Apéndice I

LAS INFILTRACIONES EN EL GRAPO

Un aspecto que importa clarificar es el de las infiltraciones que haya podido sufrir el PCE(r)-Grapo. La idea de que es un partido «manipulado» se ha extendido, implicando que la eventual infiltración privaría automáticamente al partido de todo papel o voluntad propias. Haré unas puntualizaciones.

1. Cualquier partido o grupo clandestino está expuesto a la penetración policial (tampoco el aparato del Estado es inmune, a su vez, a la infiltración clandestina). Se ha citado con frecuencia la sufrida por los bolcheviques en su mismo comité central. Menos aireada ha sido la de los terroristas naródniki rusos, uno de cuyos jefes, Asef, fue agente de la Ojrana zarista. En España no sólo el GRAPO, el FRAP o la ETA han sufrido infiltraciones, sino también el PSOE, el PCE, los anarquistas, los republicanos, etc.[95]. Pero ninguno de ellos puede ser entendido como simple agente manipulado por sus enemigos. La vida y la historia no la explican las infiltraciones. Incluso en el plano más personal, más individual, es un dato interesante, comentado hace años creo que por Enzensberger, la conducta del citado Asef, que, siendo con casi total seguridad agente zarista, realizó numerosos atentados perjudiciales para el régimen ruso[96].

2. El carácter provocador tomado por el PCE(r), como por tantos grupos, proviene principalmente de su desvariado análisis de la historia actual, sin hacer precisa —aunque pudiera ocurrir— la intervención de algún agente externo para gobernar a unos idealistas simples y fanatizados. Nadie supone que la ETA esté compuesta de provocadores profesionales, o dirigida por ellos, y, sin embargo, es bien claro el sesgo provocador de muchos de sus actos.

3. Creo que nadie con una pizca de buen sentido albergará suspicacias razonables, después de leer este libro, sobre el carácter político del PCE(r). Hasta el más novelero entenderá que la cuestión es más compleja que un relato de espías.

Dicho esto, consigno lo que sé respecto a las infiltraciones.

En cuanto a la etapa de la OMLE, tengo la convicción de que no hubo en ella ninguna penetración significativa. La convicción me viene del hecho de no haberse cebado la represión en nosotros, así como de los informes que nos pasaban los detenidos: la policía nos prestaba una atención más bien desvaída. Y me parece demasiado artificiosa la hipótesis de la policía potenciando desde 1968 el programa de la OMLE para hacerlo desembocar, siete años después, en atentados terroristas.

Seguramente los golpes del PCE(r) en verano del 75 alarmarían a la Dirección General de Seguridad, pero las ocasionales detenciones subsiguientes probaban que todavía no nos habían identificado. Quizás el cuidado policial se centrase más en sus problemas internos, derivados de la transición en curso. Pero en ocasión de las primeras acciones reivindicadas, al año siguiente, la identificación fue inmediata, señal de que ya nos seguían la pista. Desde ese instante, el poder se empeñó febrilmente en desarticularnos, aunque, visiblemente, tardó en familiarizarse con los diversos niveles del partido: organismos de base (los más vulnerables), comité central, comisión ejecutiva, que disponía de medios y experiencia para tener en jaque a sus perseguidores, y aparato armado.

Entonces debieron iniciarse en serio las tentativas de penetración. No obstante, hasta después de la Operación Cromo no hay el menor indicio de que tuvieran éxito. La primera infiltración de importancia, según hoy se sabe, se dio meses más tarde: se introdujo en el engranaje PCE(r)-MPAIAC un servidor de Conesa, llamado Espinosa, que al parecer tuvo también relación con los fracasos del FRAP en el 75. Ocurrió cuando la Comisión Política vivía en Alicante. Recuerdo vagamente haber oído a Brotons mencionar a un «tío cojonudo» que servía de enlace con los argelinos y Cubillo, enlace proporcionado por éstos. No me fijé más en ello, por no depender directamente de mí, y tener más problemas en qué pensar. Aquel «tío cojonudo» parece haber sido el causante de la caída del comité central en pleno, descalabro que casi trituró al partido. Ése achacó las detenciones a una traición de los servicios secretos argelinos. No es fácil comprender cómo pudo depositarse en un sujeto tan recientemente conocido la confianza necesaria para poner en sus manos el organismo central[97].

Otro caso desconcertante lo sufrió el Grapo por las mismas fechas, en verano del 77. La intriga empezó en una gran huelga de la construcción en Asturias, donde los pecerristas agitaron con entusiasmo. Conectaron con un «líder» de la huelga, procedente de UGT y muy radicalizado, el cual entró de un salto en el partido y, dentro de él, en el Grapo, hecho asombroso. Una vez allí, provocó la detención del comando de Madrid (capitaneado por Hierro Chomón), en medio de tiroteos y con la espectacular encerrona de un grapense, llamado Torrijos, en un piso a cuyos inquilinos retuvo parte de una noche, hasta que se entregó por mediación de Tierno Galván.

Los del PCE(r) consiguieron arrestar al espía en una casa, interrogándole con el propósito de eliminarlo físicamente. Pero, en un descuido de la vigilancia, el preso se les escapó y se produjo una persecución callejera por Vallecas, que concluyó, si mal no recuerdo, en nuevas detenciones de militantes. Algo publicaron la prensa y los órganos del partido.

Tengo aún noticias de un tercer hecho, más tétrico: un muchacho, a quien sus camaradas quitaron la vida, de un tiro en la nuca, en Vigo, también hacia finales del 77, o en el 78. Le acusaban de haber entregado al comité vigués, impidiendo con ello una huelga general que estaba a punto de declarar el partido. Teniendo en cuenta las nulas posibilidades del comité para organizar huelga general alguna, la liquidación del presunto chivato adquiere su perfil.

Indudablemente el PCE(r) se veía constreñido entre su escasez de efectivos fiables y la necesidad perentoria de hacerse notar como fuerza en auge, capaz de golpear sin tregua al «fascismo». Esta contradicción atosigante explica ciertos sucesos.

Más adelante se dieron casos como el asesinato del juez Cruz Cuenca, en el que concurrieron circunstancias raras, como la negligencia policial en la protección a la víctima o la forma como ésta fue sorprendida, al salir de su domicilio, pese a llevar una vida alerta e irregular, según se aseguró. De ello nada sé, pues pertenece a una época bastante posterior a mi expulsión.

Tampoco está en mi mano aportar más luz en torno a la matanza de la cafetería California, en Madrid. No estoy seguro ni de la culpabilidad ni de la inocencia del Grapo en el crimen. Simplemente, hay en su trayectoria anterior suficientes indicios como para no creer imposible su autoría.

En resumen, el lector ha de hacerse cargo de que no pertenecen al reino de la realidad las historias de servicios secretos y terroristas infalibles, donde cada hecho tiene un significado preciso y perfectamente calculado, dentro de tramas enormes y oscuras. En la práctica surgen mil chapuzas y casualidades, siendo con frecuencia imposible discernir lo que se debe al azar o a un proyecto mal concebido de lo que procede de la intención y el cálculo experto.