Bruselas, 24 de diciembre de 2014
Alexandre salió a la gran balconada del edificio y sintió que la brisa fresca despejaba su mente. Anna lo siguió a los pocos minutos.
—¿Por qué te has marchado de la fiesta? —le preguntó, rodeándolo por la cintura.
—No soporto a esos burócratas y chupasangres, son el cáncer de Europa —dijo Alexandre con cara de desprecio.
—¿Acaso no eres tú un político? —dijo Anna, divertida.
El hombre se volvió con rabia y le sujetó las manos.
—No soy uno de ellos. Tu padre, el «magnate ruso del petróleo», creía que casaba a su hija con el futuro saqueador de Europa, pero yo voy a terminar con toda la corrupción y depurar el continente.
—Me haces daño, cariño.
—Reyes, presidentes y altos funcionarios serán los primeros en caer. Una nueva Europa para un nuevo milenio.
—No te dejarán hacerlo, Alex.
—¿No me dejarán? Tengo el mayor ejército del mundo. Millones de seguidores capaces de hacer lo que les pida. Cuando tome el poder nada podrá detenerme.
—Ellos son muy fuertes —dijo la mujer, asustada.
—Ahora lo son, pero cuando yo tenga el mando tendrán que aceptar mis órdenes o desaparecer —dijo Alexandre, furioso.
—Todavía tenemos que ganar.
—¿Aún dudas de nuestra victoria? No hay otro partido tan poderoso, nuestros oponentes no podrían gobernar aunque se aliaran todos en una gran coalición.
—Ten cuidado, cariño. No sabes a quiénes te estás enfrentando.
—Lo sé perfectamente. Te lo aseguro.