Cuando volvíamos a casa después de la sesión, en el coche imperaba un silencio absoluto. Nadie hablaba, ni siquiera el locutor de la radio que tenía sintonizada el chófer. Tanto es así, que sonaron un montón de canciones seguidas. Canciones lentas, como de otra época u otro país, pero todo muy lejano.
Un mensaje de Fran en mi móvil resquebrajó aquel silencio, pidiéndome que me pasase por su casa cuando volviese de la sesión de fotos para que le contase que tal había ido todo. Una ranchera empezó a escucharse y durante unos segundos pensé en el viaje a México que haríamos en unos días, preguntándome que tipo de aventuras nos sucederían allí. Porque si algo me había quedado claro es que todo lo que rodeaba a Martín era fascinante. Empezando por él mismo y su forma de hablar, que en el fondo era bastante inteligente, como si realmente tuviese muchos más años de los que dice tener o como si el espíritu de algún sabio lo hubiese poseído, dotándole de un exquisito sentido común que le daba un toque muy sexy cuando se comportaba como un humilde orador.
—¿Habría algún problema en que me dejaseis en una dirección diferente a la que me habéis recogido? —pregunté.
—No —contestó el chófer.
—En vez de irte a follar, deberías irte a currar —respondió Martín.
—¿Quién te ha dicho que vaya a follar? —le pregunto con desprecio.
—Tus ojos, el temblor de tus manos, el mensaje de tu móvil…
—¿Lo has leído?
—No he podido evitarlo —responde.
—Qué fuerte me parece.
—Lo justo es que si yo no voy a tener secretos contigo, tú tampoco los tengas conmigo. ¿Es tu novio?
—No —respondo toscamente.
—¿Un folla-amigo?
—Sí, algo así. ¿Tú tienes novio? —le pregunto aprovechando la coyuntura.
—No, ahora no.
—Pero habrás tenido.
—Claro, soy humano —me dice.
—¿Y no hubo problemas con tu profesión?
—Algunos también eran actores porno. A otros no les importó y aquellos a los que sí lo hizo, nunca llegaron a convertirse en nada.
—¿Y folla-amigos?
—Sí, desde luego que sí. De esos tengo muchos, muchísimos.
—¿Cuántos son muchísimos? —le interrogo.
—Pues no los he contado, pero está claro que siendo actor porno, con alguno de los actores que he follado en la pantalla, he follado luego tranquilamente en mi casa o en la suya. ¿Por qué no?
—¿Te conectas a chats?
—¿Y esa pregunta?
—Me estoy documentando para un libro que tengo que escribir.
—Sí. Tengo varios perfiles —me contesta sonriendo.
—Imagino que debes de recibir cientos de mensajes haciéndote proposiciones.
—La verdad es que sí, hay gente que antes ni me miraba y desde que soy actor porno estaría dispuesta a hacer cualquier cosa que le pidiese.
—¿Y no te cansa un mundo tan frívolo y tan falso? —pregunto.
—Cuando estoy caliente, no, porque me sirven para quitarme la calentura. Luego a la mayoría no vuelvo a verlos. Usar y tirar, ya sabes cómo es el mundo gay. De hecho hay por ahí un policía que a mí me daba un morbo terrible y siempre pasaba de mi culo y ahora, desde que soy actor porno conocido, ni siquiera lo frena el hecho de que tiene novio, y viene a hacerme una visita siempre que se lo pido.
—¿Y qué me dices de las chapas?
—¿Qué les pasa?
—¿Te has prostituido?
—Sí, claro que sí. Es la forma más rápida de sacar una buena cantidad de pasta.
—¿Y sigues haciéndolo?
—Me temo que a eso tendré que responderte en otro momento. Hemos llegado a la calle donde nos has pedido que te dejemos.
Me bajo del coche y antes de llamar al telefonillo tomo algunas notas en el cuaderno de todo lo que Martín me ha dicho o de las cosas que he visto para que no se me olviden y tenerlas en cuenta. Es un tipo raro. A veces es muy cercano y otras está como ausente, pero le gusta el misterio y le encanta ser la estrella. Le gusta dejar claro que él es el que manda y el que domina el juego y cuando crees que estás llegando hasta él, te das cuenta que es él quien está jugando contigo. Hay veces en las que parece que no se entera de nada y otras te demuestra que es una máquina de hacer dinero. Yo creo que a base de palos se ha hecho un caparazón que disfraza de falsa inocencia para poder sobrevivir. Mi padre solía decir que es mejor dejar creer a tus enemigos que eres tonto, para cuando se confíen, pillarlos por sorpresa. Con Martín tengo todo el rato ese dicho en la cabeza, porque a veces siento que se esconde tras una máscara desde la que nos observa a todos, allí en la lejanía, donde nadie puede hacerle daño. Juega todo el rato a que la gente lo subestime, para cuando están desconfiados rematarlos con el golpe de gracia. Definitivamente, es mucho más listo de lo que parece.
Pulso el botón y la voz de Fran me saluda. Subo corriendo y le pido un vaso de agua. Estoy seco. A pesar del catering que había en el plató, no he tomado nada. Mientras me bebo el agua me rodea por detrás y comienza a besarme la nuca. Puedo sentir como un enorme bulto comienza a presionarme en el trasero. Me quita el vaso, me da la vuelta y comienza a besarme. Sus besos son tiernos y apasionados, salvajes. Su lengua acaricia la mía, mis labios, mis dientes… Me mira a los ojos un instante y me vuelve a besar con más fuerza. Rápidamente empieza a quitarme la ropa. El roce de sus manos en mi piel me hace erizarme por completo. Me huele, me pasa la nariz por todo el cuerpo y aspira profundamente, como si fuese un perro y estuviese buscando la huella de algún delito.
—¿Qué tal con Martín? —me pregunta.
—Deja eso ahora y fóllame como sabes que me gusta.
—Voy a darte tu merecido, cabrón.
—Sí, así me gusta.
Fran me obliga a arrodillarme y a chuparle la polla. Su rabo permanece totalmente recto entrando y saliendo de mi boca. El muy cabrón se ha puesto un cockring metálico que hace que su polla, al estar oprimida por aquel aro, esté mucho más gorda que de costumbre. El relieve de sus venas es increíble y su glande, normalmente rosado, se presenta un poco morado, pero con un tamaño mucho mayor al que me tiene acostumbrado. Al ver aquello la boca se me hace agua y empiezo a babear. La meto en mi boca y comienzo a lubricarla bien para prepararla para lo que sigue.
Fran está muy cachondo. Me quita la ropa y me pone en el sofá a cuatro patas. Un escupitajo en el culo que extiende con uno de sus dedos y me la clava. De golpe. Y veo las estrellas. Grito como un loco para que me la saque, pero el cabrón lejos de parar, me folla más fuerte. De mis ojos caen dos lagrimones y mi mano se va directa a mi rabo para intentar sobrellevar mejor esa sensación de que me esté abriendo en canal.
Pero mi rabo está duro. Mucho, también más que de costumbre, y aunque sigo gritando no es porque me duela, sino de gusto. Siempre me ha encantado que Fran sea tan bruto cuando quiere. Es lo bueno de follar con él, que ningún polvo es igual a otro. Siento como su enorme y gordo rabo se clava en lo más profundo de mis entrañas y cuanto más se clava, más disfruto y cuanto más fuerte son sus embestidas, más me gusta. Y cuanto más ruido hacen sus huevos al chocar contra los míos, más cachondo me pongo.
Me saca la polla del culo sin avisar y me mete tres dedos, de golpe.
—Menudo agujero que tienes, cabrón —me grita mientras me ha cogido en volandas y me ha llevado hasta el baño, metiéndome en el plato de ducha.
Me obliga a arrodillarme y a que le vuelva a chupar la polla. Tiene el rabo tan hinchado que no entiendo como no le duele. Yo en cuclillas vuelvo a saborear ese cipote que tanto me gusta mientras siento como me palpita el agujero del culo, estoy tan dilatado, que podría entrarme un puño sin ningún tipo de complicación.
Fran coge un bote de popper y lo esnifa. Luego me lo pone a mí bajo la nariz y me tapa uno de los agujeros. No suelo utilizar este tipo de drogas porque me hacen perder el control. El popper me pone tan burro que no puedo parar de follar en horas y al día siguiente tengo el culo destrozado y la cabeza también, para que nos vamos a engañar. Pero en ese momento no me lo planteo, sólo quiero sentir la lefa de ese hombre que me tiene encandilado llenándome la boca.
Fran me la saca de la boca, me aparta cogiéndome del pelo y sin avisar empieza a mearme en la cara. Un enorme chorro sale del agujero de su rabo chocando contra mis mofletes. Abro la boca para intentar saborearlo y con mis manos lo extiendo por mi cuerpo. Está caliente, como yo, como él. Me pongo de pie, me doy la vuelta y con las manos me abro los cachetes del culo. Sentir como ese enorme chorro entra dentro de mí me hace perder la razón. Mientras se mea dentro de mí, vuelvo a esnifar un poco de popper. Siento que me mareo, que se me va la cabeza y lucho por retener en mi culo toda la cantidad que pueda de esa enorme meada.
De nuevo sin avisar vuelve a clavarme su cipote y al hacerlo toda su meada chorrea hacia fuera, empapándonos a ambos. Mientras me folla de pie y contra el cristal de la ducha, me tiene cogido por el pelo. Yo culeo todo lo que puedo y con una mano entre mis piernas, busco sus huevos para acariciarlos, para sentirlos, para intentar meterlos también dentro de mí.
Bruscamente me vuelve a sacar el rabo, y pegándome un buen tirón de pelos me hace arrodillarme. Nada más abrir la boca varios chorros blancos me caen dentro. Densos, muy densos, con un sabor agridulce. Y trago, trago toda la leche que puedo, pero aún así, es inevitable que parte de la corrida chorree por la comisura de mis labios y mi barbilla. Su polla morada pronto cae morcillona mientras la mía, dura como un mástil, comienza a expulsar toda la lefa.
—Nunca le había meado a nadie encima —me cuenta Fran.
—Vaya, pues hubiese jurado que lo llevabas haciendo toda la vida.
—Sí, ya te he visto muy receptivo —me dice como echándomelo en cara.
—Era lo que querías, ¿no?
—¿Qué pasa, todavía no te lo has follado? —me pregunta.
—¿Cómo?
—A Martín. Pensé que a estas alturas ya te lo habrías follado.
—No puedo creer lo que estoy oyendo —digo mientras empiezo a ducharme—. ¿Me estás diciendo que me has follado así por eso?
—¿Así cómo? —me pregunta.
—Con furia, con rabia acumulada…
—Claro, como él es un actor porno, ahora empezarás a pasar de mí, ¿no?
—¿Qué coño me estás contando?
—Pues que como ahora un actor porno te baila el agua, pasarás de mí.
—¿Y si paso de ti por qué estoy aquí?
—Porque estabas caliente, sólo eso. Seguro que este tío juega contigo y te ha dejado a medias y yo soy el premio de consolación, que te sirve para quitarte el calentón.
—Un momento. ¿Estás celoso? —le pregunto riéndome.
—Yo, ¿acaso debía estarlo?
—No, que yo sepa. Es más, no sabía que tuviésemos una relación y mucho menos, que nos fuésemos fieles.
—¿Qué quieres decir?
—En todos estos meses, ¿vas a decirme que no te has acostado con nadie? No me lo creo —le reprocho.
—Sí, claro que me he acostado con más tíos. Sólo faltaba…
—Entonces ¿qué es lo que me estás reprochando? —le pregunto mientras cierro el grifo y lo miro a los ojos.
—¿Estás con él o no?
—Martín es mi jefe. Me ha contratado para escribir un libro, no para que le coma la polla. ¿Qué pasa? ¿Qué te piensas? ¿Que soy un putón?
—Hombre, ahora que lo dices, te he visto muy suelto hace un rato.
—No, no sigas por ahí —le digo con una mirada inquisitoria mientras él todavía permanece en la ducha bajo el agua.
—En serio, puedes contármelo. Seguro que follar con un actor porno es mejor que hacerlo conmigo, que al fin y al cabo no soy nadie.
—Tienes razón, no eres nadie.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Fran.
—Que eres un gilipollas y lo único que te importa es que he sido yo quien ha conocido al puto actor porno y no tú. Pensé que me apreciabas al menos un poquito.
—No me montes el número. Ni que fuésemos novios.
—No, afortunadamente no.