[1] Una vez escrito este fragmento para la conferencia, me enteré casualmente —con gran sorpresa— de que La cena, un maravilloso cuento de Augusto Monterroso que yo había leído muchas veces, transcurre en el 8 bis de la rue Amyot de París: una dirección en la que, a pesar de haber leído muchas veces el cuento, no había yo reparado demasiado, más atento probablemente a lo que el relato contaba. Allí, por lo visto, en el segundo piso izquierda, tuvo durante un tiempo un apartamento el escritor Alfredo Bryce Echenique, que un día dio una cena —la que da título al cuento— a la que invitó a Monterroso, pero también a Kafka, al que esperaron en la rue Amyot sin éxito.
Aunque yo, muchos años después, encontré esa calle con cierta dificultad «por callejuelas estrechas, ayudado por un mapa de la ciudad», a Monterroso en cambio le resultó más bien sencillo: «Como en cualquier gran ciudad, en París, hay calles difíciles de encontrar; pero la rue Amyot es fácil si uno baja en la estación Monge del Metro y después, como puede, pregunta por la rue Amyot.» <<
[2] Aquel día me dije que todo estaba inventado, pero me faltaba comprobarlo desde un nuevo ángulo de visión, el que pocos días después me proporcionó un breve fragmento de Molloy de Beckett, leído al azar en uno de los puestos de ventas de libros en los muelles del Sena: «No inventamos nada, creemos inventar cuando en realidad nos limitamos a balbucear la lección, los restos de unos deberes escolares aprendidos y olvidados, la vida sin lágrimas, tal como la lloramos. Y a la mierda.» <<