Roma, 28 de diciembre de 2014
En el subsuelo de la Ciudad del Vaticano, decenas de túneles se extendían como una telaraña que rodeaba la ciudad. Esas madrigueras habían servido durante años para permitir la entrada y salida de la Santa Sede evitando los controles de los enemigos del papa. Muy pocos conocían su existencia y aún menos sabían orientarse a través de ellos.
En mitad de ese laberinto, justo debajo de la Capilla Sixtina, se encontraba uno de los centros de investigación y espionaje más importantes del mundo. La Santa Alianza disponía de todo tipo de laboratorios, salas de adiestramiento e instalaciones secretas.
Aquella noche, cuatro de los miembros del servicio secreto estaban reunidos de urgencia. El cardenal Rossi, el cardenal Holmes, el obispo Faletti y el arzobispo Blázquez.
—Estamos ante la crisis más grave desde el atentado a Juan Pablo II —dijo el arzobispo Blázquez intentando romper el hielo.
—Lo importante es que la hermana María tiene a la muchacha, y eso atraerá a los dos profesores. No creo que se atrevan a hacer públicos sus descubrimientos mientras ella esté en nuestro poder —dijo Rossi.
—Puede que intenten algo justo ahora. Europa está a punto de elegir a su primer presidente, el papa ha apoyado públicamente a uno de los candidatos… Si el asunto trasciende a la opinión pública, Giorgio Rabelais conseguirá matar dos pájaros de un tiro —dijo el cardenal Holmes.
—No creo que Haddon lo permita. El inglés no es un idealista, no consentirá que la chica sufra ningún tipo de daño —comentó el obispo Faletti.
—¿A qué hora llega el avión con el equipo de la hermana María y la prisionera? —preguntó el arzobispo Blázquez.
—Debe de estar a punto de aterrizar. La transportarán en coche y la pondrán a buen recaudo —dijo el cardenal Rossi.
—¿Los Hijos de la Luz intentarán algún golpe de efecto? —preguntó Blázquez.
—No creemos que se atrevan a tanto. Por ahora se limitan a acumular información —dijo Holmes.
—Esperemos que no comience una nueva guerra entre facciones, sería lo peor que podría pasarle a la Iglesia en estos momentos tan delicados —dijo Blázquez.
—Estamos preparados para enfrentarnos a cualquier tipo de cisma, hemos aprendido a lo largo de la historia que las disidencias hay que eliminarlas de raíz, no cometeremos el mismo error otra vez —zanjó el cardenal Rossi.