Javier:

Si quieres que te sea sincero, no tengo ni idea de qué manera puedo escribirte estas líneas para que me creas. Un editor de libros, como yo, precisamente debería poder presumir de saber utilizar las palabras adecuadas en cualquier situación, pero te confirmo que cuando un hombre se queda desnudo frente a su cruda realidad, da lo mismo su condición y su educación; no hay manera de explicar lo que uno siente.

No será ésta la única confesión que te haga a través de este papel y también, si me lo permites, me gustaría pedirte un favor: lee todo lo que voy a escribirte a partir de ahora. Es muy importante para ti y para mi hija. Estoy seguro de que no merezco ese voto de confianza por tu parte, pero necesito explicarte lo que me pasó y por qué me pasó. Sólo así podré calmar mínimamente mi condena.

Quizá lo más justo hubiera sido que empezara esta carta escribiendo mil veces las palabras “perdóname Javier”… Aunque estoy seguro de que ni aún haciéndolo en millones de hojas como las que tienes entre tus manos, merecería tal privilegio. No soy más que un monstruo que se ha portado muy mal y que a causa de mi mala cabeza he acabado por arruinar la vida de mi hija y la tuya. Dicen que Dios perdona a todas las personas sus pecados… veremos si cuando yo me presente ante Él, puede perdonarme después de lo que he hecho. Pronto podré saberlo… muy pronto…

Es momento de que te confiese algo que ya sabes: yo he sido el que ha convertido tu vida en un infierno sin razón, ya que tu único delito ha sido querer a mi hija… a mi niña, a mi pobre Sofía…

Yo fui el que hizo que la Guardia Civil te detuviera. No sé qué se me pasó por la mente en esos momentos y, aunque no me creas, te juro que sólo quería que los beneméritos te dieran una lección; solamente eso y nada más. Pero se me fue de las manos y no quiero ni pensar lo que podría haber sido de ti si no hubiera aparecido el comandante Rivera para ayudarte. Un gran hombre, y mejor guardia; agradécele siempre lo que hizo.

Pero mi locura no se vio saciada sólo con ese acto injustificable. Cuando supe que te habían dejado libre mi demencia maquinó una solución de urgencia y la idea más cruel que se me ocurrió fue mandar a Sofía a Salamanca. Pensé que alejándola tanto de ti lograría que te olvidaras de ella y que ella se olvidara de ti…

Te preguntarás por qué lo hice. Por que quería separaros a mi hija y a ti, tan simple y absurdo como eso. Lo hice porque no soportaba que quisieras tanto a Sofía. Te parecerá extraño que te diga esto, pero es la triste y pura verdad. Desde que murió mi mujer, mi niña fue el único apoyo que he tenido; mi única razón para vivir. Pero cometí una atrocidad con ella y poco después tú apareciste en nuestras vidas afirmando que eras el padre del bebé que iba a tener Sofía. En ese momento todavía no sabía que aquella confesión no era cierta y cual bestia iracunda, sólo puede buscar venganza contra la persona que iba a arruinar la vida de mi pequeña; en ese momento tú, Javier. Sin darme cuenta que era yo el que estaba cometiendo el error más grande de mi vida.

Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y hace muy pocos días que alguien muy cercano y, sobre todo, muy querido por mí me abrió los ojos, me enseñó la luz y me desveló la verdad. Y ahora que conozco la historia real no puedo más que admirarte y rendirme ante el buen corazón que has demostrado tener al querer asumir tal carga.

No te sorprendas cuando te digo que creo que tú debes querer a Sofía mucho más que yo. En toda mi vida nunca he conocido a nadie con tanto valor como tú. No cambies nunca, porque te servirá para un futuro, estoy seguro.

Déjame que llegado este momento te pida otro favor: te suplico que cuides mucho de Sofía. Ella no tiene la culpa de nada de lo que te ha pasado. El único culpable de todo soy yo.

Para vuestra tranquilidad ya he dejado todo dispuesto para que cuando leas esta carta, tú y tus padres podáis ir a Salamanca para traeros a Sofía aquí, a Madrid; de donde nunca debí echarla.

Por el dinero no os tendréis que preocupar tampoco. Está todo arreglado para que ella dirija la editorial en cuanto pueda. Además lo hará contigo, ya que un día te prometí un puesto de trabajo y creo que el de Director Adjunto es el que te mereces por muchas razones. No me cabe la menor duda de que bajo la dirección de ambos, la editorial vivirá sus mejores tiempos. Los dos sabéis mucho de libros, así que buena suerte.

Y sobre todo sed felices, que sois jóvenes y tenéis toda la vida por delante. Tú la quieres y ella te quiere a ti, así que nada más os debe importar nunca.

En cuanto al bebé también quiérelo como si de verdad fuera tuyo. Pero qué estoy diciendo, si es que es tuyo. Enorgullécete siempre cuando te llame papá y siéntete el hombre más importante del mundo cuando todos os digan a Sofía y a ti que sois los padres de la criatura más bonita.

Nada más Javier, no quiero hacerte perder más el tiempo, que seguro que estarás deseando emplearlo en ir en busca de Sofía. Sólo me arrepentirme, una vez más, de todo el daño que te he hecho a ti y a mi hija.

Un último favor: cuando la veas, dale un beso de mi parte, pero no le digas la verdad. Que nunca sepa que te lo he pedido yo… ¿harás eso por mí? Yo nunca podré besarla otra vez, y así podré despedirme de ella para siempre, aunque sea a través de ti.

A partir de ahora tus padres sabrán lo que tienen que hacer, porque ellos también recibirán una carta mía. Les doy toda mi confianza para que os ayuden a Sofía y a ti.

Te deseo… Os deseo todo lo mejor… Te lo juro.

Hasta siempre

Rafael Olmedo García