Capítulo 13

—¡Narcisos!

—Son tus flores favoritas.

—¿Cómo has podido encontrar tantas?

—He llamado a todas las floristerías de cinco estados.

Le dije que era la única manera de que mi esposa se casara conmigo.

—Ni siquiera me conoces.

—Tengo el resto de mi vida para conocerte.

Big Fish, de TIM BURTON

Martes por la mañana, en casa de Marcos

Los ladridos de Atreyu despiertan pronto a su joven dueño, como si supiese que hoy empiezan una nueva vida. Marcos tiene las llaves de la portería, y por fin puede entrar a dejar todas sus cajas e instalarse. El propietario ha sido un poco pesado, y no lo ha dejado entrar hasta que no ha firmado el contrato y le ha pagado los dos primeros meses por adelantado. Marcos tenía unos ahorrillos, pero le faltaban cincuenta euros que ha ganado la última semana tocando en el metro.

Como siempre, Marcos salta de la cama y se viste con las ropas del día anterior. Pero hoy, antes de bajar a la calle, abre la ventana y pega un grito:

—¡Vecina! ¡Despierta!

Unos segundos más tarde, Silvia asoma la cabeza y grita:

—¿Qué haces, loco? ¡Vas a despertar a todos los vecinos!

—¡No me importa! ¿Bajas a ver nuestra casa? —pregunta sin bajar el tono de voz.

—¡Shhh! ¡No grites, que mis padres todavía no saben nada!

—Si no bajas, iré a buscarte —le ordena el chico.

—¡Vale! ¡Pero voy en pijama! —le advierte Silvia, que lleva los pelos alborotados y ni siquiera ha tenido tiempo de limpiarse la cara.

—¡Qué más da! Son dos pisos. No va a verte nadie —dice Marcos, quien a continuación coge dos cajas llenas de instrumentos para aprovechar el primer viaje.

Marcos no tarda ni un minuto en plantarse en la puerta de su nuevo hogar. Le gusta porque es una puerta pequeñita y tiene que agachar la cabeza para entrar, como si fuera la cabaña de un hobbit. «Es realmente mágica», piensa mientras introduce la llave en el pomo lentamente, como si esperara una banda sonora que acompañase el momento. La abre, y el primero en entrar es Atreyu, que pega un salto enorme y sube encima de un pequeño viejo sillón que hay al lado del sofá. En ese mismo instante nota una presencia detrás de él. Está claro que es Silvia, pero no dice nada y decide volverse con la intención de darle un susto. Tira una de las cajas al suelo y grita:

—¡Espabila, vecina! ¡Atreyu ya ha pillado sitio!

La chica entra en la casa descalza, con su pijama lila, y mirándolo todo como si no se pudiera tocar nada. Le encanta el lugar, pero todavía no puede decirle a nadie que es SU HOGAR, ni siquiera a ella misma. Por no hablar del dinero que tendría que pagar todos los meses. Ahora Sergio pagaba todo el alquiler, y sus padres le daban una paga para sus gastos y la comida, pero si se muda con Marcos está claro que tendrá que buscarse una fuente de ingresos.

Los dos amigos se ponen a ordenar las cajas, y Marcos le enseña a Silvia la que será su habitación si al final decide irse a vivir con él. Salta a la vista que está emocionado y, aunque parece que su amiga no lo está tanto, se siente feliz por tenerla allí. Por su parte, Silvia aún no les ha contado nada a sus padres, aunque cree que ellos ya se han dado cuenta de que algo no va bien con Sergio, con quien siente que no ha cortado del todo. Todavía nota sus labios, que la intentaron besar la otra noche. Un gran amor no se olvida de la noche a la mañana, por mucho dolor que te haya provocado, por mucho que te haya engañado. Si estás enamorada de verdad, te tocará sufrir y no podrás olvidarlo sin más. Y te aferrarás a cualquier gesto, cualquier detalle, cualquier cosa que pueda darte un poquito de esperanza. Silvia vive desde el sábado agarrada a ese beso.

—Perdona, Marcos, es que no sé cómo debo sentirme. Me apetece venir aquí, pero todavía tengo mis cosas en casa de Sergio… No les he dicho nada a mis padres y a las Princess… —suspira ella mientras se tumba en el sofá y achucha a Atreyu.

—¿Qué pasa con las Princess? —pregunta Marcos como si Estela no le hubiera contado nada. Se sienta a su lado.

—¡Las cosas ya no son como antes, Marcos! Se han hecho amigas de Valeria, la que está con Sergio. ¿A ti te parece normal?

—Creo que estás obsesionada con esa chica —dice el chico, tajante.

—¿Y tú qué sabrás? —contesta Silvia, a quien salta a la vista que el comentario no le ha hecho maldita la gracia.

—A veces te olvidas de que soy el novio de Estela.

Este comentario le sienta como si le hubieran echado un jarro de agua fría. Tal vez porque le da rabia que hablen de ella a sus espaldas, o acaso porque Marcos, antes que su amigo y vecino, es el novio de Estela. Por muy amigos que sean, uno siempre se pone de parte de su pareja.

—¿Qué pasa? Tú también crees que soy una exagerada, ¿verdad?

Silvia está claramente a la defensiva.

—¡Nooooo! Creo que esto hay que solucionarlo rápido.

—Pues ya me dirás cómo… —Silvia se levanta del sofá.

—Pues te lo diré con tres letras —contesta Marcos. Hace una pausa para darle emoción al asunto, y grita—: ¡RPU!

—¿RPU?

—Sí. ¿No te parece buena idea inaugurar así tu nuevo hogar? —pregunta Marcos.

Silvia responde con una sonrisa. Marcos tiene su parte de razón; pero, llegados este punto, si hacen una RPU será a lo grande. LA RPU DE LA SINCERIDAD. Decide subir a casa, hablar con sus padres y enviarles un correo electrónico a las chicas.

Horas más tarde, en una calle del centro

Estela está en la puerta de un local, esperando a que alguien salga y grite su nombre. Si no lo hacen rápido, volverá a llegar tarde a la peluquería, y esta vez seguro que la despiden. Hay una parte del corazón de Estela que desea que esto suceda. Necesita una excusa para dejar la pelu y dedicarse sólo al teatro.

«Si mi familia tuviera dinero —piensa siempre Estela—, otro gallo cantaría».

Ella no tiene narices de dejar la peluquería, pero no le dirá que no a un casting aunque le cueste un despido. No es nada del otro mundo, el típico papel con dos frases para una telenovela. Leo le pasó el contacto el otro día, y Estela no dudó en aceptarlo porque era consciente de que eso entrañaba un riesgo. Leo nunca da nada a cambio de nada. Tirada en el suelo de la calle y jugueteando con el móvil, se sorprende con un mensaje: tiene un correo electrónico de Silvia.

Asunto: RPU DE LA SINCERIDAD

Queridas Princess,

Siento si estos días he estado un poco… bastante distante con vosotras. Supongo que sabéis que es por lo de Valeria. Me sentí muy traicionada cuando la vi en el teatro abrazando a Estela y besando a Ana. La rabia pudo conmigo.

Luego llamé a la radio y a Ana… Leí tu entrada, y la verdad es que me emocioné mucho, pero no había dicho nada hasta ahora porque no sé qué decir. No sé cómo sentirme, ni qué es lo que tengo que hacer. Estoy muy perdida, pero no tanto como para perderos a vosotras.

Supongo que sabéis que Marcos se ha mudado a la portería de la finca de mis padres, ¿no? Pues ha tenido un detalle muy generoso con nosotras: nos la ha ofrecido la primera noche para celebrar una RPU. La RPU DE LA SINCERIDAD.

Quiero que todas nos contemos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Os quiero.

Estela está triste pero feliz al leer el correo. Feliz porque tiene muchas ganas y la necesidad de hacer las paces con Silvia, pero triste porque sabe que la verdad no le va a gustar. Sin pensárselo dos veces, llama a Ana.

—¿Síiii? —contesta Ana con voz somnolienta. Está harta de que la despierten todos los días.

—Ana, soy Estela. ¿Has leído el e-mail que acaba de mandar Silvia?

—¡Noooo! Estaba durmiendo. Trabajo de noche, ¿recuerdas?

—Pues léelo y llámame. Hay algo importante que tenemos que decidir.

Nada más colgar, oye cómo gritan su nombre:

—¿Estela Flores?

—¡Voy! —contesta, emocionada. Aunque hiciera mil audiciones a la semana, nunca perdería la ilusión.

El casting es como todos los castings. Estela lo hace lo mejor que puede, le dicen que ya la llamarán, al salir observa a una niña monísima que habla con la productora y, de vuelta a la peluquería, se encuentra otra vez con la maldita realidad. Aprovecha el viaje para volver a llamar a Ana.

—¿Hola? ¿Está despierta Blancanieves, o tengo que venir en persona a besarla?

—Estoy despierta, sí. He leído el e-mail —contesta Ana.

—Bueno, ¿has pensado lo mismo que yo?

—¿La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? —pregunta Ana, que no sabe muy bien a qué se refiere su amiga.

—Tendríamos que llamar a Valeria y que viniera, ¿no crees? —pregunta Estela.

—Estoy de acuerdo. Y de paso le contamos también la verdad a ella, ¿no?

Estela se queda callada un momento. Ana ha dado en el clavo. Ella pensaba más bien en invitar a Valeria a la RPU para que Silvia viera que no tienen nada que ocultarle, pero entonces se da cuenta de que quien está siendo engañada es Valeria. La utilizaron para atrapar a Sergio, y nadie le ha dicho que sale con un chico a quien conocen. Ana tiene razón: si no le cuentan parte de la historia a Valeria, puede explotar en la RPU y se puede montar un pollo de los grandes.

—¿Cómo lo hacemos? —pregunta Ana, sorprendida por el largo silencio de Estela.

—Se me acaba de ocurrir una buena idea. ¿Puedes quedar después de comer, a eso de las cuatro?

Antes, en casa de los padres de Silvia

—¿Se puede saber de dónde vienes? —pregunta la madre de Silvia, que alucina al ver a su hija entrando por la puerta en pijama.

Silvia se queda supercortada y se da cuenta de que ha llegado la hora de contarle toda la verdad a su madre. La mujer, que ya se ha dado cuenta de que algo no anda bien, la coge de la mano, la sienta en el sofá y se acurruca con ella debajo de la manta.

—Muy bien, ¿me vas a contar qué es lo que pasa? Llevas demasiados días por casa. Tu padre y yo estamos muy preocupados.

—Es complicado. No sé por dónde empezar, mamá.

—¿Por el principio? —dice cariñosamente la madre mientras le acaricia el pelo como cuando era pequeña.

—Creo… —Silvia hace un esfuerzo para no llorar— que he cortado con Sergio.

—¿Y has venido en pijama desde su casa? —pregunta la mujer, sorprendida.

—¡Nooo! —contesta Silvia, que no puede evitar soltar una carcajada por los nervios—. Vengo de casa de Marcos… Es un buen amigo, me gusta hablar con él.

La madre respira hondo. Está un poco aturdida, pero también aliviada al saber que Silvia no ha hecho ninguna locura. Se da cuenta de que su hija está hecha un lío, y no puede hacer otra cosa que apoyarla. Se levanta, va hacia la cocina y vuelve con una bandeja enorme con un pastel de chocolate y una tetera acompañada de dos tazones muy grandes llenos de leche. Lo pone encima de la mesa y se dispone a escuchar todo lo que su hija tenga que contarle. Ella le explica lo de Sergio con todo lujo de detalles, pero no se siente preparada para decirle que tal vez se vaya a vivir con Marcos. Sabe que este es un plan B ideal si corta definitivamente con Sergio y, como todavía tiene esperanzas, no quiere adelantar acontecimientos.

—Sabes que te puedes quedar aquí siempre que quieras, ¿no? Esta es tu casa, y siempre lo será. Y tú, por muchos novios que tengas, siempre serás mi niña.

Silvia se deja mimar por su madre. Abrazada a ella, e impulsada por la confianza que le transmite, no puede evitar preguntarle:

—¿Crees que debería darle otra oportunidad a Sergio?

—No lo sé, hija. Eso sólo lo puedes decidir tú. Sergio me cae muy bien, pero eso de Internet que me has contado es muy feo. Tú decides si lo perdonas o no, pero si volvéis, tendrás que confiar en él, y él en ti. Es el único consejo que puedo darte. Si vives con alguien, no puedes estar siempre dudando de su amor. Pero eso es algo que tienes que decidir tú sola.

—Es que es muy difícil… —dice Silvia, con el tono que emplearía una niña pequeña.

—Nadie dijo que la vida fuera fácil, cariño, y el amor, menos. Sólo puedo decirte que, pase lo que pase y sea lo que sea lo que decidas, estaremos siempre aquí para apoyarte.

Más tarde, en El Mundo de los Sueños

En cuanto entran en la tienda, Ana y Estela se dan cuenta de que no va a ser fácil decirle la verdad a Valeria. Si de verdad lleva tanto tiempo chateando con Sergio a diario, es posible que le guste mucho… ¡o incluso que esté enamorada de él!

¿Y si se lo cuentan y no se lo toma bien? No la conocen demasiado, pero está claro que es una muchacha con carácter. El otro día tuvieron la oportunidad de contarle toda la verdad en el Labrador y, en lugar de eso, huyeron como unas locas sin despedirse. ¿Es posible que ya haya pasado algo entre Valeria y Sergio? La verdad es que no lo sabrán si no se lo preguntan. Valeria es la primera en hablar:

—¡Hola, chicas! Menuda noche la del sábado. ¡Tengo algo que contaros!

—¿Te acostaste con Sergio? —pregunta Ana, sin pensárselo dos veces.

—¡Qué directa, chica! —contesta Valeria, sorprendida por la pregunta—. ¿Queréis detalles?

Ambas contestan a la vez:

—¡No!

—¡Sí!

—¿En qué quedamos? ¿Sí o no? —pregunta Valeria, confundida.

—Hay algo que tenemos que contarte… —dice Estela, muy seria.

—¿Qué pasa? Me estáis asustando.

—Esto no va a ser fácil, pero tenemos que contarte un secreto muy gordo —continúa Ana.

Valeria se levanta del taburete donde está sentada, sale del mostrador, se dirige hacia la puerta y cuelga un cartel que pone: «Vuelvo en 5 minutos». Corre la cortina, baja las luces, enciende un bastón de incienso, tira unos cojines al suelo e invita a las chicas a sentarse. A Estela se le pone la carne de gallina, y Ana no puede dejar de mirarla y de pensar: «Se comporta como una auténtica Princess». No cabe duda de que Valeria se merece la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

A última hora de la tarde

Estela y Marcos están tumbados en el sofá de la portería, viendo una vieja película en el portátil, y sienten que no hay nada más maravilloso que pasar la tarde con alguien a quien amas.

—Qué bien estoy, príncipe. Me quedaría así toda la vida.

—Si a Atreyu no le importa salir solo a hacer pis, creo que nos podemos quedar —bromea el chico.

—No, en serio —dice Estela mirando a su alrededor—. Creo que podría acostumbrarme a vivir a aquí. Ahora es la única casa en la que no hay padres… —bromea la chica mientras le mete la mano por debajo de la camiseta y le da besitos en el cuello.

Marcos se estremece, pero a la vez se siente un poco raro y culpable. No le ha dicho nada a Estela acerca de sus planes de convivencia con Silvia, y sabe que mañana tienen la RPU de la sinceridad. «Será mejor que lo diga yo antes de que lo haga Silvia», piensa. Es muy listo y, por lo general, sabe cómo disfrazar las palabras para que todo parezca bonito, pero esta vez no lo tiene demasiado claro. De todas formas, decide intentarlo.

—Pobre Silvia, me da pena —dice Marcos como quien no quiere la cosa.

—Y a mí —contesta Estela—. Pero ¿a qué viene esto ahora?

—Nada, que la he visto esta mañana. Como ha vuelto a casa de sus padres… La pobre está hecha un lío. Todas sus cosas están en casa de Sergio. Y eso de volver con sus padres…

—Podría quedarse en mi casa un par de semanas…, pero creo que no quiere venir. Con mi madre metida en medio, creo que está mejor con la suya…

—¿Y si le digo que se venga aquí? —dice Marcos como si se le acabara de ocurrir—. Sería una buena solución. No se alejaría mucho de sus padres, pero conservaría su independencia.

—¡Para, para! ¡No corras tanto! —le aclara Estela—. Todavía tiene sus cosas en casa de Sergio. Y perdona, pero ¿dónde va a dormir, en el váter? —ironiza, ya que el piso sólo tiene una habitación.

—Bueno, yo podría dormir en el sofá… No me importa.

Estela mira a su chico.

—Eres un buen amigo —dice—, pero no sé si funcionaría a la larga. Este piso es diminuto.

Tras esta conversación, ambos callan. Estela se siente orgullosa de la generosidad de su chico, pero aun así no puede evitar tener un poco de celos. En el fondo de su corazón confía en que no llegue a plantearse esta situación, y que Silvia regrese con Sergio. Eso le recuerda que tiene que contarle lo de Valeria y la RPU. Sin dudarlo ni un instante, le manda un WhatsApp.

Estela

En línea

Estoy en la portería con Marcos. Baja, que te cuento una cosa.

Silvia

En línea

OK.

Silvia no tarda ni dos minutos en presentarse allí. Atreyu salta a saludarla con una efusividad exagerada.

—Que sí, Atreyu, que yo también te quiero —dice, quitándose de encima al perro, que la está poniendo perdida de babas.

—Jolines, a mí nunca me recibe así —refunfuña Estela.

—Porque a ti te ve a diario —aclara Silvia—. Bueno, ¿qué me quieres contar? —pregunta rápido la Princess, que parece que no quiera dejar ningún silencio incómodo en el aire. Ya hay suficiente tensión. El sábado apenas se dirigieron la palabra, y ahora Estela le tiene que soltar una bomba importante. Mira a su novio y le dice:

—¿Atreyu no tendría que hacer pis?

—¡Qué va! Si hemos ido al parque hace menos de dos horas —contesta Marcos, tan despistado como siempre.

—Pues yo creo que TENDRÍA que volver —recalca Estela.

A Marcos le cuesta captarlo, pero al fin lo hace.

—¡Ah! Vale, vale. Vamos, Atreyu.

—Por fin solas —dice Estela cerrando la puerta—. Me gustó tu e-mail.

—Gracias.

—¿Decías en serio lo de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

—Pues claro —contesta Silvia, muy seria.

—Bueno, te tengo que decir una cosa que no te va a gustar, pero tienes que confiar en mí. Si lo hemos decidido es porque creemos en serio que mañana nos tenemos que contar toda la verdad.

—Dime —la apremia Silvia, no sin antes soltar un suspiro de ansiedad.

—Le hemos pedido a Valeria que venga a la RPU.

Estela lo suelta sin más y se queda callada.

—¡¿Cómo?! —explota Silvia a gritos—. ¡Esto es el colmo! ¿Estás loca, o qué?

—Cálmate, Silvia, déjame que te cuente por q…

—¡No quiero ver a esa tía ni en pintura! —la corta Silvia.

—Tranquilízate un poco, ¿quieres? —le suplica Estela, con un tono un poco maternal—. Y escúchame bien un segundo. Hay algunas cosas que necesitas saber, ¿verdad o mentira?

—Verdad.

—Cosas que sólo sabe Valeria.

—Pero yo…

—¿Verdad o mentira?

—¡Verdaaaaad! —contesta Silvia, enfadada por la evidencia.

—Pues ¿quién mejor que ella para contarlo, no? ¿O es que te vas a olvidar de Sergio para siempre, sin saber realmente qué hay entre ellos?