Buscando en el sitio equivocado

Bajo al videoclub de la esquina. Acaba de abrir. Me gusta levantarme temprano y aprovechar el día. Doy los buenos días y busco en la sección de cine español. Tras un buen rato de insatisfactoria búsqueda, pregunto al dependiente.

Sergio es tan amable como de costumbre. Una vez me pasó a la trastienda y me lo follé, y a mí me da que a veces me sigue mirando con ojos golosones. Parece que se quedó con ganas de más. No es gran cosa. Es más bien feucho y con una polla bastante normalita, pero este hombre tiene una nariz de esas grandes que tanto me gustan. Podría catalogarlo como un feo morboso. Tiene un algo. Aunque no sabría explicar qué es. El caso es que yo soy de los que piensan que no hay nada mejor que un polvo mañanero, así que si me lo propone por supuesto que me dejaré hacer.

—Estoy buscando alguna película donde salga un tal Martín Mazza —le digo.

—No me suena mucho.

—Pues si no te suena a ti que eres una enciclopedia andante… —le contesto mientras noto como se ruboriza y de refilón me mira el paquete. Llevo puesto un pantalón muy fino con el que se me marca todo el glande.

—¿Y seguro que es español?

—Creo que sí.

—Te lo digo porque por el nombre puede ser italiano o algo así —me contesta.

—Pues ahora que lo dices…

—¿Dónde lo has visto? ¿Sabes alguna película que haya hecho? —me pregunta.

—No.

—Martín Mazza… —repite en voz alta, como pensativo.

—¿Y en el ordenador? ¿No tienes un archivo por actores o algo así?

—Podemos probar.

Teclea muy rápido. Tanto, que soy incapaz de seguir sus dedos. Se queda callado y mira fijamente a la pantalla. La luz que entra por la cristalera le ilumina un lado de la cara haciendo que la otra parte quede en sombra. Su nariz destaca por encima de todas las cosas. No puedo evitarlo y comienzo a empalmarme. Las narices son uno de mis puntos débiles, siempre me dieron mucho morbo. Soy un fetichista de las narices grandes.

Intento pensar en otra cosa, pero es imposible. Una vez que empieza no hay marcha atrás. La fina tela de mi pantalón no impide que mi rabo parezca una tienda de campaña. Disimulo como puedo.

—Nada —contesta—. No aparece nada con ese nombre.

—¿Estás seguro?

—Segurísimo.

—Mazza es con dos zetas —le recuerdo.

—Sí, he probado todas las combinaciones que se me han ocurrido —me responde haciendo como que está muy interesado en la búsqueda cuando en realidad no le quita ojo al bulto de mil pantalones.

—Vaya. ¿Puede ser que sólo haya hecho teatro? —le pregunto como si no me diese cuenta de que no para de mirarme la polla y cogiéndome el rabo con una mano para que se dé cuenta de lo duro que lo tengo y lo dispuesto que estoy.

—Podría ser. De todas formas te digo que a mí ese nombre no me suena de nada.

—Bueno, pues gracias.

—Espera —me grita—. No puedes irte así, mira cómo vas.

—Lo siento, no sé que me ha pasado —le respondo haciéndome el avergonzado y felicitándome a mí mismo porque estaba seguro que no podría resistirse al ver cómo me estaba tocando la polla.

—Sabes perfectamente que a esta hora estoy solo.

—¿Qué quieres decir? —le pregunto como si no supiera las ganas que tiene de que me lo vuelva a zumbar.

—Pasa dentro —me dice mientras abre la cortina que da al almacén.

—¿Estás seguro? —le pregunto como pregunta alguien que no quiere molestar en casa ajena.

—Segurísimo.

Obedezco de inmediato, pero cuando me dispongo a entrar se abre la puerta del videoclub y entra el dueño.

—Luis, qué temprano llegas hoy —dice nervioso el que acaba de darse cuenta que ya no me la podrá mamar.

—Sí, tenía que hacer unos pagos —responde el jefe con cara de pocos amigos.

—Bueno, muchas gracias por todo. Hasta otra —le digo al empleado para que su jefe no se dé cuenta de lo que íbamos a hacer y lo ponga en una tesitura difícil. No quiero que se me acabe el chollo de alquilar películas gratis. Ni el de que me la mamen cuando me apetezca, la verdad—. Si entra la película que te he pedido, guárdamela.

—Claro, no se preocupe —me dice un educadísimo Sergio para impresionar al que le paga todos los meses—. Puede que me entre en quince o veinte minutos. El cliente que la tiene debe de estar al llegar —me dice haciéndome señas de que su jefe no tardará mucho en irse.

—Gracias, luego me paso —le respondo.

Me tapo la erección como puedo, aunque ya empieza a bajar por sí sola. Salgo a la calle y hace un día primaveral. Cómo me gusta salir con ese solecito. Me da buen rollo, me llena de optimismo. Si Sergio que es un experto en cine no ha sabido decirme quién es Martín Mazza, no sé cómo voy a poder escribir nada sobre él. Yo que quería ver alguna de sus pelis… Iré a casa y lo buscaré en Google. Seguro que ahí aparecerá algo.

—¡Khaló, Khaló! —escucho que gritan a mi espalda. Me vuelvo y me encuentro a Fran.

—Hola. ¿Qué haces tú aquí?

—Pues he bajado al centro a hacer papeleo y ahora pensaba pasarme por tu casa. Estaba haciendo tiempo. Creía que estarías acostado todavía —me responde.

—No, me gusta madrugar.

—Pues yo lo odio.

—De todas formas, tengo que admitir que me vienes que ni pintado —le digo.

—¿Y eso?

—Porque tengo un calentón…

Fran me coge de la cabeza y me da un morreo de esos que parecen de película. Me gustan los hombres que besan. Me gustan los que besan con mucha lengua pero con pocas babas. Odio que me llenen la boca de babas o que me besen como si fuese una locomotora. Afortunadamente, él sabe cómo hacerlo. Mi erección es inmediata; en realidad tampoco había terminado de irse. Cuando Fran me toca es como si una descarga eléctrica recorriese mi cuerpo. Es algo superior a mí. Lo cojo del cuello y lo llevo directo a mi casa.

Lo meto en el ascensor y me lo como a besos. No me da miedo que esta vez se quede atascado; al contrario, me da morbo pensar que el ascensor se va a parar y Fran no va a poder parar hasta follarme ahí dentro.

Mis manos se pierden por su cuerpo: su abdomen duro, sus pectorales con una suave capa de pelito… Lleva unos pantalones pitillo, de esos que son tan estrechos que casi no puedo meter la mano por dentro, pero el enorme rabazo se le marca perfectamente gordo y duro a través de la tela.

Llegamos al cuarto y casi no atino a sacar las llaves y abrir. Una vez dentro, me empuja contra la puerta y empieza a comerme el cuello, la nuca, la oreja… Cierra de una patada y casi me arranca la ropa. Follar con Fran es un subidón constante porque nunca sabes cómo te lo va a hacer. A veces le gusta muy despacio, hasta que tienes que suplicarle por favor que acelere y te deje correrte. Otras en cambio le gusta de forma salvaje, que casi parece una violación. El caso es que antes de que me dé cuenta, estoy totalmente desnudo, contra la pared, y una hábil lengua me está comiendo el ojete.

Fran tiene una lengua enorme, de esas que cuando la pasa bien abierta por el agujero del culo sientes como un cosquilleo te recorre las entrañas y entonces sólo suplicas que te la meta entera. Además le pasa una cosa y es que tiene frenillo y aunque eso a la hora de hablar le hace cecear bastante, a la hora del sexo tiene otras virtudes, puesto que es capaz de girar la lengua casi en su totalidad formando una especie de remolino cuando lo hace muy rápido.

Primero la pasa bien abierta, como lubricando bien la zona. Me lame justo hasta donde acaban los huevos. Luego la empieza a introducir tímidamente. Saborea todas y cada una de las arruguitas que forman la entrada de mi cueva y de vez en cuando, sin avisar, mete toda la lengua dentro. Sentir cómo ese músculo húmedo y caliente te va abriendo por dentro me vuelve loco. Cómo esa masa pasa de blanda a dura y luego a blanda otra vez. Cómo la intensidad de cada entrada es diferente…

Suena el móvil pero no le hago caso y lo dejo que suene. Con las manos me separa los cachetes. Los abre hasta que noto que ya no doy más de mí y entonces puede contemplar todo mi agujero, que empieza a estar bien dilatado con tanta lengua. Cuando me nota bien abierto, es el turno del remolino. Sentir esa lengua revolviéndose en mi interior casi me hace desvanecer, por eso tengo que aferrarme bien fuerte a la pared con las uñas. El muy cabrón sabe que lo único que va a conseguir haciéndome eso que tanto me gusta es que me entren todavía más ganas de que me meta el rabo.

El cosquilleo que me produce su lengua al estimular todas mis terminaciones nerviosas es tan intenso que siento como si miles de hormigas estuviesen recorriendo mi interior. Tengo que concentrarme para no correrme, la sensación es brutal.

Se para y me escupe en todo el ojete. Siento como la saliva me penetra atravesando mi esfínter y me llena el culo y luego como chorrea hacia fuera. Fran no desperdicia nada, así que cuando la ve asomar la vuelve a recoger y con su lengua me la extiende. Tengo el culo tan abierto que casi siento que me lubrica. Estoy cachondo perdido y no puedo dejar de pensar en que necesito que me meta la polla. Necesito un buen rabo que me calme este fuego interno. Pero lo bueno siempre se hace de esperar.

Mientras el móvil vuelve a sonar siento unos leves mordisquitos en la entrada del culo. No pienso molestarme en contestar al teléfono y menos ahora, con lo bien que me lo estoy pasando. En este momento no hay problemas, no hay noticias, no hay nada… Sólo estamos Fran y yo. Con los labios succiona en la entrada, como si quisiese hacerme un chupetón en el culo, y a la vez me introduce la lengua y la mueve dentro. Fran nació para esto y lo sabe. Lo suyo es el sexo y de eso debería hacer su forma de vida.

Oigo el ruido de una cremallera. Giro la cabeza hacia atrás y veo como se está sacando la polla. Está muy dura y descapullada. Está tan caliente que se le ha replegado el prepucio dejando todo su glande, que en estos instantes está babeando, al descubierto. No hay una cosa que me guste más que una buena polla que babee cuando se pone bien dura. Hago el amago de arrodillarme para metérmela en la boca pero Fran me sujeta bien fuerte y no me deja.

—¿Te he dado yo permiso para que te des la vuelta? —me pregunta haciéndose el machito.

—No, señor —le contesto sumiso y mucho más cachondo que antes.

Fran está de pie detrás de mí y con sus manos vuelve a abrirme los cachetes del culo. El puto teléfono vuelve a insistir. Un enorme glande hace presión para entrar pero tengo el ojete tan lubricado con su saliva que apenas opone resistencia. La cabeza entra sola, de golpe. Doy un leve respingo provocado por la sorpresa más que por el dolor.

Fran vuelve a sacarme el glande y se masturba un poco. Luego coge y restriega por la entrada de mi culo todo ese glande húmedo por la excitación. Me da unos pollazos justo en mi orificio hambriento y vuelve a la carga. Me relajo todo lo que puedo para sentir cómo centímetro a centímetro me está insertando la polla hasta la empuñadura. Lo hace muy despacio. Poco a poco, para que note como entra en mí cada trozo de su piel. Al principio hay un poco de presión, hasta que atraviesa el esfínter, luego resbala sola hasta el final de la cueva, como tantas otras veces. De todas las pollas que me han follado, probablemente es la que mejor se adapta a mi culo.

Una vez está dentro entera y sus huevos hacen de tope, se queda ahí quieto un segundo. Para que el culo se acostumbre, supongo. No hay nada más placentero que tener aquel enorme pollón clavado hasta las mismísimas entrañas. Igual de despacio que me la ha metido vuelve a sacarla. Hasta que se sale entero de mí. Suspiro profundamente por el placer que me provoca sentir como me estimula interiormente y ahora sí, vuelve a penetrarme con toda la fuerza de la que dispone. Su polla se clava en lo más profundo de mi ser sin ningún tipo de cuidado ni miramiento. Una vez dentro, me empieza a follar tan salvajemente que casi creo que voy a desmayarme de placer. Con cada embestida mi cabeza se da golpes contra la pared y todo mi cuerpo siente como el gotelé se clava en cada poro de mi piel. Es una mezcla de dolor y placer que no se puede describir, hay que sentirlo. Me encanta que me follen salvajemente. Me gusta el rollo sumiso. Siento como sus pelotas chocan contra las mías produciendo unas palmaditas sonoras que me ponen aún más burro, si cabe. Mi polla, también dura, se clava igualmente, con cada embestida, en esos granulitos que salen de la pared. Mi glande circuncidado se restriega por aquel muro rugoso que tantas sensaciones me está regalando, mientras deja una pequeña pintada en forma de líquido pre-seminal allá por donde pasa.

Fran me tiene cogido por el cuello y cada vez embiste con más y más fuerza. Siento como sus manos se tensan sobre mi piel convirtiendo sus caricias casi en pellizcos. Va a correrse. Está a punto. Lo noto. En sus manos y en su rabo, que cada vez está más rígido, más duro. Culeo con mucha más intensidad que antes para acelerar también mi propio orgasmo. Tengo todo el cuerpo lleno de pequeñas rozaduras que me está provocando el fantástico polvo. Algunas incluso están sangrando. Fran comienza a sacarme la polla del culo y metérmela otra vez entera. De golpe, sin piedad… Y me corro. No puedo evitarlo y me corro. Una enorme corrida que se extiende contra la pared justo en el momento en que Fran saca su cipote de mi culo y un enorme y caliente chorro de lefa se derrama sobre mi espalda. Luego otro, luego otro más…

Estoy sudoroso, lleno de lefa y de heridas provocadas por el granito de la pared. Ningún hombre me folla como Fran.

El teléfono vuelve a sonar.

—Joder, ¿quién coño te está llamando con tanta insistencia? —me pregunta algo molesto.

—Creo que es Martín Mazza —le respondo.

—¿Quién?

—Martín Mazza —repito.

—¿El actor porno?

—¿Actor porno?

—Sí. ¿No sabes quién es? ¿Por qué te llama? —me interroga.

—Quiere que escriba un libro sobre él —le contesto.

—¡Qué punto! ¿Y de verdad no sabías que era actor porno?

—No, sólo me dijo que era actor —le digo.

—¿Pero en qué mundo vives? Martín Mazza es uno de los actores porno gay españoles más conocidos.

—¿En serio?

—Ha trabajado para los mejores estudios.

—Joder, ya veo lo puesto que estás —contesto.

—¿Y no vas a hacerlo? Tiene que molar escribir un libro sobre un actor porno.

—Tiene que ser morboso —pienso en voz alta.

—Pues como no te des prisa en contestar va a colgar —observa Fran.

—¿Martín? —respondo al coger el teléfono— ¿Por qué no me dijiste que eras actor porno?

—¿Cambia eso algo? —me pregunta.

—Eso lo cambia todo.