Canción del quebrantador de hielo

La historia del viaje de los compañeros al castillo del Muro de Hielo y la derrota de Feal-thas, Señor del Dragón, se convirtieron en toda una leyenda para los bárbaros de Hielo que habitaban esas desoladas tierras. Los clérigos del lugar la seguían relatando esas largas noches de invierno, en las que se cantan canciones y se recuerdan hazañas del pasado.

CANCIÓN DEL QUEBRANTADOR DE HIELO

Yo soy el que los traje de vuelta.

Soy Raggart y esto es lo que os digo.

Nieve sobre nieve anula las huellas del hielo,

el sol sangra blancura sobre la nieve

con una luz fría eternamente insufrible.

Y si yo no os dijera esto,

la nieve descendería sobre las hazañas de los héroes,

y su fuerza en mi canción se tendería en un corazón de escarcha,

que no se levantaría nunca más,

nunca más mientras el aliento perdido se deshace.

Eran siete de las tierras cálidas.

Yo soy el que los traje de vuelta.

Cuatro espadachines de una orden del norte,

la mujer elfa Laurana,

el enano de las colinas,

el kender de huesos de halcón.

Empuñando tres espadas llegaron al túnel

de la garganta del único castillo.

Descendieron entre los Thanoi, los viejos guardianes,

donde sus espadas labraron el aire caliente,

destrozando tendones, destrozando huesos,

mientras los túneles se teñían de rojo.

Descendieron sobre el minotauro, sobre el oso de hielo,

y las espadas silbaron de nuevo,

brillando al borde de la locura.

En el viejo túnel hallaron brazos,

hallaron garras, hallaron cosas indecibles,

mientras los espadachines descendían,

y un brillante vapor se helaba tras ellos.

Llegaron a las habitaciones del corazón del castillo donde los aguardaba Feal-thas,

señor de lobos y dragones, con armadura blanca,

que cubre el hielo cuando el sol sangra blancura.

Y llamó a los lobos, raptores de niños,

que se amamantaban de la muerte en el cubil de los ancestros.

Los héroes fueron rodeados por un círculo de cuchillos de ansia,

mientras los lobos avanzaban bajo la mirada de su señor.

Y Aran fue el primero en romper el círculo.

Un viento ardiente de la garganta de Feal-thas desenredó la devanadera de la caza perpetrada.

El siguiente fue Brian, la espada del señor de los lobos.

Lo envió en busca de tierras más cálidas.

Todos quedaron congelados en el filo de la navaja.

Todos quedaron congelados, excepto Laurana.

Cegada por una ardiente luz, que inflamaba la corona de la mente,

donde la muerte se funde con el sol poniente,

detuvo al quebrantador de hielo.

Y sobre el hervor de los lobos, sobre la muerte,

enfrentándose a una espada de hielo, enfrentándose a la oscuridad,

abrió la garganta del señor de los lobos.

Y, al ver su cabeza desplomarse, los lobos retrocedieron.

El resto es rápido de contar.

Destrozando los huevos, el violento engendro de los dragones,

un túnel de escamas e inmundicia

los llevó a la terrible alacena,

los llevó más allá, los llevó al tesoro.

Allí el Orbe danzaba en azul, danzaba en blanco

henchido como un corazón en su interminable latir.

Me lo dejaron sostener. Yo soy el que los traje de vuelta.

Fuera del túnel más sangre, más sangre bajo el hielo.

Portando su propia e increíble carga,

los jóvenes caballeros silenciosos y andrajosos.

Ahora quedaban sólo cinco.

El último era el kender saltando con sus pequeñas bolsas.

Yo soy Raggart, y esto es lo que os digo.

Yo soy el que los traje de vuelta.