Roma, 30 de diciembre de 2014
La biblioteca de la Universidad Pontificia se encontraba completamente desierta. Quedaban unas horas para que el año terminara y los estudiantes apuraban las fiestas y celebraciones que se sucedían por la ciudad. Allan entró en la sala con Rabelais y Ruth; se sentía solo, traicionado y humillado, pero debía cumplir con su deber.
La chica apenas miraba a Allan, sabía que él se sentía profundamente decepcionado. Le habían mentido y lo habían utilizado, no podía alegar nada en su defensa. Ella también había sido engañada por el sacerdote, pero eso ya no importaba. Ahora tenían que seguir adelante, ya no era una cuestión política, era pura supervivencia.
Rabelais se aproximó al ordenador y buscó en la base de archivos digitales.
—¿Leísteis el interrogatorio al director de la Ahnenerbe en Núremberg?
Allan miró al sacerdote e intentó concentrarse en la búsqueda.
—Sí, lo hemos leído casi entero, pero no encontramos nada.
Giorgio comenzó a leer las últimas páginas de la declaración en alto:
P: Esto es una carta de Brandt a la RSHA fechada el 6 de noviembre de 1943, marcada como «Secreto». Está dirigida a la atención del Obersturmbannführer de las SS Eichmann, de la RSHA. El encabezado dice «Creación de una colección de esqueletos en el Instituto Anatómico de Estrasburgo».
R: Efectivamente.
P: «El Reichsführer-SS ha emitido una directiva en el sentido de que al doctor Hirt, Hauptsturmführer de las SS, que es director del Instituto Anatómico de Estrasburgo y el jefe de un departamento del Instituto de Investigaciones en Ciencias Militares en la Sociedad de la Ahnenerbe, se le suministre todo lo que necesite para su trabajo de investigación. Mediante auto del Reichsführer-SS, por lo tanto, le pido que le preste asistencia en todo lo que sea menester para la materialización de la colección. El Obersturmbannführer de las SS Sievers se pondrá en contacto con usted para discutir los detalles».
¿Aún dice que no saben nada de los detalles de este asunto?
R: Nunca he dicho eso. Aquí se está investigando el desarrollo histórico de esta cuestión, y en ese sentido, no puedo decir cuándo empezó, ya que se remonta directamente a las conversaciones entre Himmler y Hirt, que tuvieron lugar antes de que Hirt se convirtiera en director de Anatomía de la Universidad de Estrasburgo. Como tal, recibió la orden de crear un departamento de Anatomía moderno con todos los avances tecnológicos y científicos y todos los modelos anatómicos necesarios. Hirt entonces, en vista de sus anteriores conversaciones con Himmler, hizo la solicitud tal y como puede verse en el informe. Entonces recibí la orden de ayudar a Hirt en esta tarea que había sido asignada por Himmler. Lo que no sé es si Himmler…
P: Perdone que lo interrumpa, testigo. ¿Cuántos seres humanos fueron sacrificados con el fin de crear esta colección de esqueletos?
R: Se mencionan ciento cincuenta personas en este informe.
P: ¿Esos fueron todos a los que ayudó a asesinar?
R: No intervine en el asesinato de estas personas. Simplemente realicé una función de intermediario.
P: ¿Usted fue un simple correo entre las dos partes?
R: Sí.
P: Durante las sesiones preparatorias a este juicio le pregunté (pueden verlo en la página 1939 de la transcripción): «¿Cuántas personas estima que fueron asesinadas en relación con el experimento Rascher y otros experimentos llevados a cabo bajo el pretexto de la ciencia nazi?». Y usted me respondió «No puedo contestar a eso, porque yo no tenía conocimiento de estos asuntos». Afortunadamente, todo lo que dijo está grabado.
R: A día de hoy sigo sin poder dar una fecha precisa, y no sé el número exacto de personas utilizadas por Rascher en su experimento. No puedo dar una cifra si la ignoro.
P: Usted le juró al comisionado que no tenía conocimiento de estas cuestiones. Pase, por favor, al documento 087, para que pueda refrescarle la memoria. Esta será la prueba GB577. Se encuentra en la página 14 del informe, señoría. Esta es otra de sus cartas. Lleva por encabezado «Sociedad Ahnenerbe, Instituto Militar de Investigaciones Científicas». Usted fue el director de ese instituto, ¿no es así?
R: Yo era el gerente de los negocios del Reich.
P: La carta está fechada el 21 de junio de 1943. Está marcada como «Alto secreto», dirigida al departamento IV B 4 de la RSHA, a la atención del Obersturmbannführer de las SS Eichmann. Leo:
«Asunto: Creación de una colección de esqueletos.
En referencia a su carta de fecha 25 de septiembre de 1942, y las conversaciones personales que desde entonces han tenido lugar sobre este tema, quisiera informarle de que nuestro asociado, el doctor Hager, Hauptsturmfuehrer de las SS, quien estaba a cargo del proyecto especial anteriormente mencionado, paralizó sus experimentos en el campo de concentración de Auschwitz el 15 de junio de 1943, a causa del peligro de epidemias.
Hasta el momento se había experimentado con un total de ciento quince sujetos».
Me detendré aquí un momento. ¿Qué tipo de experimentos sufrieron estos seres humanos con vistas a hacer de ellos una colección de esqueletos?
R: Mediciones antropológicas.
P: ¿Se les tomaron medidas con fines antropológicos antes de ser asesinadas? ¿Eso es todo lo que ocurrió?
R: Se hicieron moldes.
P. Voy a proseguir con la lectura de su carta, en la que queda muy claro que hubo algo mucho más siniestro que simples mediciones antropológicas:
«En total fueron ciento quince las personas seleccionadas para el experimento: setenta y nueve fueron judíos; treinta eran judías, dos eran polacos y cuatro asiáticos. En la actualidad, estos presos están separados por sexos y bajo cuarentena en dos edificios en el hospital del campo de concentración de Auschwitz.
Para proseguir con el experimento es necesario trasladar a estos presos al campo de concentración de Natzweiler. Este traslado debe hacerse lo más rápidamente posible a causa del actual peligro de epidemia en Auschwitz. Se adjunta una lista de las personas seleccionadas.
Rogamos que se tomen las medidas necesarias. Dado que el traslado de los reclusos presenta un cierto grado de peligro de propagación de la epidemia a Natzweiler, pedimos que se nos envíe ropa limpia para ochenta hombres y treinta mujeres de Natzweiler a Auschwitz inmediatamente».
Esta es su carta. Si su único interés en estas pobres personas era tomar mediciones con fines antropológicos y conservar sus frágiles huesos para exponer sus esqueletos, ¿por qué no los mataron inmediatamente? Sospecho que llevaron a cabo otro tipo de experimentos, y los mandaron a otro campo para estudiar los resultados, ¿no es así?
R: No, no sé nada de otros experimentos. Eso no sucedió.
P: ¿Qué fue de esa colección de esqueletos? ¿Cuándo fue montada?
R: Los huesos fueron armados en Natzweiler y el tratamiento ulterior estuvo en manos del profesor Hirt.
P: Después de que el profesor Hirt y otros miembros de las SS asesinaran a estas personas, ¿qué fue de sus cuerpos? ¿Dónde los enviaron?
R: Supongo que fueron trasladados al departamento de Anatomía de la Universidad de Estrasburgo.
P: ¿Quiénes fueron las personas que participaron en este asunto de los esqueletos para el instituto anatómico forense de Estrasburgo?
R: El doctor Bruno Beger, un reputado antropólogo de la Ahnenerbe; el antropólogo Thomas Kerr; el escultor Wilhelm Gabel, que realizó los moldes de los prisioneros; el doctor August Hirt, responsable de los experimentos en Natzweiler; el doctor Fleischhacker; el doctor Heinrich Rübel; Josef Kramer, el director del campo de concentración; y el oficial de las SS y miembro de la Ahnenerbe Klaus Blumer.
P: ¿No participó nadie más en esta misión?
R: No, que yo sepa.
Cuando Rabelais terminó de leer el interrogatorio, Allan lo miró pensativo.
—¿Qué piensas? —preguntó.
—Es indudable que los servicios secretos vaticanos tienen miedo de que se revele alguna información, pero tal vez nos hemos equivocado —dijo Allan, enigmático.
—No entiendo —dijo Ruth.
Allan se dirigió a la joven, intentó olvidar su orgullo herido y le respondió:
—Es muy sencillo, hasta ahora creíamos que la Santa Alianza buscaba ocultar un secreto, pero puede que lo que intentara ocultar fuera a una persona.
—¿Una persona? —preguntaron a coro.
—Sí.
—¿Quién? —preguntó el italiano.
—Tenemos que averiguar qué pasó con cada uno de los miembros de la Ahnenerbe que intervinieron en el asunto de los huesos. Puede que la clave esté delante de nuestros ojos y no la veamos —dijo Allan mientras imprimía la última hoja del informe.