¿Quería yo realmente triunfar en París? Intento profundizar en mi mente no muy profunda de aquellos años y no acabo de encontrar ahí la respuesta exacta a esa pregunta. A lo máximo que llego es a recordar que yo pensaba que debería ser ya un escritor muy conocido, pero que era una lástima porque me faltaba lo esencial: haber terminado un libro. Por otra parte, en caso de acabar el libro que andaba haciendo, el miedo a publicarlo era inmenso, aún me da miedo recordar el miedo atroz que me daba la idea de publicar. También me faltaba una mujer, que fuera bella e inteligente y me quisiera. Tampoco eso lo tenía. En realidad no tenía nada. Y yo me decía: Qué injusticia más grande, quizá si acabo la novela y la publico triunfe, pero qué miedo. Aunque, bueno, quizá la publique venciendo el miedo y triunfe gracias precisamente a que la lea una mujer muy bella e inteligente, quizá una enfermera, que me querrá de inmediato al leer mi libro. Pero entonces surgía la sospecha terrible de que no iba a encontrar una lectora que me amara teniendo en cuenta que yo me proponía asesinar a mis lectores. No podía haber una perspectiva de debut más desgraciado en literatura, porque me estaba echando asesinas piedras ilustradas sobre mi propio tejado y para colmo debía esperar a terminar aquel libro para empezar otro que realmente me aportara posibilidades de triunfar, de encontrar a la mujer de mi vida. ¿Y cómo iba a triunfar si no estaba seguro de que me convenía hacerlo? ¿Y cómo iba a publicar si no quería hacerlo y, además, no tenía terminado el libro, debido precisamente al miedo que me daba publicar? ¿Y si encontraba a la mujer de mi vida y no triunfaba? Lo ideal, me decía muchas noches al apagar la luz de la siniestra buhardilla, sería conocer a una mujer bella e inteligente que me ayudara a triunfar, que hiciera bueno aquello de que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Pero ¿cómo podía aspirar a encontrar a una gran mujer si en el fondo yo sabía perfectamente que no era un gran hombre? ¿Llegaría a serlo algún día? Yo me decía que tal vez de eso podría tratar mi siguiente novela, la que escribiría cuando me sacara de encima a la maldita asesina ilustrada. Me decía eso y me dormía. Y entonces imaginaba en sueños que París —no yo— tenía un gran futuro y, además, tenía tranvías.