He pasado todo el vuelo mirando al infinito pensando… no en mi novio. Estaba pensando en… un tío misterioso a quien conocí hace un millón y medio de horas.
Un tío de quien apenas me acuerdo y sólo tengo una imagen borrosa en la cabeza. Fueron unas horas…, no llegó a un día…, pero fue como si en ese momento el universo sólo existiera para que estuviéramos juntos.
Por eso he venido. Y dejaré que el destino me lleve a donde quiera llevarme. Porque cuando esto se haya acabado ya no… no tendré que volver a pensar en él.
Serendipity, de PETER CHELSOM
A la mañana siguiente
Valeria no sabe muy bien qué hacer. Le gusta Sergio, pero no tanto como para derrumbarse. Pero eso de participar en una RPU con unas chicas a quienes casi no conoce y enfrentarse a la ¿ex? novia de Sergio le da un poco de palo. Está claro que si va, tendrá que hacerlo con una idea genial…, pero ¿cuál? Empieza a ojear la última novela de Diego de Noche y se queda con la mirada clavada en un párrafo que dice:
Ella y la amante urdieron el plan perfecto para que el muy miserable recibiera su merecido. Si hay algo con lo que un hombre no pueda luchar no es una mujer enfadada sino dos.
Valeria coge a toda prisa las cartas del tarot, las corta tres o cuatro veces y tira encima de la mesa la primera carta del montón: El Colgado. Un tío colgado de un árbol por los pies. Valeria la mira, y piensa: «Un hombre del revés te puede volver loca. Puede ser bueno o puede ser malo. Esto es lo que tenemos que descubrir».
Minutos más tarde
Silvia esta supernerviosa preparándolo todo con Estela y Ana. Bea está desaparecida en algún lugar del mar de Andamán, y Valeria aparecerá en cualquier momento. Se le hace raro sustituir a Bea por otra, y tampoco sabe muy bien cómo recibirla cuando llegue. ¿Le dará dos besos o un abrazo? ¿Sentirá pena o compasión? Antes de que pueda decidir nada, suena el timbre.
—¡Es ella! —grita Ana mientras se acerca a la puerta.
Abre la puerta y le franquean el paso a Valeria. Esta, muy educada, le da dos besos a Estela, y luego a Ana. Entonces esta se acerca a Silvia y hace los honores.
—Valeria, Silvia. Silvia, Valeria…
—Encantada —contesta Valeria con suma seriedad, y le da dos besos bien dados.
—Me gustaría decir lo mismo, pero… —dice Silvia en un tono nada propio de ella y repasando a Valeria de arriba abajo.
—¡Silvia! —la corta Estela.
—Déjala —apunta Valeria—. No pasa nada: es sincera. ¿Cómo era esto…? La RP…
—¡RPU! —grita Ana.
—¡Eso! La RPU de la sinceridad, ¿no? Pues está bien que sea sincera. La sinceridad es la base de cualquier relación, y creo que esto es lo que te ha pasado con…
—¡Corten! —grita Estela—. Dejad eso para la RPU. De momento, nada. Las cosas de la RPU sólo se hablan en la RPU —le aclara Estela a Valeria, quien no está al corriente de las normas.
—Pensaba que la RPU era esto… —se excusa Valeria.
—No, para nada. Todavía no hemos empezado —le aclara Estela—. ¿Has traído tu amuleto, como te pedí?
—Sí —contesta Valeria—. Os va a encantar.
Unos minutos más tarde, la portería está llena de incienso, velas y luces indirectas que han conseguido tapando las lámparas con pañuelos de seda de colores que ha llevado Valeria. Las Princess se sientan en el suelo como siempre, pero, como no está Bea, colocan a Valeria delante de Silvia para que, al menos, no tengan que cogerse de las manos. Todas ponen sus amuletos en medio y, cuando le toca el turno a Valeria, esta saca de su chaqueta un libro todo roñoso, de color rosa, con un dibujo abstracto en la tapa que representa dos líneas, una lila y la otra verde, entrelazadas como si fueran serpientes.
—¿Y eso? —pregunta Estela.
—La primera novela de Diego de Noche. Me ha enseñado todo lo que sé.
Silvia mira el libro de reojo y no dice nada. En otras circunstancias, pegaría un grito debido al enorme parecido de ese libro con La historia interminable, una de sus novelas favoritas. Pero en lugar de decir nada, se calla, sorprendida por la casualidad.
Las chicas se quedan en silencio. Por lo general, siempre que hay una RPU es porque hay un asunto concreto que tratar, una Princess está mal y la que se siente más fuerte lleva las riendas. Pero esta reunión es diferente. Las personas afectadas son dos, y la que ha pedido la RPU es Silvia. Sin preguntar, y antes de que Estela se le adelante, Ana decide tomar las riendas.
—Chicas, propongo que hagamos una lista de asuntos que debemos tratar. Empezamos por Silvia, y vamos comentando de lo que queremos hablar, ¿de acuerdo?
Todas asienten. Silvia comienza:
—A mí me gustaría que Valeria nos contara su historia con Sergio. Y explicaros cómo me siento con respecto a este tema, y deciros… —Piensa en contar lo de la posible mudanza a la portería, pero en el último momento decide no hacerlo. «Con lo de Sergio y Valeria ya tengo demasiadas emociones por hoy», piensa—. Eso, deciros cómo me siento.
—A mí me gustaría contaros por qué corté con David —confiesa Ana, y mira de reojo a Valeria, que es la única que sabe la verdad. Esta aprovecha para darle un apretón en la mano e insuflarle confianza.
—A mí me gustaría hacer las paces con Silvia y que todo vuelva a ser como antes —sentencia Estela.
—A mí me gustaría que Silvia me conociera un poco más y se diera cuenta de que en ningún momento quise hacerle daño —cierra el círculo Valeria.
Las Princess se quedan todas calladas sin despegar la mirada de Valeria. Es evidente que ella tiene que ser la primera en contar su historia. Entonces abre los ojos y, con un tono lento y misterioso, empieza:
—Todo empezó hace un par de meses. Me bajé la aplicación de Badoo para el móvil porque en la tienda estaba más aburrida que una seta. Cuando nadie me veía, entraba, miraba perfiles de chicos y fantaseaba con encontrar a mi príncipe azul. La verdad es que todos eran horrorosos… hasta que un día recibí un mensaje de Sergio. Nos agregamos a Facebook y empezamos a chatear. Al principio era una vez a la semana, luego cada tres o cuatro días y luego chateábamos casi a diario a partir de las nueve de la noche, que es cuando cierro la tienda.
—Justo cuando Sergio se encerraba en su despacho mientras yo estudiaba… ¡Y yo que pensaba que estaba jugando a la Play! —se lamenta Silvia, vencida por la tristeza.
—Hablábamos de la vida, de la pintura, y de sus aficiones. Nunca me dijo que tuviera novia. ¡Nunca, Silvia! —Valeria eleva la voz y mira a su supuesta archienemiga—. Te lo juro. Si me conocieras, sabrías que yo no soy de las que comparten a los hombres. Ese rollo no me va.
—De acuerdo. Continúa, por favor —le suplica Silvia.
—El otro día nos animamos a vernos. Gracias a vuestra ayuda, chicas, todo hay que decirlo. Vuestra falsa conversación por el chat de Facebook, cosa de la que me enteré ayer —aclara—, lo animó a quedar conmigo el sábado.
—¿No te diste cuenta cuando fueron a la tienda a hacerte el tercer grado? —pregunta Silvia.
—¡Qué va! ¡No me enteré de nada! Luego desaparecieron en el Labrador cuando vieron a Sergio, y…
—Un momento… —corta Silvia—. ¿El sábado estuviste en el Labrador con Sergio?
—Sí. Pensaba que lo sabías —contesta Valeria con sinceridad, mientras mira a las chicas. Lo está pasando mal, porque cree que ha metido la pata.
—No pasa nada, Valeria. Por eso estamos aquí —la tranquiliza Estela.
—Claro, por eso Sergio aparecía y desaparecía… —ata cabos Silvia—. Porque estaba con Valeria. Y luego, en el banco… —le afloran las primeras lágrimas— me besó.
—A mí no. Fue una noche muy rara —comenta Valeria—. No fue nada romántico conmigo, si te sirve de consuelo.
—Pues yo pensaba que te habrías acostado con él —suspira, aliviada al ver que no ha sido así.
—No soy tan fácil, amiga…
—¡Perdón! —se excusa Silvia, que está empezando a respetarla.
—Tranquila —contesta Valeria.
—O sea, que mientras Sergio porfiaba por tu amor en el banco, tenía una cita con Valeria —resume Estela.
—Sí, pero a mí no me besó —aclara Valeria.
—O sea, que a lo mejor es sincero —dice Ana.
—La verdad es que estoy un poco confusa. Sergio me dijo que me echaba de menos, que me quería, me besó… ¿y resulta que tenía una cita con Valeria? No lo entiendo. ¿Qué necesidad tenía de mentirme? Parecía tan enamorado…
Silvia no lo puede evitar y se echa a llorar. Todas las chicas hacen ademán de acercarse para abrazarla, pero Valeria las frena. Mira a Silvia y le dice:
—Puedes contar conmigo, Silvia. Entre todas vamos a descubrir la verdad.
—¿Qué verdad? —pregunta Silvia, entre sollozos.
—Si es bueno o malo. Si te quiere de verdad y yo sólo fui un divertimento sin importancia del que ahora mismo está muy arrepentido, o si es que aún no ha sentado la cabeza y lo que le gusta es ir de flor en flor. Tengo un plan. ¿Os lo cuento?
—Adelante —la conmina Estela.
—Tienes que volver con Sergio —sentencia Valeria.
—¿Quéee? —pregunta Silvia, aturdida.
—Sí. Tenéis que estar juntos de nuevo. Le dices que sientes haber entrado en su cuenta de Facebook, que le echas de menos, y tal y cual. Él te promete que yo no significo nada para él, y entonces le ponemos a prueba. Yo chateo con él otra vez y le propongo que quedemos. Basta con que diga que sí, y ya lo tenemos. ¿Qué me dices? ¿Te atreves?
—¡Jolines, Valeria! Eres genial. Eres la Princess que necesitábamos. —Estela se calla al darse cuenta de que tal vez se haya pasado. Pero es que el plan le parece increíble—. ¿Tú qué dices, Silvia?
La chica no dice nada. Está aturdida por la rapidez mental de Valeria, y le cuesta asimilar muchas cosas. Pero lo cierto es que necesita saber la verdad. Se arma de valor y contesta:
—Me va a costar, pero lo haré. No puedo estar toda la vida pensando en lo que habría pasado si hubiera vuelto con él.
—Bueno, ¿a quién le toca ahora? —dice Valeria emocionada—. Me gusta esto de las RPU. ¡Mola!
Todas se ríen a la vez, incluso Silvia, que, mal que le pese, reconoce para sus adentros que Valeria tiene algo especial. Entonces le toca el turno a la pequeña de las Princess.
Ana les cuenta a las chicas lo que ya le había confesado a Valeria en su momento. Las Princess se quedan de piedra. Por fin saben por qué dejó a David, pero no saben muy bien cómo ayudarla.
—Yo le sugerí que se dejara llevar y tuviera algún rollete —dice Valeria.
—Es que Ana no es de rolletes —aclara Silvia, que está muy afectada por lo que le acaba de contar Ana. La ruptura no sólo le ha afectado a su amiga, sino también a su hermano.
—A veces no se trata de ser bueno o malo en la cama —reflexiona Estela—. La cosa es coincidir. La química.
—Totalmente de acuerdo —coincide Valeria, quien se dirige ahora a Ana—: ¿Probaste el aceite?
Ana se pone colorada y no sabe qué decir.
Pero no sólo es Ana quien está cortadísima, sino también sus dos amigas. No están acostumbradas a hablar de estos asuntos y, además, con tanta soltura. La verdad es que una Princess con más experiencia no les vendrá nada mal. Todas miran a Ana para comprobar si se atreve a contestar. Esta alza la cabeza, esboza una sonrisa pícara y responde:
—¡Vaaaaale! Sí que lo probé. Y sí, me… «relajé». —Silvia abre mucho los ojos ante la confesión y se tapa la boca con ambas manos—. Aun así me da pánico la idea de volver a salir con chicos después del desastre de David.
—¡Un momento! —la corta Valeria—. ¿Me dejas que te eche las cartas?
—¿Echas las cartas? —pregunta Silvia, entusiasmada. Es justo lo que faltaba para comprobar lo guay que es Valeria.
—Sí, pero sólo cuando estoy inspirada…, y algo me dice que a Ana le gusta alguien…
Valeria aprovecha que el ambiente es propicio, con las velas y el incienso, y se deja llevar. Coloca cinco cartas, que Ana ha seleccionado previamente, en el centro del círculo donde están todas sentadas. Se las va explicando una por una.
—Tenemos el Mago, el Demonio, el Carro, los Enamorados y la Muerte.
—¡Aaaah! —Todas gritan cuando ven la carta de la Muerte.
—Chicas, no pasa nada —las tranquiliza Valeria—. La Muerte es una buena carta, porque significa que se producirá un cambio radical en tu vida. El Demonio significa que no tardarás en tener el rollete que te decía, aunque no sé decirte con quién. Si os fijáis bien, la carta de los Enamorados la dibuja un Cupido que apunta a dos hombres distintos… Uno puede ser el Mago, y el otro, el Carro. Tú decides con quién quieres estar. El MAGO es muy guapo, muy inteligente y… ¿es posible que trabaje contigo?
—Puede —responde Ana, sonrojada—. ¿Y el Carro? —pregunta para desviar la atención.
—El Carro —continúa Valeria—. Se trata de un chico joven que todavía no ha aparecido.
A continuación, recoge las cartas. Las Princess están alucinando en colores. Silvia la mira sorprendida. No sólo ha hecho las paces con su archienemiga, sino que también está totalmente convencida de que han encontrado a una nueva Princess.