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Eisenmuth se quedó allí sentado a solas.

Descubrió que empezaba a tener fe y sintió una creciente excitación que bullía en su interior. Aunque Norteamericana de Robots fuesen las manos, el Gobierno sería el cerebro dirigente. Él en persona sería el cerebro dirigente.

Si continuaba cinco años más en su cargo, cosa muy posible, ya podría presenciar el momento en que comenzaría a aceptarse el apoyo robótico a la ecología; diez años más, y su propio nombre quedaría indisolublemente vinculado al mismo.

¿Era una desgracia desear ser recordado por una grande y meritoria revolución en la condición humana y planetaria?