El que a una chica le gusten las mismas porquerías raras que a ti no significa que sea tu alma gemela.
500 días con ella, de MARC WEBB
Viernes a media mañana, en la facultad
Todo parece irle viento en popa a Silvia. Por fin se siente aliviada. Volver con Sergio le ha devuelto la alegría, las ganas de seguir estudiando y de darle sentido a su vida. No quiere pensar en el plan de Valeria. Esta semana ha conocido a muchos compañeros y compañeras de clase porque poco a poco vuelve a ser la de antes.
Han pasado pocos días desde que salió de su infierno particular y no siente rencor alguno. De hecho, ya se ha olvidado de lo sucedido. Y es que el amor es un sentimiento tan fuerte que cura todas las heridas.
Durante esta semana, la amistad con Laura y María se ha reforzado. Para Silvia fue muy importante que el sábado por la noche la acompañaran a casa. Fue un ejemplo de compañerismo que no olvidará nunca: Silvia valora muchísimo a la gente que cuida de los demás, es un mérito en los tiempos que corren. Hoy Silvia tiene motivos para brillar. Su piel está tersa, y su cara, más relajada. Pequeños detalles, como una pulsera de coco y un collar negro con una piedra fina de color azul, le dan un toque a un vestido lila, que por fin ha sacado del armario.
—Uy… Pareces otra —le dice Laura ofreciéndole una taza de café con leche en el bar.
—Gracias —contesta Silvia.
—Me alegro de que hayas vuelto con él —añade María.
—Tranquilas, que ya os tocará a vosotras —dice Silvia, contenta.
Laura se queda algo pensativa.
—Pues yo creo que no necesito a nadie para brillar. ¿Y tú, María?
—Qué va… —Esta le da la razón.
Las chicas caminan hacia la cafetería. A Silvia le ha afectado el último comentario, que está abierto a dos interpretaciones. Con arreglo a la primera, decir que no se necesita a nadie para brillar puede significar que sus amigas prefieren ir de flor en flor sin comprometerse. La segunda interpretación es que ellas brillan por sí solas sin la chispa del enamoramiento.
Silvia no se decide por ninguna de las dos. Aun así, no termina de entenderlo. Para ella, el amor se ha convertido en algo vital. Es una fuente inagotable de buenas sensaciones, que sólo puedes experimentar si la compartes con alguien.
—Laura… Perdona, pero no entiendo lo que acabas de decir. Estoy contenta porque he vuelto con Sergio. Eso es todo —se explica Silvia.
—Ya lo veo… —Le sonríe—. Lo que te quería decir era que no me hace falta una relación para brillar porque, y no te ofendas, no me gusta colgarme de los demás. Me parece que crea mucha dependencia.
—Entonces, ¿no crees en el amor? —pregunta Silvia.
—Laura cree en el amor de una noche —dice María riéndose.
—No es eso. Sólo digo que hay gente que confunde el amor con la dependencia. Y eso, para mí, es una relación tóxica.
—¿Relación tóxica? —pregunta Silvia.
—¿No sabes lo que es una relación tóxica? Cariño, háztelo mirar… ¡Ya no somos crías de instituto! —Laura toma aire—. Cuando dejas a un tío que te ha apuñalado por la espalda y no dejas de pensar en volver con él, ESO ES UNA RELACIÓN TÓXICA.
—¿Estás insinuando que lo mío con Sergio es tóxico? —se defiende Silvia.
—No. Por desgracia, estas cosas no se saben hasta que todo ha terminado. —Laura se ríe con María—. Lo vuestro probablemente haya sido un bache… —Silvia respira aliviada—. O tal vez no.
Por la tarde, en El Mundo de los Sueños
Hoy es un día especial, porque después de la RPU sienten que hay una nueva Princess y eso las llena de orgullo. Hoy será el primer día en que todas las Princess, incluida Silvia, queden en El Mundo de los Sueños.
Ana y Estela se han encontrado por el camino y han llegado juntas. Valeria las recibe con un fuerte achuchón. Si por ella fuera, cerraría la tienda, pero no puede hacerlo.
—¿Qué haces esta noche? —le pregunta Ana a Valeria.
—¿Me estás proponiendo una cita?
—Puede que sí… —dice Ana con voz seductora.
—No me va ese rollo, princesa —le corta Valeria bromeando también.
Estela lo observa todo llena de curiosidad y participa en la broma.
—Pues yo creía que quien te gustaba era yo…
Ana se ríe.
—Vale, vale, basta… Si quieres, hoy te invito a la radio para que hagas la prueba en «Llévame contigo».
—¡¿Hoy?! —grita Valeria, que está algo asustada—. ¿No podría ser mañana?
—¿Cómo? ¿Me he perdido algo? —pregunta Estela.
—Creo que Valeria puede hacer una buena sección de radio.
Ana intenta motivar a Valeria, pero esta no parece muy convencida.
Mientras tanto, Estela está cada vez más celosa. Le encantaría salir por la radio. De hecho, cuando Ana les contó que iba a trabajar en la emisora, se imaginó que la ficharía. En algún momento se ha visualizado a sí misma cantando y haciendo pequeñas críticas sobre películas y obras de teatro.
—¿Sí… o… sí? —dice Ana mirando fijamente a Valeria—. Será esta noche. No tienes nada que perder.
Valeria se lo piensa mientras ordena cuatro tiques de compra y recoloca algunos artículos en una estantería. Entonces se vuelve, da un salto de alegría y le responde a Ana:
—Venga, ¡llévame contigo!
Las dos chicas se abrazan bajo la mirada de Estela, que esboza una sonrisa forzada. A decir verdad, le duele un poco el que su amiga no haya pensado primero en ella.
En el mismo instante, Silvia está en la esquina donde dejó a sus amigas antes de entrar en la tienda. Se ha parado un momento, de manera inconsciente. A lo lejos observa el rótulo negro con las letras rojas donde se puede leer «El Mundo de los Sueños». La chica sonríe. Si le hubieran dicho que un día volvería a estar en este mismo lugar porque había quedado con las Princess después de haber hecho las paces con su enemiga, no se lo habría creído. «Al fin y al cabo, todas las personas somos un mundo», piensa mientras se dirige hacia la tienda.
Poco después, Silvia abre la puerta con gran timidez, y lo primero que ve es a Valeria y a Ana, que se están abrazando como si fueran unas colegialas. Las chicas le dan la bienvenida muy contentas, sobre todo Valeria, que sabe que es la primera vez que entra en su mundo.
—Bienvenida. —Valeria le da un besazo en la mejilla—. Este es mi mundo y, si quieres, también puede ser el tuyo.
Silvia agradece muchísimo este comentario. A decir verdad, este tipo de sitios no le gustan mucho, porque no los conoce y porque tratan el sexo como si fuera algo público. Ella lo vive como una cosa muy privada y especial. Valeria lo sabe, se ha fijado en su carácter. Aun así, aprovecha para mostrarle algunos artículos bajo su atenta mirada.
—Mira… Estos son los aceites. No los encontrarás en ningún otro sitio. Tienes desde relajantes hasta afrodisíacos. Aquí hay algunos perfumes…
»¿Te apetece un té? —le ofrece Valeria.
—Si es afrodisíaco, sí —responde Silvia, riendo.
Valeria pone agua en el hervidor y prepara los sobrecitos de té.
—Por cierto… ¿Cómo vas con Sergio?
—Hemos vuelto —resume Silvia—. Hemos vuelto para siempre.
Valeria lanza una pequeña carcajada y se tapa la boca con la mano para no parecer descortés.
—Perdona que me ría… Es que eso de «para siempre» me cuesta un poco de entender.
—¡A mí también! —reacciona Estela.
—A mí eso me da igual si eres feliz, Silvia —añade Ana.
—Yo también quiero que sea feliz, por eso lo digo. No quiero alarmarte, Silvia, pero la experiencia me dice que, cuando un chico empieza a «hacer tonterías», es difícil que vuelva al redil. —Las Princess escuchan a Valeria con atención—. Si quieres, podemos hacer la prueba ahora.
—¿Yaaaa? —responde Silvia, a quien no le ha gustado nada lo que ha dicho Valeria.
—¿Cuándo, si no? Es sólo ponerlo a prueba. Y piensa una cosa. Es mejor que lo haga yo ahora que encontrarte una sorpresa más adelante o, lo que es peor, ¡que la próxima vez no te enteres de nada! A estas alturas, Sergio habrá cambiado todas las contraseñas, y puede que se busque otros momentos para chatear.
—Me prometió que no lo haría —susurra Silvia.
—Los hombres dicen lo que sea con tal de recuperarte —sentencia Valeria.
—En eso tiene razón —añade Estela.
—No sé si estoy preparada para que Sergio me vuelva a traicionar —reflexiona Silvia, nerviosa.
—Creo que lo que te está intentando decir Valeria es que te bajes un poco de tu nube. Es genial que ahora te sientas tan bien con él, pero ¿no sería mucho mejor si, además, confirmaras que realmente está por ti? —la apoya Ana.
—Gracias, Ana —dice Valeria. Luego vuelve a dirigirse a Silvia—: No niego que tanto tú como él lo hayáis pasado mal. Lo único que digo es que nos aseguremos de que se arrepiente y no lo volverá a hacer. Que averigüemos si realmente está haciendo lo que dice que hace, nada más.
Las Princess toman juntas un sorbo de té, pendientes de la decisión de Silvia.
—Lo siento, Valeria, pero de momento creo que no quiero hacerlo. Voy a confiar en él. En eso se basa el amor, ¿verdad?
De madrugada, en la radio
Sólo falta una hora para que el programa se acabe, y Valeria no aparece. Ana la ha llamado varias veces al móvil, y también le ha enviado algunos WhatsApps, pero no ha dado señales de vida. La esperaba a eso de las tres, y son las cinco.
Víctor no se ha enfadado, pero esperaba conocerla antes del programa para saber de qué trataba la propuesta. Sin embargo, el mundo de la comunicación no se detiene nunca, y han decidido alargar un poco más las llamadas de los oyentes.
Ana no se desanima, porque cuando se han abrazado en la tienda lo ha entendido como un «sí, quiero». Pero le da muy mal rollo quedar mal con Víctor. Además, Lidia no puede ocultar su satisfacción al ver que su compañera está a punto de fracasar.
—Y tu amiga ¿no va a venir? —pregunta Lidia por tercera vez.
Ana suspira. Le molesta un montón que pasen estas cosas en medio del programa.
—Si viene, viene, y si no viene, pues no viene.
—No te enfades conmigo. Sólo he hecho una pregunta —se excusa Lidia—. Pero si no viene será un fallo garrafal. Víctor cuenta con ella.
—¡Ya lo sé! —grita Ana, y le da un susto al realizador—. ¡No me pongas nerviosa, por favor!
—Si te pones nerviosa, ese es tu problema —contesta Lidia, cortante.
—Te gustaría que Valeria no viniera, ¿verdad?
—Yo no he dicho eso —responde Lidia.
—Vale… De acuerdo, lo siento. Estoy nerviosa, sí. Pero no hace falta que me lo recuerdes.
En el control de realización el ambiente es tenso. Ana sólo quiere que el programa salga bien, y lo ha hecho con la mejor intención del mundo. Ella no tiene la culpa de que Valeria no venga: no controla su vida. Aun así, Ana descubre que, en esta profesión, algunas veces las buenas intenciones no cuentan.
Entonces, justo cuando falta media hora para que termine el programa y Ana está preparándose para leer su blog, se oyen en antena unos pasos rápidos por el pasillo del estudio. Al ver a Valeria, Ana le hace una seña a Víctor y sale a hablar con ella.
—¡Cariño, perdona! —susurra Valeria mientras le da dos besos rápidos.
—¿Te has dormido? —murmura Ana.
—Sí. Y, además, me he perdido. ¡Lo sientooooo!
Ana la abraza para tranquilizarla.
—Mira, entra conmigo en el estudio. No creo que hoy hagamos nada porque estamos a punto de acabar; pero al menos conocerás a Víctor.
Valeria asiente con un gesto y la sigue hasta la cabina de la locución.
Es la primera vez que Valeria entra en una radio. Cuando llega al estudio ve una mesa redonda de madera de pino repleta de micros negros. En una pared hay un cristal detrás del cual está el realizador, que la saluda. Valeria le sonríe y le devuelve el gesto amistosamente. Víctor se levanta con algo de prisa porque los anuncios se están acabando.
—Eres Valeria, ¿no? —pregunta, y se acerca a ella para darle dos besos.
—Sí. Siento haber llegado tarde —se disculpa la chica.
—Víctor, ¿qué hacemos? —pregunta Ana mientras se sienta y prepara unos folios para su sección.
—Confío en ti —le dice Víctor con una mirada penetrante.
—No entiendo —responde Ana.
—Ahora vamos con tu sección y, si quieres, podemos presentar a Valeria.
Ana no da crédito a lo que está oyendo. ¿Víctor confía en ella sin haberse reunido con Valeria ni haberla entrevistado antes?
Por otro lado, Valeria siente que le retumba el corazón. Nunca ha hablado por la radio y está algo nerviosa. Sin embargo, le encanta la idea de improvisar.
En el aire
Después de una breve sintonía y de los anuncios que van a continuación, Víctor le hace una señal al realizador para que baje la música y pueda empezar a hablar.
—Ya estamos en la recta final del programa, en el momento que todos vosotros estáis esperando. ¡Aquí arranca «El consultorio sentimental de las Princess»! —Víctor hace un gesto con la mano para que el realizador suba la música, y de ese modo enfatizar la presentación. En ese mismo instante le guiña un ojo a Ana—. ¡Buenas noches, Ana!
—¡Buenas noches a todos y a todas! —dice la chica, sonriente.
—Antes de contarnos alguna de tus maravillosas historias y pasar a las llamadas de los oyentes, os quiero decir una cosa. —Ana lo mira expectante, pues no se lo esperaba—. Hoy Ana ha traído a una amiga, que es especialista en… ¿nos lo puedes decir?
—En el horóscopo, y también en el tarot. Buenas noches, Valeria.
Ana aprovecha y le da paso a su amiga.
—Así es. Buenas noches, estoy encantada de estar aquí con vosotros.
—Gracias a ti, Valeria. Cuéntanos, ¿cómo aprendiste todas estas artes ocultas? —interviene Víctor.
—Bueno; para empezar, no son ocultas. Es un conocimiento que se ha transmitido de manera oral hasta nuestros días —es el atinado comentario de Valeria.
—Si me permitís… Ella es muy buena —añade Ana.
—¿Has traído las cartas? —le pregunta Víctor.
—Sí. —Valeria busca en el bolso.
—Te voy a ser sincero. Nunca me han echado las cartas del tarot. ¿Podemos hacer una prueba conmigo? —pregunta él, intrigado.
—Eso está hecho. —Valeria mezcla las cartas—. ¿Qué quieres preguntar?
—Me gustaría preguntar sobre este programa.
—Bien. Eso está muy bien —dice Valeria, y se toma su tiempo—. Mira, como eso no es una pregunta, no te puedo hacer una tirada simple. Cuando mejor funciona el tarot es cuando se hacen preguntas concretas, y «Me gustaría preguntar sobre este programa» es muy general. Aun así, lo que puedo hacer es echarte una sola carta.
—Adelante.
—La carta que te ha salido es el Carro. Eso significa que este programa tendrá éxito. Basta con que disfrutes haciéndolo, y todo saldrá bien. Ahora, si quieres, vamos a reforzar las cartas con el horóscopo. ¿De qué signo eres?
Víctor mira a Ana y le vuelve a guiñar el ojo. El estilo de Valeria le está gustando mucho.
—Soy géminis.
—Ahora los géminis están pasando por un momento de cambio. Tenéis que trabajar duro y no daros por vencidos. Habrá nuevas posibilidades que se abrirán ante vuestros ojos, y los astros os acompañarán en esta nueva transformación.
Víctor se queda estupefacto en directo. Ana está a punto de tomar la palabra porque ve a su jefe algo cortocircuitado. De pronto, Víctor reacciona y dice:
—Valeria, bienvenida a «Llévame contigo».