Oxford, 3 de enero de 2015
Allan leyó el Times en su portátil y no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro. En primera plana salía la cara desencajada de Alexandre von Humboldt, los periódicos lo acusaban de filonazismo y de haber firmado un acuerdo secreto con el Vaticano. No solo había perdido las elecciones a la presidencia de Europa, sino que una comisión de investigación iba a indagar en sus oscuros vínculos con la industria armamentística y con partidos de extrema derecha.
En una de las noticias menores se leía algo del rápido y casi disimulado entierro del papa Pío XIII, muerto el 1 de enero de un repentino ataque cardiaco.
Allan apartó del ordenador y se sentó en su confortable sillón.
La ayuda de los Hijos de la Luz había sido imprescindible para desenmascarar al papa, aunque Allan sabía en su fuero interno que lo habían utilizado para dar un giro radical a la Iglesia. En unos días se reunirían los cardenales para elegir un nuevo pontífice y en unos meses todo se habría olvidado; la Iglesia había sobrevivido a escándalos peores que ese.
Comenzó a abrir la correspondencia atrasada y se paró al ver una carta de la Universidad de Oklahoma. Era una invitación para una ponencia en primavera. La colocó entre las cartas con posibilidad de respuesta, después se puso en pie y miró a través de la ventana el verde intenso que alfombraba el suelo de Oxford y pensó que aquello era su hogar. No importaba lo lejos que tuviera que irse, aquellas viejas piedras serían siempre su hogar.