—Sonríe.
—No.
—Sonríe.
—No tengo motivos para sonreír.
—Está bien. Dentro de siete segundos voy a pedirte que te cases conmigo.
(Ella sonríe).
Notting Hill, de ROGER MICHELL
Más tarde, en El Mundo de los Sueños
Valeria no consigue olvidarse de Sergio. El Sergio del que habla Silvia no se parece en nada al Sergio con el que ella chateaba. Cierto, era muy mono y romántico, pero algo le dice que el chico no está por la labor de comprometerse realmente con Silvia. Puede que la quiera, pero quizá no esté preparado para centrarse en una única relación.
Como Sergio la ha borrado de Facebook y está claro que pasa de ella, decide apostar por Badoo. De hecho, se conocieron ahí para encontrar pareja. Puede que mantenga la cuenta. Pero lo primero que tiene que hacer para contactar con él es crear un perfil falso.
Apenas le lleva un momento. Utiliza una cuenta antigua de Hotmail en la que no aparece su nombre, pone la primera foto que encuentra en Internet, se inventa la fecha de nacimiento y, en un pispás, ya ha activado la cuenta.
Ya sólo falta descubrir si SergioMolon todavía existe.
En el mismo instante, en el estudio de Leo
Estela está plantada delante del estudio de Leo. Vuelve a sentirse como si fuera una niña. No puede evitar pensar en todas las veces que ha compartido este espacio con su profe. Los ensayos, las reuniones… y el amor. Sí, resultó que Leo no era lo que ella esperaba, pero en su momento estuvo muy enamorada de él. Ahora está feliz con Marcos y no quiere compararlos, pero lo cierto es que su volcán interior todavía no se ha apagado del todo. Los dos examantes se reencontraron con motivo de la lectura de la obra de teatro. Además, Leo le pasó el contacto para hacer el casting. Es triste, pero en este mundo nadie te hace caso si no vas recomendado. Estela se presentó a la prueba sin demasiadas expectativas, pero parece que lo hizo mejor de lo que ella creía. O eso, o Leo se valió de sus armas y contactos para que la miraran con buenos ojos.
Estela pulsa el botón del interfono, porque no se siente con la confianza necesaria para entrar sin avisar, como hacía en los viejos tiempos. Leo tarda un minuto en abrir la puerta. No dice nada. Siempre le ha gustado jugar con el misterio. Sabe que a Estela le puede la impaciencia, y a él le gusta ese juego. También se siente orgulloso. Mucho. Leo fue quien la descubrió. Y lo que más desea un hombre tan egocéntrico como él es que su alumna favorita consiga triunfar.
El silencio apenas dura dos segundos, pero se hacen eternos. Estela lo rompe saltando a sus brazos y gritando:
—¡Me han cogido! ¡Me han cogido!
—¡Sí! —exclama Leo—. Cuánto me alegro por ti. No te lo vas a creer cuando te cuente. Pasa —dice, y cierra la puerta de la calle.
Una vez dentro, todo está tal como ella lo recordaba.
—Hummm —dice Estela. Cierra los ojos e inspira.
—¿Hummm? —pregunta el director, con tono pícaro.
—Sí —responde Estela—. Ese olor… Ya me había olvidado de él. Ese incienso mezclado con…
—¿Con…? —Leo le hace ver que no sabe a qué se refiere.
Estela se queda callada: lo cierto es que está oliendo a incienso mezclado con el olor de Leo.
«Dios, cómo echaba de menos ese olor», piensa ella, y añade:
—… mezclado con… ¿Qué es eso?, ¿vainilla?
—Vainilla, sí… —susurra Leo, que sabe perfectamente que Estela no se está refiriendo a eso.
—Bueno, ¿me cuentas lo que ha pasado, o qué? —pregunta ella, que agarra un cojín, se quita los zapatos y se sienta en el suelo de parquet.
En vez de sentarse, Leo empieza a dar vueltas a su alrededor mientras comienza a contarle la historia con tono misterioso:
—El asunto va como sigue… —Hace pausas muy largas entre frase y frase sin dejar de dar vueltas en torno a Estela—. La serie ya está comprada y va a salir adelante… No estamos hablando de un proyecto, sino de un trabajo real, ¿de acuerdo?
»Sé que pensábamos que tu papel iba a ser muy secundario, pero hablé con el productor y le dije que había que sacarle más partido, ya que la actriz bien lo merecía. Algo así como un secundario de lujo. Alguien que sale poco, pero lo hace en todos los capítulos, ¿entiendes?
—Entiendo —contesta Estela, sumisa.
—La serie se titula «Vidas cruzadas» y está ambientada en un cabaret. Cada capítulo dura cuarenta y cinco minutos, se emitirá todos los días y el director de actores es un tío estupendo con quien te vas a llevar de maravilla. Me ha prometido que te cuidará un montón.
—¿Ah, sí? ¿Lo conoces? Por eso convenciste al productor para que cambiara el papel, ¿no? ¿Quién es? —pregunta, ya que está intrigada por el interés que pueda tener Leo en esta historia.
—Lo conoces muy bien —responde él mientras se sienta en el suelo delante de ella y le coge las dos manos. A continuación le dice, sin dejar de mirarla a los ojos—: El director de actores soy yo. Y empezaremos a rodar en menos de un mes.
—Pero ¿por qué no me dijiste que estabas tú detrás? —pregunta Estela, que no entiende a qué viene tanto misterio—. No te vi el día del casting.
—Juzgué conveniente que no supieras la verdad. Me temía que no te presentases al casting si sabías que yo andaba detrás del proyecto.
—¿Por qué? —pregunta Estela, haciéndose la tonta.
—Después de la lectura te noté un poco rara conmigo y preferí mantenerme al margen.
Leo es perfectamente consciente del efecto negativo que puede producir en Estela. Por eso pensó, de una manera un tanto egoísta, que ella sólo participaría en el casting si él no decía nada.
—¡Madre mía! —Estela hace ademán de soltarle las manos para abrazarlo. Pero Leo no se lo permite. Se las aprieta bien fuerte y le dice:
—Te pagarán muy bien y vivirás en un apartamento en el centro de Buenos Aires, con otros actores. Pero yo viviré en una casa estupenda cuyas puertas siempre estarán abiertas para ti.
A Estela se le hace un nudo en el estomago. Está tan nerviosa que le faltan las palabras.
—¿Buenos… Aires? —titubea—. ¿Buenos Aires, Argentina?
Leo asiente.
—Está muy lejos…
—Sí —responde Leo—. ¿No te lo había dicho? ¡Nos vamos a Argentina, y tú vas a triunfar!
Más tarde, en El Mundo de los Sueños
Ya ha oscurecido y la tienda está cerrada. Valeria ha recogido y deja que la luz del ordenador ilumine la estancia. Sabe que lo que va a hacer es muy importante y lleva más de media hora esperando. De repente ve que SergioMolon está conectado. No duda en empezar antes de que él desaparezca.
Vane: Hola, SergioMolon.
SergioMolon: Hola.
Vane: ¿Qué haces?
SergioMolon: Pues chatear contigo, ¿y tú?
Vane: Aquí. Aburrida.
SergioMolon: ¿A qué te dedicas?
Vane: A nada. Estoy en paro.
SergioMolon: Sí, la cosa está fatal.
Vane: ¿Y tú?
SergioMolon: Soy artista. Pintor.
Vane: ¿Por dónde sueles salir?
SergioMolon: Pues este viernes quería probar un local nuevo que está en la parte alta de la ciudad. Se llama La Cúpula. ¿Por qué no vienes?
Vane: Sí. Sé cuál es. Igual me paso.
SergioMolon: ¿Cómo te reconoceré?
Vane: Tú quédate en la barra. Llevaré un clavel de color rojo. ¿Te parece?
SergioMolon: Jajaja. ¡Qué típico! OK.
Valeria cierra el ordenador un poco aturdida. «Nos hallamos ante uno de los casos más surrealistas y extraños que he visto en mi vida», se dice a sí misma. No está muy segura de qué es lo que ha sucedido, ni tampoco puede acabar de creer que él haya quedado con ella tan alegremente a la primera ocasión; Sergio no quiso quedar con ella a la primera de cambio, eso se lo tiene que reconocer. No le cabe duda de que era él, porque usa el mismo nick con el que lo conoció. No sabe qué hacer, y decide llamar a su Princess favorita. La verdad es que Estela le gusta, pero tiene demasiada fuerza y demasiada energía para ella. Cuando dos mujeres con carácter y mucha personalidad coinciden, puede que se lleven bien pero siempre se entablará cierta competencia entre ellas. Silvia le parece muy buena chica y está dispuesta a ayudarla, e incluso puede que andando el tiempo acaben siendo buenas amigas, pero siempre tendrán una cuenta pendiente por el asunto de Sergio. En cambio, siente una enorme debilidad por Ana. El día en que le echó las cartas y le confesó lo de David, se dio cuenta de que tenía ante sí a una grandísima persona dotada no sólo de una enorme sensibilidad, sino también de un inmenso potencial. Ese mismo día comenzó a seguirla en Twitter, en su cuenta @PrincessRPU. Le encanta despertarse todas las mañanas leyendo sus comentarios o sus consejos. Ahora que se encuentra en esta encrucijada, decide que lo mejor que puede hacer es llamarla.
Por la noche, en la radio
Ana lleva toda la noche andando de la redacción al estudio. Está preparando cortes de audio con Mario. No quiere quedarse ni un solo momento a solas con Víctor. Se siente muy cohibida desde la otra noche. No ha dejado de darle vueltas a la cabeza. «¿De qué hablarían Víctor y Valeria durante tanto rato…? ¿Y si luego él la acompañó a casa…? ¿Y si se besaron…?» Ana sabe que cuando entra en estos bucles cede a las fantasías más catastróficas. Por eso decide estar ocupada y no parar. Entre viaje y viaje, hace un alto en la máquina de bebidas para buscar un té. Es malísimo, pero le da mucha pereza bajar al bar. Mientras rebusca monedas entre sus bolsillos, nota una mano por encima de su cabeza que se le adelanta y las pone antes que ella. Es Víctor.
Un cosquilleo enorme le recorre todo el cuerpo.
—¿Té o café? —pregunta.
—Té —contesta con gesto tímido. Se ha puesto roja como un tomate.
Antes de que nadie pueda decir nada más, suena su móvil. Ana aprovecha para contestar en el acto. Es nada más y nada menos que Valeria.
—Sí, dime —contesta Ana, mientras camina en dirección contraria a Víctor.
Este la mira de reojo y sonríe. Estaba tan nerviosa que se ha dejado el té. Él no duda en cogerlo y colocarlo en su mesa. Justo al lado de su ordenador.
En el mismo instante, en la portería de Marcos
Hace ya un buen rato que Estela ha llegado. Tanto Marcos como ella llevan dos horas repantigados en el sofá, comiendo guarradas y viendo programas malos en la tele. A estas alturas, el chico ya sabe que cuando su novia está callada más de diez minutos seguidos es porque sucede algo malo. Le da miedo preguntar. Nunca se sabe por dónde va a salir Estela, y Marcos atraviesa un momento de su vida un poco inestable, pero también feliz. Se arma de valor y pregunta:
—¿Qué te pasa?
—Nada. ¿Por?
—No sé. Estás rara. ¿No tienes nada que contarme?
—Pues mira, ¿y si te acordaras de los castings que hago y me preguntaras qué tal me van?
«Ya estamos —piensa Marcos, que parece que nunca acierta con Estela—. Le ha salido mal otro casting, y yo ni me he acordado de preguntar».
Se queda callado unos segundos pensando en la mejor respuesta posible, y dice:
—No te preocupes. Ya saldrán más cosas —la consuela.
Estela lo mira con cara de sorpresa y le pega un golpe con el cojín de forma claramente juguetona.
—¿Será posible? Vaya ánimos me da mi novio. ¿Y si te dijera que me han cogido?
—¡Noooo! —exclama él.
—Pues… ¡síiii! —responde su chica imitando su tono de voz.
—Pero ¿serás tonta? ¿Y por qué no me habías dicho nada? ¿Qué pasa, que no te mola el papel?
—El papel es genial, Marcos. Se trata de una serie en la que haría un papel secundario de lujo. Es la típica camarera que sueña con ser actriz. Cada capítulo concluye con un número musical y yo ¡también cantaré y bailaré!
—¡Te pega mucho, Estela! ¡Felicidades! —exclama Marcos, y a continuación la bombardea a preguntas—. ¿Y sabes más cosas? ¿Cuándo empieza el rodaje? ¿Podré ir a verte algún día?
Marcos parece más emocionado que ella. Estela, consciente de la gravedad del asunto, no sabe por dónde empezar. Leo o Argentina… ¿Qué le puede doler más a Marcos?
—Bueno, no todo es tan bonito. —Estela tiene que hacer un auténtico esfuerzo para parecer triste y no mostrarse demasiado emocionada. De hecho, lleva dos horas en el sofá con cara de pan, porque irse a Buenos Aires y trabajar con Leo le hace mucha ilusión, pero se siente culpable. Cuando este le dio la noticia, ella ni pensó en Marcos. Y cuando se dio cuenta de ello, se puso muy triste. Ahora cree que lo mejor es empezar por Leo.
—Leo también trabajará en la serie —comienza, muy seria.
—¿Qué Leo? ¿Tu profe Leo?
—Sí. Sabes perfectamente quién es Leo.
—Sí. Uno que te provocaba tanta ansiedad que vomitabas cada dos días —dice Marcos, directo al grano.
—¡Ay, Marcos! —exclama Estela, que odia que le recuerden aquellos tiempos—. Ahora es diferente. Soy más madura, he crecido y estoy contigo. Leo es bueno en el plano profesional, y me conoce muy bien como actriz.
—Te conoce demasiado bien en general, creo yo —ironiza el chico, que está claramente picado y se nota que este asunto no le hace ni pizca de gracia.
—No, en serio. Es un lujo formar parte de todo esto.
—Bueno, y dejando de lado el que te vas a pasar el día currando con tu ex, ¿hay algo más que debería saber?
La sala se queda en silencio, Estela traga saliva y calla.
De madrugada, en casa de Sergio
A Silvia le encanta irse a dormir escuchando la radio. El programa «Llévame contigo» le va superbién para coger el sueño. Le gusta experimentar aquella sensación de que no estás ni despierta ni dormida, pero las voces de la radio te acompañan en tu cabeza. En este caso, mejor todavía, porque la voz de Ana entra de vez en cuando, y entonces Silvia se vuelve loca de alegría. Está superfeliz, abrazada a Sergio y con la radio del móvil en la mesilla. A Sergio le gustaría decir lo mismo, pero no puede. Apenas ve la tele desde que está con Silvia. Le gustaba irse a dormir viendo series, películas o lo que fuera. A menudo se quedaba frito en el sofá hasta que su primo le despertaba a las tres o las cuatro de la madrugada, cuando pasaba por delante al ir al lavabo. Al principio no dijo nada para no herir su sensibilidad. Esto es lo que pasa cuando tienes pareja. Si tardas demasiado tiempo en decir que no te gusta su pastel de arándanos, vas a tener que estar disimulando y comiéndotelo de por vida. Y eso es justo lo que le pasa a Sergio en lo relativo a la radio y el dormir. Ahora le parecería raro decirle a Silvia que quiere quedarse en el sofá viendo la tele, justo ahora que acaban de volver. Pero la verdad es que si Silvia está tocando el cielo, agarrada a su chico y escuchando «Llévame contigo», Sergio está histérico dentro de la cama. Se deja agarrar por Silvia, pero no está cómodo. No tiene sueño, no sabe cómo ponerse y le duele la cabeza.
—Hummm —ronronea Silvia amodorrada, al notar que su chico no para de moverse—. ¿Qué te pasa?
—No puedo dormir —contesta él de manera algo brusca.
—Porque… —susurra Silvia, medio dormida.
—Porque odio eso que escuchas.
—¿Cómo? —Silvia se despierta de golpe—. ¿La radio?
—Sí, la radio. Me raya —responde Sergio, malhumorado.
—¡Pero si siempre la ponemos antes de irnos a dormir! Nos relaja.
—Será a ti —se sincera el muchacho por fin—. Yo no la aguanto.
—Perdona, creí que te gustaba.
Silvia coge el móvil y apaga la radio.
—Gracias —contesta él.
Silvia se queda mirando a Sergio y, aunque ha estado un poco gruñón, no puede evitar acariciarle la cabeza con cariño. Antes de apagar bien el móvil, ve que tiene una notificación en la bandeja de los mensajes. Es un correo electrónico. Ahora es Silvia la que no tiene sueño. Decide leer el e-mail antes de levantarse a coger los cascos. Es de Ana:
Querida Silvia:
Estoy en la radio. No sé si me estarás escuchando, pero como es tarde he preferido mandarte un e-mail. Voy a ir al grano porque tengo mucho trabajo y no me puedo entretener. Por lo visto, el perfil de Sergio en Badoo todavía existe. Te lo digo porque hay una posibilidad de que no sea él. Valeria ha estado investigando, se ha creado un falso perfil y ha quedado con él (bueno, con SergioMolon) el viernes en La Cúpula.
Lo digo porque no estaría mal que fuéramos todas a la cita y acabáramos con esta historia de una vez. Quiero creer que no es él. Pero estoy con Valeria. Si no vamos, no lo sabremos nunca.
Buenas noches.
Mañana hablamos.
Ana.
Silvia se queda petrificada en la cama después de leer este e-mail. Por una parte, le da rabia la insistencia de Valeria. Pensaba que ya estaba claro, pero lo cierto es que el asunto de Badoo le da mala espina. Sergio le prometió que lo borraría. Pero ¿y si no lo ha hecho? ¿Y si sigue quedando con chicas por Internet? Silvia se da la vuelta, suspira e intenta dormir agarrada a la almohada y tratando de disimular su tristeza.