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Londres, 27 de diciembre de 2014

Allan se despertó sobresaltado a mitad de la noche. Se levantó sudando y tomó un poco de agua. La verdad es que le apetecía algo más fuerte, pero llevaba más de veinte años sin beber una gota de alcohol y prefirió coger el diario de Kerr. Las páginas describían el invento del oficial y el uso del camión donde se gaseaba a los prisioneros, así como las estadísticas que comparaban la eficiencia de la muerte por fusilamiento con la del nuevo sistema.

Aquel diario parecía un libro de los horrores, pero poco a poco Kerr fue disminuyendo su fervor guerrero y se dedicó a la misión que se le encomendó desde Berlín para animar a la conquista de Crimea. Al parecer, Sebastopol se resistía a caer y Himmler pensaba que la única solución era convencer a las tropas de que lo que estaban recuperando era una tierra alemana, que estaban regresando a la tierra de sus ancestros. Para ello, Himmler necesitaba que varios especialistas prehistoriadores y antropólogos construyeran una historia fabulosa sobre los orígenes godos de Crimea, la antigua Cimeria.