EL 29 de abril de 1974 compré papel y sobre y escribí la misma carta que Arthur Rimbaud le había escrito un 29 de abril de 1870 a Théodore de Banville:
¿Y si encontraran sitio estos versos en el Parnasse contemporain?
Yo no soy conocido. Pero ¿qué importa? Los poetas son hermanos. Sus versos tienen fe, aman, esperan: eso es todo.
Querido maestro: eléveme un poco: soy joven: tiéndame la mano…
Metí la carta en el sobre y la envié a Monsieur Théodore de Banville, chez M. Alphonse Lemerre, éditeur. Passage Choiseul, París.
Siete días después, Correos me devolvió a la buhardilla la carta de Rimbaud. La carta había llegado al passage Choiseul (escenario, por cierto, del infierno adolescente del escritor Céline), pero allí no habían encontrado a ningún Monsieur Théodore de Banville y la habían reenviado a la rue Saint-Benoît, donde esperé a que se hiciera de noche para abrirla y leerla. «Soy joven», leí en voz muy alta. Y esperé toda la noche a que alguien acudiera en mi auxilio, llamara a la puerta de mi chambre y me tendiera una mano. Pasé la noche esperando a Rimbaud.