos varios países y aunque está claro que el esfuerzo físico lo tiene que hacer él, puesto que tiene que hacer muchos shows y rodar alguna escena porno, yo tengo que acompañarle cual fiel secretario a cualquier cosa que haga para poder documentarme para el dichoso libro, que está resultando mucho más complicado de escribir de lo que pensaba, porque si ya es difícil exponerse uno mismo y mostrar sus sentimientos, es el doble de difícil hacerlo con los de una persona real, de carne y hueso. Es mucho más difícil transcribir lo que piensa que lo que dice, porque lo que dice ya lo está diciendo él, pero lo que piensa es lo que hay que sacarle de dentro para compartirlo con el resto del mundo. Voy a intentar que quede un libro muy de verdad, con su verdad y por supuesto también con la mía, porque pienso contar todas y cada una de las cosas que nos han sucedido juntos, las buenas y las malas, sin saltarme siquiera el capítulo de las drogas, tal y como él me ha pedido.
Mientras camino por la calle inmerso en mis pensamientos, la vibración del móvil me devuelve a la realidad. En la pantalla, el nombre de Fran. Por un segundo me planteo no cogerlo, pero creo que es justo para ambas partes acabar la historia de una forma civilizada.
—¿Sí?
—Hola —me responde una voz tan dulce como de costumbre desde el otro lado de la línea.
—¿Qué tal, Fran? —pregunto un tanto indiferente.
—Quería verte. Necesito hablar contigo.
—¿No te parece que la última vez ya dijiste demasiado?
—Sí. Por eso. Lo he estado pensando y quería pedirte disculpas —me dice.
—Disculpas aceptadas.
—Gracias. Pero me gustaría verte de todas formas —me repite.
—Fran estoy súper liado, en dos días vuelo para Nueva York y tengo que prepararlo todo.
—¿Nueva York? ¡Qué envidia!
—Sí, me voy de gira con Martín.
—¿Cuándo vuelves? —me pregunta intrigado.
—Tenemos que viajar a varios países. En principio estaremos fuera unos veinte días, pero podría alargarse un poco, todo depende de los bolos que consiga este hombre allí.
—¿Y te paga el viaje?
—Claro, todo corre de su cuenta.
—Pero ¿tanta pasta gana?
—Más de la que nadie pueda pensar. Además te cuento una exclusiva: va a grabar un disco.
—¿Un disco de canciones?
—Claro.
—¿Sabe cantar?
—Pues digo yo que sabrá cuando se lo han propuesto.
—Igual te veo defendiéndolo por los programas cuando entre en Operación Triunfo —me dice jocoso.
—No seas estúpido.
—Estaba bromeando. Ya en serio, ¿vas a dejar de darme excusas tontas y quedar conmigo para despedirte como es debido o no?
—¿Tú quieres despedirte o follar? —le pregunto con un tono malicioso.
—Una cosa no tiene por qué excluir a la otra —me dice.
—Está bien —le respondo—. Esta tarde en mi casa a las siete y media.
Cuelgo el teléfono y en mi mente empiezo a maquinar alguna «maldad» con la que sorprender a Fran cuando venga a mi casa y se me ocurre la idea perfecta, así que me voy corriendo a prepararlo todo. El polvo de hoy va a ser inolvidable para él, de eso estoy seguro. Me ducho a conciencia, preocupándome especialmente de aquellos orificios que puedan ser penetrados. Me observo delante del espejo desnudo y la verdad es que no estoy nada mal. Rebusco entre la ropa interior que me regaló el otro día la marca de la que Martín es imagen y dudo entre unos boxer azules tipo shorts y un suspensorio negro que me hace un paquetón increíble. Me quedo con el suspensorio, estoy seguro que le dará bastante morbo ver mi culo al descubierto desde el primer momento.
En el salón coloco la cámara de video con el trípode y encuadro con un plano bastante largo para que todos y cada uno de los detalles puedan ser grabados. El telefonillo suena a las siete y veinte. Sabía que Fran se iba a adelantar. Abro y le digo que suba. Cuando llega arriba, me doy cuenta que se ha puesto mis vaqueros favoritos, esos que le marcan tanto el culo y que la mayoría de las veces lleva sin calzoncillos, por lo que su rabo cuelga morcillón de un lado para otro cada vez que se mueve. Aquella escena hace que mi nabo se revuelva dentro del suspensorio, pero como tengo puesto un albornoz como si me hubiese sacado de la ducha, Fran no puede darse cuenta.
Cuando entra me rodea con sus brazos y me da un largo y apasionado beso, de esos que erizan toda mi piel. Siento como un escalofrío me recorre todo el cuerpo y acaba en mis pezones, que los pone duros y firmes, erectos. Es innegable la química que hay entre nuestros cuerpos, sólo con que este hombre me toque, ya puedo sentir maravillas; es una pena que nunca hayamos podido llegar a algo más aunque el sexo haya sido maravilloso. Le pido que pase al salón y que se ponga cómodo mientras yo voy a la cocina a por un par de cervezas.
—¿Qué es todo esto? —me pregunta tan excitado como un niño pequeño el día de Reyes.
Yo no le contesto, sólo me acerco a la cámara y le doy a grabar. Luego me quito el albornoz y lo dejo caer al suelo. Cuando Fran me ve con el suspensorio se le queda una cara de pasmado que casi me hace soltar una carcajada.
—¡Khaló, joder! ¡Qué bueno estás! —me grita.
Me siento sobre él y comenzamos a besarnos. Mis labios buscan los suyos, recorren su boca, nuestras lenguas se entrelazan y yo le arranco la camiseta. Con mis manos recorro los pelitos de sus pectorales e inmediatamente vuelvo a la carga y lo beso con toda la pasión que puedo. Mi culo desnudo, que está sentado justo sobre su paquete siente la dureza de su entrepierna clavarse en la entrada de mis entrañas. Me pongo de pie y le obligo a restregar su cara por la parte delantera de mi suspensorio. Con sus labios intenta mordisquearlo por encima de la tela y a cada nuevo mordisco, a mi me crece un poco más. Con sus manos me agarra de los cachetes del culo y hunde su cara contra mi polla. La huele, la lame, la estudia… pero todo por encima de la tela. La dejo libre por uno de los laterales e inmediatamente se pierde en su boca. Fran, como en tantas otras cosas, es un maestro en comer pollas. Además se le nota las ganas que me tiene y lo cachondo que le ha puesto el jueguecito de la cámara y el suspensorio. Mientras me la chupa cojo la cámara para grabar mejor y en primer plano como entra y sale de su boca. Con una mano le sujeto la cabeza para poder follarle la garganta a mi aire. Empujo con todas mis fuerzas hasta que dos enormes lagrimones de felicidad recorren su cara. Le saco la polla y lo abofeteo con ella, me gusta sentir el tacto de su barba contra mi rabo. Mis venas se hinchan un poco más si cabe. La aspereza de su barba me hace enloquecer, así que se la vuelvo a meter en la boca y mientras sigo grabando le vuelvo a follar la garganta.
Fran mira a la cámara. Se nota que el juego le gusta y en su mirada parece agradecer este sometimiento que está recibiendo. Su cara rebosa felicidad y sujetándome de las caderas, es él ahora el que se inserta toda mi enorme polla entera en su boca, hasta que los rizos de mi vello púbico se le meten por la nariz.
—¡Levántate! —le ordeno mientras deposito la cámara de nuevo sobre el trípode.
—Quiero comerte el culo —me dice.
—¡Cállate! ¡Aquí mando yo! —le grito mientras de un tirón le he arrancado los pantalones y mis manos comienzan a inspeccionar los cachetes de su culo. Me encanta el culo de Fran, porque los cachetes son casi lampiños, pero luego tiene una hilera de pelos que habita toda su raja. Le separo los cachetes con las manos y comienzo el banquete. Primero lo huelo. Aspiro profundamente para percibir todos sus profundos olores. Aquel culo me huele a manjares dignos sólo de los dioses. Una tímida lengua se abre paso y le acaricia la entrada levemente. Su ojete se cierra al contacto con aquel intruso, pero poco a poco se va relajando y mi lengua abriéndose paso en aquella gruta. Lamo toda su raja entera, empapo los pelos con mi saliva. Le llevo la lengua desde donde la espalda pierde el nombre, hasta donde empiezan los huevos. Mi lengua se mueve como si fuese la de una serpiente y Fran comienza a gemir cada vez más fuerte. Está a cuatro patas sobre el sofá y mi cara hundida en su culo. Lo penetro con la lengua todo lo profundo que puedo, pero no es suficiente, hace mucho que a ese ojete no le dan su merecido. Le obligo a lamerme un dedo y se lo meto en el culo. Me hubiese gustado hacerlo despacio, pero decido castigarlo. De todas formas el cabrón está tan caliente, que le entra sin problemas. Vuelvo a sacarlo y se lo vuelvo a meter en la boca para que me lo chupe, pero ahora lo acompaño de otro más. Esta vez sí se lo introduzco muy despacio. Siento como aquel culo estrecho va cediendo poco a poco y mis dedos exploran su interior. Vuelvo a sacarlos y le escupo dentro. El lapo lo penetra y luego chorrea hacia afuera. Lo recojo con tres de mis dedos y cuidadosamente lo extiendo mientras vuelvo a penetrarlo. Aquel culo casi virgen, que tantas veces he soñado con follarme, está abierto al placer y no parece presentar obstáculo ninguno en que me lo siga follando, al menos de esa forma. Mientras Fran chilla pidiendo más, le introduzco un cuarto dedo. El muy hijo de puta lo está disfrutando tanto que el culo le dilata sin ningún problema. Él, que se quejaba de que no disfrutaba con el sexo anal y está ahora como loco con cuatro dedos dentro del ojete. Yo creo que nunca se lo habían follado en condiciones, si no, no lo entiendo.
Como dice el refrán, de perdidos, al río, así que lentamente decido introducir el dedo que me falta y que por supuesto pronto también encuentra su sitio. Tengo metidos todos los dedos de mi mano izquierda dentro de su ano, muevo la mano muy despacio, a veces dentro y fuera, otras en círculos. La saco de su gruta y la embadurno bien en lubricante para no hacerle daño, porque ya que le he metido todos los dedos, quiero meterle el puño entero.
Cuando se lo saco, Fran me mira como pidiéndome explicaciones, pero le obligo a que se ponga tumbado boca arriba en el sofá con las piernas en alto y así, comienzo de nuevo el proceso. Primero uno, luego otro, luego otro más… Y así hasta que los cinco dedos vuelven a estar dentro. Su cara se retuerce de placer. En el cuello tiene una vena que parece que le va a estallar y mientras se pajea me dice que como siga así va a correrse. Como no estoy por la labor de permitirlo, le quito la mano de su rabo y le doy la cámara.
—Toma esto y espero que grabes bien y que no pierdas detalle de cómo te voy a meter el puño hasta la muñeca —le susurro al oído.
Tras la cámara puedo ver la mezcla de morbo y miedo que hay en la cara de Fran. Vuelvo a echarme lubricante en la mano y observo el enorme agujero que se le ha quedado en lo que antes era un culito prieto y casi virginal. Cómo me pone este hijo de puta. Así que manos a la obra y comienzo a introducirle todos los dedos de nuevo. La cámara tiembla porque está tan cachondo que no es capaz de sostenerla quieta. Su ojete ofrece resistencia cuando intento introducirle la parte más ancha del puño. Una vez que eso entre, estará chupado porque el resto es mucho más estrecho.
—Tengo popper en los vaqueros —me grita al sentir como a su culo le cuesta seguir tragando puño.
Lo cojo y esnifo un par de veces y luego se lo pongo a él que también lo huela. El subidón es instantáneo y tras un leve mareo, al cabrón se le vuelve a poner la polla dura al sentir el contacto de mis dedos dentro de él. Cuando me meto el popper me acuerdo de Martín y de la historia que me contó pero, como él dijo, las cosas con cabeza no tienen por qué ser malas.
Poco a poco sigo luchando por introducir mi mano y una vez que el esfínter cede y la parte más ancha consigue abrirse paso, luego el puño resbala hacia dentro, como si una fuerza lo estuviese chupando e inmediatamente queda insertado hasta la muñeca.
—¿Estás grabando esto cabrón? —le pregunto.
Y aunque en otro momento, tal vez me habría parecido que tenía a Fran como si fuese un muñeco, en este estoy tan cachondo que sólo quiero más y más. Comienzo un leve mete-saca y Fran comienza a chillar de gusto. Al tenerlo así, casi me siento su dueño y señor, puedo abrir la mano y con mis dedos juguetear con sus entrañas, acariciarlas, excitarlas. Si es verdad que al punto G del hombre se accede a través del culo, está claro que voy a encontrárselo porque lo tengo tan relleno que no hay un solo punto de su interior que no le esté estimulando.
Subo un poco la mano hacia arriba y con los nudillos le regalo una suave caricia. Después un leves movimientos circulares y así hasta que me canso.
Fran, que sigue grabando y chillando a la vez, comienza a vociferar como si algo muy grave le ocurriese. Acto seguido, su polla empieza a chorrear toda la lefa que tenían acumuladas sus pelotas. Es algo curioso porque Fran siempre suele correrse a grandes chorros que salen disparados en todas direcciones, pero esta vez no, esta vez la leche ha salido como cuando no cabe más líquido en un recipiente y simplemente se desborda. Mientras se corre, o se derrama, que es lo que en realidad parece, todo su cuerpo ha entrado en tensión, hasta el punto que su culo ha apretado tan fuertemente mi puño, que casi no podía seguir moviéndolo.
Mi querido «fisteado» está tumbado en el sofá medio muerto y no tiene fuerzas casi ni para tener las piernas levantadas, pero yo no me he corrido y lo estoy deseando, así que le saco el puño con mucho cuidado y le quito la cámara. Primero grabo un poco su ojete y como ha quedado su interior después de este fantástico físt que acabo de regalarle. Luego grabo como comienzo a pajearme y cuando me voy a correr pongo el glande en el enorme agujero que se le ha quedado por culo después de la follada y me corro dentro, salpicando con mis chorros de lefa, sus tripas recalentadas. Después de correrme le sigo enfocando el culo y mientras mi polla empieza a bajar y volver a su tamaño habitual, aquella gruta empieza a expulsar la crema blancuzca que hace dos minutos, le acabo de introducir. La imagen de toda mi leche saliendo de su culo roto no tiene precio. Después de esto, apago la cámara; he terminado mi propia película. Ahora Fran entenderá y por fin sabrá lo que es follar con, o mejor dicho, como, un actor porno.