La primera noche que volví a pasar en París, tal vez porque mi padre me había dado un ultimátum con respecto al dinero, soñé que André Blavier, el hombre que iba peinado exactamente como yo, intentaba decirme algo pero no se atrevía. Hasta que por fin me lo decía: «Los jóvenes se imaginan que el dinero lo es todo, y cuando se hacen mayores, saben que es cierto.»