Autopista E-51, 22 de diciembre de 2014
El humo negro le impedía ver. Intentó forzar la puerta, pero estaba completamente aplastada. El cristal de su ventanilla no estaba roto. Se desabrochó el cinturón y miró a su lado. El profesor Peres estaba con la cabeza colgando a un lado y las gafas torcidas. Sangraba por la nariz y los oídos. Cuando miró hacia atrás, vio a Ruth tumbada de lado, también inconsciente. Intentó moverse, pero un fuerte pinchazo en el costado lo paralizó.
Se inclinó sobre su amigo e intentó abrir la puerta, pero la manecilla estaba bloqueada. A gatas, pasó a la parte trasera. Cogió el rostro de Ruth y apretó los dedos en sus mejillas.
—¡Eh! ¿Estás bien? —preguntó con la voz angustiada.
La chica no reaccionó. Empujó la puerta, pero tampoco cedía. Entonces se abrió de repente y Allan se cayó sobre el asiento, quedando con la cabeza al revés. Una mujer lo miró con los ojos muy abiertos. Le pareció un ángel en medio de todo ese humo y dolor.
—¿Se encuentran bien? —dijo mientras le levantaba la cabeza con cuidado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Allan, confuso.
—Se han salido de la carretera. Tiene que verlos un médico.
—Un médico… —dijo Allan antes de perder el conocimiento.