¿Soy conferencia o novela? Dios, qué pregunta. Disculpen ustedes. Parece que regrese a los días en que era joven, vivía en París y estaba desesperado y no paraba de hacerme preguntas. Normalmente se abren siempre ante los jóvenes horizontes de esperanza, pero los hay que eligen la desesperación, y yo era uno de ésos, pues no sabía muy bien por dónde ir por la vida y, además, tenía la impresión de que estar desesperado era más elegante, vestía mucho más que ser un pobre joven instalado en la esperanza. El hecho es que hoy tengo la impresión de estar volviendo a ser aquel joven que tantas preguntas se hacía. ¿Soy conferencia o novela? ¿Soy? De repente, todo son preguntas. ¿Soy alguien? ¿Soy qué? ¿Me parezco físicamente a Hemingway o no tengo nada que ver con él? Por sus miradas, respetable público, me parece que ustedes opinan como mi mujer y amigos. Ustedes tienen el mismo talante que ellos y que los organizadores de Key West. No sé por qué, me parece que me están descalificando. Sin duda lo hacen guiados por su sensatez. Sin embargo yo necesito creer que cada día me voy pareciendo más físicamente al ídolo de mis años parisinos, pues ya sólo esto me une sentimentalmente a mis días de juventud. Por otra parte, creo que tengo derecho a poder verme de forma diferente de como me ven los demás, verme como me da la gana verme y no que me obliguen a ser esa persona que los otros han decidido que soy. Somos como los demás nos ven, de acuerdo. Pero yo me resisto a aceptar tamaña injusticia. Llevo años intentando ser lo más misterioso, impredecible y reservado posible. Llevo años intentando ser un enigma para todos. Para ello, con cada persona adopto una actitud diferente, busco que no haya dos personas que me vean de igual forma. Sin embargo, esta esforzada tarea se me está revelando inútil. Sigo siendo como los demás quieren verme. Y por lo visto todos me ven igual, como a ellos les da la gana. Si al menos alguien, ya no digo mucha gente sino alguien, supiera verme idéntico físicamente a Hemingway…