Capítulo 56

Chaol no entendía el sentido de lo que Celaena le había dicho, de las palabras que le había susurrado al oído. Era una fecha. Ni siquiera había especificado de qué año. Solo el día y el mes. Una fecha que había quedado atrás hacía semanas y semanas. Era el día que Celaena había dejado la ciudad. El día que se la habían llevado presa a Endovier, hacía un año. El día que sus padres habían muerto.

Se quedó en los muelles hasta mucho después de que el barco hubiera abandonado el puerto. Las velas se perdían en el horizonte, pero él seguía allí, buscando el significado de la fecha. ¿Por qué Celaena le había contado todo acerca de las… de las llaves del Wyrd, pero se había mostrado deliberadamente oscura respecto a esa otra pista? ¿Qué podía ser más importante que la horrible verdad que acababa de descubrir acerca del rey al que debía obediencia?

La existencia de las llaves del Wyrd, por más que lo aterrorizase, tenía lógica. Explicaba muchas cosas: el inmenso poder del rey, aquellos viajes en los que todo su séquito moría y por qué Cain había llegado a ser tan fuerte. Incluso por qué, en cierta ocasión, Chaol había visto cómo los ojos del duque Perrington se oscurecían de un modo extraño. Pero ¿no había tenido en cuenta Celaena, al contarle todo aquello, en qué posición lo colocaba? ¿Y qué podía hacer al respecto, una vez estuviese en Anielle?

A menos que encontrase el modo de zafarse de su promesa… En verdad, no había llegado a especificar cuándo regresaría a Anielle. Ya lo meditaría al día siguiente. De momento…

Cuando Chaol volvió al castillo, se dirigió a los aposentos de Celaena y revisó el contenido de su escritorio, pero no encontró nada que hiciese referencia a aquella fecha. Comprobó el testamento, que había sido firmado varios días después del día en cuestión. El silencio y la soledad de las habitaciones amenazaban con devorarlo, y estaba a punto de marcharse cuando atisbó un montón de libros medio ocultos en un rincón.

Árboles genealógicos e incontables crónicas de la realeza. ¿Desde cuándo estaban allí aquellos libros? Chaol no los había visto la noche anterior. ¿Sería otra pista? Sacó las crónicas reales —todas referidas a los últimos dieciocho años— y las revisó una a una. Nada.

Hasta que llegó a una en concreto, fechada diez años atrás. Era la más gruesa de todas; algo muy lógico por otra parte, teniendo en cuenta los acontecimientos que se habían producido en aquel entonces. Pero cuando leyó la entrada referida a la fecha que Celaena le había susurrado, se le heló la sangre en las venas.

Esta mañana, el rey Orlon Galathynius, su sobrino y heredero, Rhoe Galathynius, y la esposa de Rhoe, Evalin, han aparecido asesinados. Orlon murió en el lecho de su palacio real de Orynth, y Rhoe y Evalin aparecieron muertos en las camas de su casa de campo, situada junto al río Florine. Aún no tenemos noticia sobre la suerte que ha corrido la hija de Rhoe y Evalin, Aelin.

Chaol tomó el primer volumen de genealogía, aquel que detallaba el árbol familiar de las casas reales de Adarlan y Terrasen. ¿Acaso Celaena intentaba decirle que sabía la verdad sobre lo sucedido aquella noche? ¿Que se había enterado de dónde se ocultaba la princesa Aelin? ¿Tal vez que ella estaba allí cuando todo aquello sucedió?

Chaol hojeó las páginas, repasando las genealogías que ya había revisado anteriormente. En ese momento, recordó algo en relación al nombre Evalin Ashryver. Ashryver. Evalin procedía de Wendlyn y ostentaba el título de princesa en la corte del rey. Le temblaban las manos cuando extrajo un libro que incluía el árbol genealógico de la familia real de Wendlyn.

En la última página, al final, aparecía el nombre de Aelin Ashryver Galathynius, debajo del de su madre, Evalin. Sin embargo, solo reflejaba la línea materna, porque…

Encontró el nombre de Mab dos por encima del de Evalin. Era la bisabuela de Aelin, una de las tres reinas de las hadas: las hermanas Maeve, Mora y Mab. Mab, la más joven y poderosa, que a su muerte se había convertido en la diosa conocida como Deanna, señora de los cazadores.

El recuerdo lo azotó como un golpe en la cara. Aquella mañana de Yulemas, Celaena se había mostrado sumamente incómoda al recibir la flecha dorada de Deanna: la flecha de Mab.

Chaol repasó el árbol hacia abajo, hasta que…

«Mi bisabuela pertenecía al pueblo de las hadas».

El capitán tuvo que agarrarse al escritorio. No, no era posible. Volvió la atención hacia el libro de crónicas, que seguía abierto, y giró la página en busca del día siguiente a la fecha en cuestión.

Aelin Galathynius, heredera del trono de Terrasen, ha muerto esta mañana o quizá durante la noche. Antes de que el socorro llegara a la finca de sus difuntos padres, el asesino, que por la noche no pudo dar con ella, regresó. Su cuerpo aún no ha sido hallado, pero se cree que ha sido arrojado al río que pasa junto a la casa de sus padres.

Ella le contó una vez que Arobynn la había… la había encontrado. La había encontrado helada y medio muerta. A la orilla de un río.

Se estaba precipitando en sacar conclusiones. A lo mejor solo quería darle a entender que todavía le importaba el destino de Terrasen o…

Sobre el árbol genealógico de la familia Ashryver, alguien había escrito un poema, una especie de apunte anotado a toda prisa.

Ojos de Ashryver,

ojos mágicos de antiguas leyendas,

su azul brillante cercado de oro.

Ojos de un azul brillante, cercados de oro. Un grito estrangulado brotó de su garganta. ¿Cuántas veces había contemplado Chaol aquellos ojos? ¿Cuántas veces la había visto desviar la mirada ante el rey, la única prueba que no podía ocultar?

Celaena Sardothien no estaba aliada con Aelin Ashryver Galathynius.

Celaena Sardothien era Aelin Ashryver Galathynius, heredera al trono y legítima reina de Terrasen.

Celaena era Aelin Galathynius, la mayor amenaza al reino de Adarlan, la única persona que podía reclutar un ejército capaz de oponer resistencia al rey. Ahora, también era la única persona que conocía el origen del poder del soberano… y estaba buscando un modo de destruirlo.

Y Chaol acababa de enviarla directamente a los brazos de sus más poderosos aliados en potencia: la tierra natal de su madre, el reino de su primo y los dominios de su tía, la reina Maeve de las hadas.

Celaena era la reina perdida de Terrasen.

Chaol se dejó caer de rodillas.