Hemingway volvió del hospital y se replegó más en sí mismo. Como decía Jeanne Boutade, son frecuentes los escritores que, por mucho que hayan triunfado, terminan por recluirse, por esconderse cuando se hacen viejos. Pero ¿qué le sucedía exactamente a Hemingway? «Tal vez», dice Anthony Burgess, «una creciente tristeza por su fracaso en ser su propio mito; más posiblemente una incapacidad sexual que, considerando sus proezas en otros terrenos de la acción viril, le desconcertaba profundamente. Con la fama, o, en cualquier caso, con cualquier clase de sensación de reconocimiento de méritos, puede esperarse la aparición de una melancolía crónica, que se expresa como un ansia de morir. O, más sencillamente, Hemingway se veía como excepción a la famosa regla de Thoreau de tener, como todos los hombres, que vivir una vida de serena desesperación: no pudo hacer frente a la tensión que la mayoría de los hombres padecen elegantemente, era demasiado parecido a un dios para que se esperara de él que tuviera que hacerle frente.»
«Al final de su vida», dice Borges de Hemingway, «se sintió acosado por la incapacidad de seguir escribiendo y por la locura. Le dolía haber dedicado su vida a aventuras físicas y no al solo y puro ejercicio de la inteligencia.»
«La semana pasada trató de suicidarse», dice de un cliente del bar un camarero viejo en el cuento de Hemingway Un lugar limpio y bien iluminado. Y cuando el camarero joven pregunta por qué, recibe esta respuesta: «Estaba desesperado.» «¿Por qué?», vuelve a preguntar el joven. «Por nada.»
Hemingway cambió el sol y la alegría de los cafés limpios y bien iluminados de Cuba por su desolada casa de Ketchum, Idaho, una casa perfecta para matarse. Un domingo por la mañana, el 2 de julio de 1961, se levantó muy temprano mientras su mujer dormía, encontró la llave de la habitación donde estaban guardadas las armas, cargó una escopeta de dos cañones. En Un lugar limpio y bien iluminado hay una oración: «Nada nuestro que estás en la nada, nada es tu nombre, tu reino nada, tú serás nada en la nada como en la nada.» Cargó la escopeta, se puso el doble cañón en la frente y disparó. Y a la mierda.