Cuanto más sabes quién eres, y lo que quieres, menos te afectan las cosas.
Lost in Translation, de SOFIA COPPOLA
Por la noche, delante del fuego
Les ha costado, pero por fin han conseguido encender el fuego. Después de una cena genial compuesta por sopa de mamá de Silvia, bocadillos de Valeria, fruta de Bea y chucherías de Estela, ha llegado el momento que todas están deseando: LA GRAN RPU.
En silencio, preparan la casa como si lo hubieran hecho toda la vida y llevaran años viviendo allí. Silvia se encarga del fuego. Valeria llena la cabaña de velas e incienso de la tienda. Estela y Ana bajan los colchones de las camas del piso de arriba y los colocan delante del fuego. Bea crea un círculo con piedras que ha recogido del bosque cuando han ido a buscar leña.
Las Princess se sientan con una extraña sensación. Tal vez pasen muchos años hasta que puedan repetir una experiencia como esta. Bea coge la mano de Silvia, esta la de Ana, esta la de Valeria, y Estela cierra el círculo. Sin decir nada, y con el sonido de la leña crepitando sobre el fuego de fondo, permanecen cogidas de las manos durante unos segundos. Entonces, y también en silencio, todas ponen sus objetos en el centro.
—Bueno, ¿por dónde empezamos? —pregunta Bea, inquieta.
—Está claro, ¿no? —responde Estela—. Tenemos a dos Princess que han estrenado príncipe, y yo creo que nos tienen que contar qué tal les ha ido. Sobre todo, Ana.
Esta se pone supercolorada, y aprovecha para romper el hielo:
—La verdad es que estoy superfeliz de que Valeria esté aquí con nosotras. Me gusta mucho que al final Silvia la aceptara y que se haya convertido en una Princess más. Aprovecho para darte las gracias, Ariel. No te lo había dicho hasta ahora, pero he pensado mucho en aquella tirada de cartas que me hiciste cuando nos conocimos. Me infundiste muchos ánimos, y luego, en la radio, me animaste a perseguir a mi hombre. Y la primera noche con Víctor, qué queréis que os diga… Fue increíble.
—¿Cómo de increíble? —pregunta Estela provocando las risas de las chicas.
—Bueno, aquella noche llovía mucho. ¿Te acuerdas, Valeria? Llegamos a su casa empapados, y bueno… ¡Me da mucha vergüenza!
—Cómo me alegro por ti, Ana —dice orgullosa Valeria, quien confiaba a ciegas en esa relación desde el mismo momento en que los vio juntos.
—Tengo la sensación de que Víctor no durmió nada porque se pasó toda la noche acariciándome. Fue increíble. Creo que no he sido más feliz en mi vida.
—No como el tonto de mi hermano, ¿verdad? —replica Silvia, un poco triste.
—¡Noooo! Yo adoraba a tu hermano. No pienses lo contrario, ¿eh? Pero… no sé…, lo que siento con Víctor no es lo mismo.
—Bueno, y la otra que se ha estrenado ha sido… ¡Valeria! —grita Estela mientras le aprieta la mano—. Te toca.
Esta coge el libro de Diego de Noche, se lo pone junto al pecho y suspira.
—¡Ay! Damián es… A veces me entristezco pensando en que algún día se acabará. En serio, me entra una angustia enorme sólo de pensarlo. Yo creía que nunca podría llegar a sentir lo que siento. Estaba convencida de que el amor era un invento, y ahora estoy taaan feliz que no soy capaz de explicarlo, porque no me lo creo. Es que ¡ES MI AUTOR FAVORITO! Es un sueño que no sé si me merezco.
—Pues claro que sí. ¿Cómo puedes decir eso? Eres una chica superespecial y te mereces a un chico superespecial —la anima Silvia.
—Gracias. Siento que no funcionara lo de Sergio —la consuela, y la mira a los ojos.
—Pues yo no. Al menos lo intenté.
—Di que sí. ¡Esa es la actitud! —exclama Estela, que se siente igual con respecto a Marcos. Ya no es su pareja, pero no se arrepiente en absoluto de haber salido con él.
—Es verdad. Hay gente que no se ha enamorado en la vida —dice Silvia.
—¡Cierto! —contesta Estela—. Y para cerrar el círculo, chicas, ¿qué tal te va con Toni? —Gira la cabeza y mira a Bea.
—Absolutamente genial. Pero no te creas, que también hemos tenido nuestros conflictos, ¿eh?
—¿Como cuáles? —pregunta, intrigada.
—A veces coqueteaba con otras chicas y yo me ponía un poco celosilla.
—¿Celosilla cómo? —pregunta Ana.
—Pues eso. Que le he montado algún que otro numerito.
—Eso es porque era tu profe y te sientes insegura —dice Valeria.
—A mí me pasa un poco con Víctor. ¡Es tan guapo…! —suspira Ana.
—¡Oye, arriba esa autoestima! ¡Os merecéis al tío que está con vosotras, que por eso está con vosotras y no con otras! —grita Estela.
—Cómo hemos cambiado. ¿Verdad, chicas? —pregunta Silvia.
—¡Ya te digo! —contesta Bea—. ¿Os acordáis de cuando decidimos cuáles serían nuestros nombres de princesa?
—¿Cómo olvidarlo? —sonríe Estela—. Primero nos guiamos por el parecido físico, pero después nos dimos cuenta de que el carácter era también muy importante. —Estela hace una pausa, coge su máscara de teatro y dice—: Se me acaba de ocurrir una idea.
—¿Cuál? —preguntan las chicas al unísono.
—Propongo un juego. Repasemos nuestros apodos y fijémonos en cómo hemos cambiado. Por ejemplo, yo soy la Princess Aurora. La Bella Durmiente. Las chicas me pusieron este mote porque me encanta dormir y soñar. —Le lanza una mirada a Valeria—. Y la verdad es que en ese aspecto no he cambiado nada.
—Yo creo que has cambiado en algo muy importante —reflexiona Ana.
—¿Ah, sí? ¿En qué? —pregunta, intrigada y ansiosa por conocer la respuesta.
—Antes sólo soñabas, pero ahora tus sueños se han hecho realidad. Eras muy miedica, tenías ataques de ansiedad y hasta el menor cambio te provocaba mucho estrés, ¿recuerdas?
Estela asiente con la cabeza.
—Ahora —continúa Silvia— eres una mujer valiente, que lucha por lo que quiere y no le teme a nada.
Las chicas sonríen y Ana sigue:
—Yo soy Blancanieves. Me pusieron este apodo porque, al ser la más pequeña de todas, también era la más ingenua. Pero creo que, aunque me siga poniendo colorada con facilidad, ¡ya no soy tan inocente!
—¡Es verdad! —asiente Silvia, que aprovecha para continuar—. Yo soy Yasmin, una princesa algo testaruda e impetuosa, pero también con buen corazón. ¡Espero seguir teniéndolo! Aunque lo cierto es que sí pienso y reflexiono más. Por ejemplo, con la perspectiva que da el tiempo he visto que Sergio no me mintió por maldad, sino porque él creía que de ese modo evitaba hacerme daño. Y estoy en paz con él. Hace tan sólo un año le habría odiado para siempre.
—Para qué engañarnos —continúa Bea—. Me pusieron Cenicienta sólo porque soy rubia y tengo los ojos azules. La Cenicienta del cuento y yo no tenemos nada que ver. No tengo hermanastras, no me gusta limpiar y no hablo con los ratoncitos…
—Cenicienta era especial. El príncipe se dio cuenta de eso enseguida. Y tú también tienes un príncipe que ha visto lo especial que eres —musita Silvia, sonriente.
—Vale, compro. —Bea le devuelve la sonrisa—. Podría decir que gracias a este viaje ya no soy tan superficial. No me fijo tanto en el físico de las personas y, aunque suene a tópico, creo firmemente que la belleza está en el interior.
—Bueno, me toca. —Dado que fue la última en llegar al grupo, Valeria ha preferido también ser la última en hablar—. No va a ser fácil, porque hace poco que os conozco, pero os puedo contar lo que he aprendido de vosotras. Me pusisteis Ariel porque soy pelirroja y vivo en otro mundo —dice. Todas se ríen—. Y mi vida ha cambiado por completo desde que soy una Princess. Blancanieves me ha enseñado lo que es la auténtica bondad. Es una buena compañera y tiene unos valores admirables. Un día, en la radio, la tonta de Lidia me dijo lo siguiente: «No sé cómo puedes aguantar a Ana. Se cree tan moralmente superior…».
—¿Eso dijo? —pregunta Ana, que alucina.
—Sí —contesta Valeria—. ¿Y sabéis qué le respondí?
—¿Qué?
—Que sí. Que eras moralmente superior a ella, y a mucha gente.
—¡Hala! —exclama Ana, llena de modestia.
—Te lo digo en serio, Ana. Tú me has enseñado lo que significa querer a alguien sin esperar nada a cambio. Y esta es una amistad que yo no había tenido en la vida.
—Gracias por tus hermosas palabras, Valeria —le contesta Ana. Se acerca a ella y le da un abrazo. Valeria continúa.
—De ti, Estela, he aprendido que es supernecesario reírse de uno mismo. No he conocido a nadie que afronte las desgracias y los fracasos con mejor humor que tú. Te ríes de todos y de todo, y tienes una energía taaan positiva… Cuando estoy triste, pienso en cómo actuarías tú y cambio el chip. Silvia, eres muy especial para mí. —Gira la cabeza, buscándola con la mirada—. Me has demostrado que sabes afrontar los problemas con elegancia. Sin gritar y sin perder los papeles. Y eso es maravilloso. Yo no sé enfadarme sin gritar. ¿Habéis oído a Silvia gritar alguna vez, o soltarle alguna bronca a alguien?
—La verdad es que en La Cúpula, con Sergio, no se quedó corta —les recuerda Estela.
Todas las chicas se ríen pero Valeria sale corriendo a defenderla:
—Incluso en esa dura situación, yo habría reaccionado mucho peor. Me gusta tu carácter, Silvia.
»Y de ti, Bea, sólo puedo decir lo siguiente: LEALTAD y CONFIANZA. Me aceptaste sin conocerme de nada, y dejaste que fuera una Princess sólo porque a tus amigas les parecía bien. Gracias.
—Qué bien hablas, Valeria. Yo me quedo con tu oratoria —dice Estela.
—Y yo con tu magia —dice Bea.
—¡Me pido su arte para vestir siempre divina! —grita Silvia, y alza la mano.
—Eres una chica genial. Una auténtica Princess —dice Ana orgullosa.
—La verdad es que el amor va y viene, pero una auténtica amiga no desaparece jamás —reflexiona Valeria—. Nos tenemos que prometer que, pase lo que pase, siempre estaremos juntas. Aunque Estela se marche, o Silvia se eche otro novio, siempre estaremos juntas.
Las Princess ponen la mano en el centro y exclaman al unísono:
—¡Lo prometo!
—¿Puedes echarnos las cartas para ver si estaremos juntas para siempre? —pregunta Estela.
—Uy, ¿creéis que es necesario? —contesta Valeria, temerosa por el resultado.
—¡Vaaaa! ¡Porfa! Sólo una. ¡Sólo una! —suplica Ana.
—Está bien.
Valeria coge las cartas que lleva siempre en el bolsillo, abre el pañuelo violeta en el que las tiene envueltas y las coloca boca abajo en medio del círculo de piedras.
Todas a una, las mezclan bien y cogen una al azar. La elegida es:
EL MUNDO
La primera sorprendida es Valeria.
—¡Mi mundo! ¡Mi mundo! Siempre sueño con que salga esta carta, y nunca lo hace. Pero hoy… ¡Qué noche más mágica, chicas! Lo que acaba de pasar es brutal.
—Pero ¿qué significa?
—Para mí, el mundo lo es todo. Y vosotras sois mis amigas y mi mundo. Del mismo modo que el mundo no va a desaparecer, nosotras tampoco lo haremos. Significa que siempre, siempre estaremos juntas.
Las Princess se pasan despiertas el resto de la noche, hablando de todo y de nada en particular. Bea les cuenta mil anécdotas de su viaje, mientras que Silvia impide que el fuego se apague. Por la mañana se despiertan con los rayos de sol que se cuelan a través de la ventana de madera. Ordenan la casa entre todas. En menos de una hora, la cabaña está igual o mejor que como se la encontraron. Una vez en el umbral, y con las maletas ya hechas, las chicas suspiran antes de irse. Las invade una enorme nostalgia.
Horas más tarde
Las Princess se despiden de Estela como si fueran a verla al día siguiente. Tal vez, si fingen que va a ser así, se les irá el nudo que tienen en la garganta.
—Nos vemos pronto, chicas —dice Estela, que trata de aguantar el tipo.
—Te espero en el blog. ¡No dejes de escribir! —le grita Ana mientras se aleja.
—¡Y en Facebook! —le recuerda Bea.
—¡Busca una WiFi cuando llegues! —exclama Valeria.
Estela sonríe y se aleja antes de que sus amigas la vean llorar. Una gran emoción la invade por dentro, y se da cuenta de que todavía le falta despedirse de alguien. Coge su móvil y escribe un e-mail mientras se dirige hacia casa.
Querido príncipe:
¿Pensabas que me iba a marchar sin despedirme de ti? De eso, ni hablar. Estoy a punto de llegar a casa, coger las maletas e irme con destino al aeropuerto. No sé qué me deparará esta nueva vida en Argentina, pero lo que sí sé es que no quiero perder el contacto contigo, porque si fuiste un novio estupendo, seguro que vas a ser un mejor amigo. Seguiré utilizando el mismo correo electrónico, e intentaré comunicarme por Internet con todos. Me da mucha pena despedirme, Marcos. Sólo espero que estés bien, que seas muy feliz y que pronto encuentres a alguien que te quiera mucho, mucho, mucho. Si no, ¡se va a enterar! Créeme si te digo que me voy a alegrar un montón por ti si encuentras el amor.
¡Tú te lo mereces todo!
Gracias por todos los recuerdos bonitos y, por favor, Marcos, ¡no cambies nunca!
Un abrazo fuerte,
Estela