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Oxford, 27 de diciembre de 2014

La pantalla del ordenador se iluminó y Marcelo Ivanov, alias el Ruso, puso en marcha el sistema de búsqueda. Si cualquiera de sus dos objetivos había pagado con tarjeta o se había inscrito en algún hotel, el sistema no tardaría en encontrarlo. Esperó unos instantes, pero no parecía que ni el hombre ni la muchacha estuvieran en Oxford. Habría que intentarlo con otras ciudades en Gran Bretaña. Comenzó introduciendo Londres y el ordenador indicó que tardaría unos quince minutos en rastrear las bases de datos. El Ruso quitó el envoltorio a un sándwich y comenzó a comer mientras escuchaba un poco de música.

Miró por encima de la pantalla y se aseguró de que no había nadie cerca mirando. Apretó un botón y en la pantalla apareció el vídeo de una mujer desnuda. La mente del asesino se concentró en el vídeo, en su cabeza retumbaban los jadeos de la pantalla y el sonido de los cascos lo aisló del resto de personas que lo rodeaban. Llevaba casi un mes sin estar con una mujer, no le gustaba contratar prostitutas en los países donde trabajaba.

El ordenador emitió un pitido y el hombre miró su programa de búsqueda. Al parecer, Allan y Ruth tenían tres habitaciones en un hotel en el centro de Londres. Las habitaciones estaban a nombre de Ruth Kerr, debían de pensar que nadie buscaba a la chica. El Ruso había visto la orden de búsqueda y captura de la policía alemana, pero al parecer no se había cursado la de la Interpol.

Bueno, ya sé dónde os alojáis. Será mejor que os encuentre cuanto antes. Habéis logrado escapar una vez, pero no tendréis una segunda oportunidad, se dijo El Ruso mientras cerraba el portátil.