En memoria de los que han caído en un combate absurdo y por una causa sin sentido, pero que con su vida y muerte atestiguan una vez más la condición trágica del ser humano. Espero que mis limitaciones no hayan borrado ni sentimentalizado la huella de esta tragedia ante el lector.

En memoria especialmente de Cerdán Calixto. Cerdán fue abatido meses después de concluido este testimonio. Pensé entonces cambiar algunas de las líneas más duras sobre él, pero me pareció que hubiera sido falso e injusto. Su peripecia estuvo marcada, en mayor medida que los otros personajes aquí mencionados, por ese doble signo de lo trágico y lo absurdo.