Capítulo 1

Solo el batir de las contraventas al viento racheado de la noche delató su entrada. Nadie la vio escalar la tapia del jardín de la sombría mansión, y gracias a los truenos y al gemido del aire que soplaba en la costa cercana, nadie la oyó escalar la cañería, saltar por la ventana y deslizarse al descansillo de la segunda planta.

Al oír unos pasos que se acercaban, la campeona del rey se ocultó en un nicho. Encapuchada y bien embozada con la capa, hizo lo posible por camuflarse entre las sombras y convertirse en un mero jirón de oscuridad. Una criada avanzó penosamente hacia la ventana abierta y la cerró, rezongando. Instantes después, desapareció por las escaleras del otro lado del descansillo. No había reparado en las huellas que aún humedecían la madera del suelo.

Un relámpago iluminó el rellano. La asesina respiró a fondo y repasó los planes que tan concienzudamente había memorizado a lo largo de los tres días que llevaba vigilando aquella mansión de las afueras de Bellhaven. Cinco puertas a cada lado. La alcoba de Lord Nirall se encontraba tras la tercera a la izquierda.

Aguzó el oído para comprobar si algún otro criado se dirigía hacia allí, pero, aunque la tormenta rugía con furia en el exterior, en la casa reinaba el silencio.

Sigilosa cual espectro, recorrió el descansillo. Empujó la puerta del dormitorio de Lord Nirall, que se abrió con un chirrido casi imperceptible. Aguardó a que retumbara otro trueno para cerrarla con cuidado.

Un segundo relámpago iluminó a las dos figuras que dormían en el lecho endoselado. Lord Nirall no debía de pasar de los treinta y cinco años. Su mujer, morena y hermosa, dormía profundamente en sus brazos. ¿Qué ofensa habrían cometido, tan terrible como para que el rey hubiera ordenado sus muertes?

Se deslizó hacia el borde de la cama. No le correspondía a ella hacer preguntas. Su trabajo consistía en obedecer. Se jugaba la libertad. Mientras se acercaba a Lord Nirall, volvió a repasar el plan.

Desenvainó la espada casi en silencio. Luego se estremeció, al mentalizarse para lo que estaba a punto de hacer.

Lord Nirall abrió los ojos justo cuando la campeona del rey blandía la espada sobre su cabeza.