Capítulo 12

Una mujer sin amor decae como una flor sin sol.

Amélie, de JEAN-PIERRE JEUNET

Lunes por la noche, en casa de Marcos

La habitación de Marcos está hecha un desastre, llena de cajas a medio embalar, instrumentos por todos lados y mil bolsas llenas de ropa y otros objetos indefinibles tirados por el cuarto. Encima de la cama hay tantos papeles que es imposible tumbarse, pero Marcos está muy feliz. Hoy es una gran noche: la última que pasará en su cuarto. Mañana, por fin, le darán las llaves y podrá instalarse en la portería. El destino ha querido que ese mismo día sea también su cumpleaños. Eso a Marcos le da igual, pero sabe que a su novia Estela no. Lleva una semana entera planeando su regalo, y está a punto de llegar. Son casi las doce de la noche, y Marcos sabe que la felicitación de Estela llegará a las doce en punto. Florencio y su madre se han ido al cine y le han dejado la casa a la parejita. Dos minutos antes de la medianoche suena el timbre. Atreyu ladra como de costumbre, y Marcos se acerca para abrir, pero antes de que lo haga, la voz de Estela le grita desde detrás de la puerta:

—¡Un momento! No abras.

Marcos se ríe. Sabe que su chica debe de estar tramando algo.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Te dejo fuera toda la noche? —pregunta el chico, bromeando.

—¡Que abras la puerta, la dejes medio abierta y te encierres en tu cuarto! —ordena Estela.

—Vale.

Estela abre la puerta y entra en la casa. Se quita el abrigo. Debajo lleva puesto su disfraz de Catwoman. Se pone delante de la puerta de la habitación de Marcos y dice:

—Siéntate en la cama y abre bien los ojos.

—Síiii —contesta Marcos, que tira al suelo todos los papeles que hay encima de la cama para poder sentarse.

—¿Estás preparado?

—¡Preparado! —contesta el chico, emocionado.

Estela abre la puerta de una patada, pega un salto y se planta delante de la cama. La cara de Marcos es un poema. No sabe qué hacer ni qué decir. Se ha quedado sin palabras. Entonces Estela se sienta encima de él y dice:

—Miau.

Al otro lado de la puerta, Atreyu ladra.

Marcos reacciona con una enorme carcajada que no le gusta a su chica.

—Pero ¡no te rías! —se ofende Estela. Marcos está, literalmente, tirado por los suelos de la risa. En el momento en que se da cuenta de que ella está enfadada, para de reír y le dice:

—Estela, cariño, no pretenderás venir a mi casa vestida de gato y que no me ría un poco, ¿no? ¿Y ese látigo? Menudo susto.

—Pues sí. Pretendía hacerte un regalo de cumpleaños original, pero ya veo que no lo valoras.

—Venga, ven aquí, no te enfades —le dice, e intenta abrazarla.

—¡Pues claro que me enfado! ¡Me has cortado el rollo! Eres una seta.

—¿Una seta? —pregunta Marcos, intrigado.

—Sí. Creo que, con el tiempo que llevamos saliendo, deberías saber que me gusta fantasear, crear un poco de expectativas… Me gusta disfrazarme…, no sé, darle un poco de chispa a la vida —responde Estela, enojada—. ¡Qué rabia me das!

—¿Por qué? —Marcos todavía está sonriendo—. Anda, ven, dame un beso.

—Qué rabia me da que no te gusten estas cosas.

—¿Qué cosas? —pregunta Marcos, que parece que no entiende nada.

—Pues esto. Me he currado un regalo de cumpleaños de lo más sexy, y lo único que se te ocurre es echarte a reír.

—¿Y qué esperabas que hiciera? —pregunta Marcos con sinceridad: no tiene muy claro qué era lo que se esperaba de él.

—¡Pues que entraras en el juego!

—¡Ay, Estela! Creo que estás haciendo una montaña de un grano de arena.

—Bueno, si a ti no te importa que nuestra relación sea sosa y aburrida, pues a mí sí. ¿Sabes qué? Será mejor que me marche. Porque tu cumple es mañana, ¿no?

—Sí.

—Pues ya lo celebraremos mañana en tu nueva casa. A menos que…

—¿A menos que qué? —pregunta Marcos, expectante.

—Que te dé un ataque de risa —dice Estela muy seria antes de marcharse.

Marcos se queda solo en su cuarto pensando en lo raro que ha sido todo. Se siente triste y emocionado a la vez. Piensa que el numerito de Estela estaba fuera de lugar y, sin poder evitarlo, vuelve a reírse.

«Mejor me pongo a hacer cajas —piensa—. Ya se le pasará».

En el mismo instante, en casa de Silvia

Silvia ha vuelto a casa de sus padres y se ha pasado el día entero tirada en el sofá sin dejar de ver la tele. Si existiera una aplicación de móvil que con sólo apretar un botón te desconectara el cerebro hasta el mes siguiente, Silvia no dudaría en descargársela y apretarlo. Pero lo peor aún está por llegar y, dejando aparte que no existe dicha aplicación, no puede evitar pensar en cuánto tiempo pasará antes de que consiga olvidarse de Sergio.

Se levanta del sofá aprovechando que sus padres se han quedado dormidos y entra en su habitación. De pie frente a la puerta, no puede evitar pensar en que lo que antes había sido su refugio, su lugar en el mundo, ahora parece un lugar congelado en el tiempo. La chica se queda unos instantes observando su habitación, que desprende una fragancia que es una mezcla de su perfume favorito y polvo. Encima de la cama hay una caja de cartón que está repleta de libros hasta los topes. En la estantería donde antes tenía su joyero y algunos recuerdos de viajes, ahora están los tomos de la enciclopedia vieja de su padre.

Silvia suspira. Detalles como esos le dejan claro que esa habitación, que sigue sintiendo como suya, ha dejado de pertenecerle. Poco a poco, Silvia se adentra en lo que antes era su madriguera. Observa cada rincón como si estuviera en un museo. Las paredes, los cojines, una muñeca vieja, y la foto que se tomaron con las Princess el día del cumple de Bea. Abre sus armarios esperando ver toda la ropa que tenía antes, pero sólo queda la ropa que no quiso llevarse porque no le quedaba bien. Se sienta en la cama dejando caer el cuerpo con pesadez, retira la caja de los libros, y muy poco a poco se acomoda en su edredón rosa.

La luz del patio interior entra por la ventana, y sus ojos se distraen con las motas de polvo que flotan por la habitación. Silvia se fija en que hay millones de partículas, y trata de imaginar qué pasaría si fueran personas que volaran por el aire. Entonces se da cuenta de que no chocan entre sí. Sopla para ver qué pasa. Las motas de polvo revolotean por el espacio, pero no chocan.

«¿No tienen accidentes las motas de polvo? ¿Por qué no se tocan?»

Este pensamiento puede parecer una tontería, pero para Silvia no lo es. Si ella y Sergio hubieran sido dos motas de polvo, nada de eso habría sucedido, piensa la chica mientras se acurruca. Toda ella es un saco de remordimientos, pues no consigue quitarse a Sergio de la cabeza. Mire lo que mire le recuerda a él. ¡Incluso en las motas de polvo ve su imagen!

Silvia resopla. La posición que ha adoptado en la cama le recuerda un documental sobre los elefantes viejos que vio un día en la tele. El narrador dijo algo así como que, cuando saben que su vida se va a terminar, van a un lugar donde pueden descansar y morir en paz. Silvia se abraza a sí misma, y poco a poco cierra los ojos, deseando adentrarse en el sueño profundo de los elefantes.

Horas más tarde

Marcos no puede dormir debido a la emoción por la mudanza. Después de ver mil vídeos de YouTube y escuchar mil canciones, enciende la radio. Localiza el programa «Llévame contigo» por pura casualidad y escucha a Ana:

—Si tenéis problemas de amor o de relaciones, si queréis reconquistar a alguien, descubrir si vuestra pareja os engaña o dedicarle una canción, este es vuestro espacio: «El consultorio sentimental de las Princess».

Marcos da un salto de la cama. Sin pensárselo ni un segundo, le manda un WhatsApp a Estela:

Marcos

En línea

Pon la radio si no estás escuchando a Ana ya. Hoy está genial. ¡Mola un montón!

Estela

En línea

Estela contesta con puntos suspensivos cuando está muy enfadada pero le da pena no contestar. Marcos no se da por vencido e insiste:

Marcos

En línea

Vengaaaaa… No te enfades conmigo. :-)

En casa de Estela

Estela está tirada en la cama con el móvil en la mano. Todavía lleva puesto el disfraz de gata. Está muy triste, mucho más de lo que Marcos ha intuido. Siente que su novio no la entiende o, lo que es peor, no la desea. «Leo se habría vuelto loco si me hubiera visto vestida de esta forma. ¿Por qué no puede Marcos ser así?», se pregunta. Luego piensa que, aunque su chico no sea tan apasionado como Leo, es mucho más sensible, mejor persona y más romántico. La prueba es que la ha llamado para que escuche el programa de Ana. Estela pone la radio, coge el móvil y le manda un mensaje a Silvia:

Ana está en antena. Creo que te molará escucharla.

No recibe ninguna respuesta, pero confía en que su amiga Silvia, que está claramente enfadada con ella, oiga a Ana. Todas las Princess suelen escucharla. Aunque tengan que dormir poco o madrugar, son conscientes de que una de ellas está triunfando en el mundo de las ondas. Es un orgullo y un placer escuchar a Ana.

Mientras, en el aire

Tenemos una llamada anónima. No quiere salir en antena, pero nos manda esta canción que le ha escrito a su querida… gatita. Dice así:

Maúllas, me arañas, te acercas y ronroneas.

Acariciarte es como tocar un león.

Tienes los dientes afilados,

y me gusta jugar contigo, convertirme en tu ratón.

Duermo contigo en tu siesta felina,

y sólo pienso en amarte hasta la séptima vida.

Me gusta pensar que soy tu cuidador,

aunque sé que no seré nunca tu amo y señor.

Estela no puede evitar troncharse de la risa al escuchar el poema. Es Marcos, su Marcos soso, pero también sorprendente y mágico. Le manda un WhatsApp de inmediato.

Estela

En línea

Gracias, príncipe. Te quiero, amo y señor.

Marcos

En línea

Buenas noches, princesa. :-) Mañana celebramos juntos mi cumple. Miau.

En el mismo instante, en el aire

Ana está muy contenta. Su sección funciona y los teléfonos no paran de sonar. Entonces entra la siguiente llamada:

—¿Hola?

—¿Cómo te llamas, princesa?

—Me llamo…, hummm…, ¿Inés? —dice una chica, que carraspea con una voz demasiado aguda. Parece como impostada.

A Ana se le hace un nudo extraño en el estómago. Cree reconocer la voz de esta tal Inés, no sabe de qué…

—¿Y desde dónde nos llamas? —pregunta, intentando que la chica hable más para descubrir quién es.

—Desde casa de mis padres. Hasta hace nada vivía con mi novio, pero descubrí que me engañaba y me tuve que marchar.

Entonces Ana se da cuenta. ¡Es Silvia! ¡Qué fuerte! No tiene claro si se trata de una broma de las chicas, o si la pobre Silvia está tan hecha polvo que ya no sabe qué hacer. Ana disimula y le sigue el rollo. Entiende que no dice su nombre para que no la reconozcan.

—¿Y qué consejo necesitas? ¿Estás pensando en volver con él?

—No lo sé. Sólo os quiero contar mi historia.

—Adelante, sí…, sí, Inés, cuéntanos —titubea Ana, nerviosa.

—Bueno, pues descubrí que mi novio me engañaba con otra por Internet. Tenía un perfil de Badoo que yo desconocía, y se pasaba más horas conectado a Internet que hablando conmigo.

—¿Sí?

—Mis amigas y yo descubrimos a la otra. Y resulta que mis mejores amigas se han hecho amigas de ella. Y creo que esta es la verdadera traición…, ¡la de mis amigas!

Ana se queda sin palabras. Víctor la mira desde el otro lado del cristal y la anima a seguir preguntando.

—Bueno, tal vez la otra no tenga la culpa… —suelta Ana.

—¿Cómo que no? —pregunta Silvia, indignada.

—Quiero decir que a veces, cuando nuestra pareja nos engaña, acostumbramos a odiar a la mujer con quien lo hace. Nos enfadamos con ella, cuando en realidad ella está igual o más engañada que nosotras. Lo que realmente nos da miedo es enfrentarnos a nuestra pareja. Y por eso atacamos a la otra. Es una desconocida, y no nos importan sus sentimientos, pero en realidad es otra víctima.

—¿Y te parece normal que mi amiga se haga amiga de ella? —le ataca Silvia con una pregunta directa y difícil de responder.

—Tal vez no sea tan amiga de ella. Puede que sólo sea una conocida. Tal vez, si la conocieras tú, incluso también te caería bien.

—Lo intenté, pero no pude…

—¿Hablaste con ella? —pregunta Ana, que, aunque sabe la respuesta, piensa en los oyentes y habla con Silvia como si fuese una desconocida.

—No pude… ¿Cómo voy a ser su amiga?

—Ella está en peligro ahora, como lo estabas tú. No te engañes, Inés. El malo es tu chico, no ella, ni tus amigas.

—Una buena amiga… no se hace amiga de la otra… —insiste Silvia, que no se puede quitar de la cabeza la imagen de Valeria dándole dos besos a Ana y abrazando a Estela.

—Tus amigas te quieren.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo sé. Porque el amor de una amiga no desaparece de un día para otro.

Se corta la llamada, sube la música, y entra Víctor, emocionado:

—¡Gran final! ¡Sí, señora! Ana, cada día nos emociona más esta sección. —Luego, fuera de micro, añade, mirando a su colaboradora—. Cuánto sentimiento había en la conexión de esta chica. Sigue así y llegaremos lejos.

Acaba el programa y Ana no puede evitar ir corriendo al ordenador a escribir una nueva entrada. Su amiga le ha servido de inspiración, pero también la ha hecho entristecer. Ha sido un momento de intensa emoción en el que ha tenido que aguantar el tipo, pero ahora que ya no está en antena le afloran todos los sentimientos y no puede evitar ponerse a llorar. Por suerte, todo el mundo se ha marchado a casa pitando. Todo el mundo menos Víctor, que no puede evitar acercarse a ella y preguntar:

—¿Estás bien?

—Sí, estoy escribiendo una entrada. Perdona, es que si me hablas me desconcentras y estoy muy inspirada —le dice sin mirarlo a la cara y escribiendo como si estuviera poseída. Hoy le va a salir una de esas entradas que le salen de dentro de las entrañas.

Víctor se sienta delante de ella y la observa. Mira a la dulce Ana mientras escribe su entrada a la velocidad del rayo mientras las lágrimas no paran de caerle por las mejillas. Siente ganas de acercarse y limpiarle la cara, o de abrazarla. Ana ni se percata, y no para de escribir…

Nueva entrada:

Lo siento

Amiga Princess.

Lo siento.

Siento si te he hecho daño.

Siento no haber visto el daño que podía hacerte.

Siento que lo estés pasando mal.

Siento no estar a la altura.

Siento no haberlo visto antes.

Soy tu amiga y te he decepcionado.

No sé qué hacer para compensarte.

Siento que te he fallado y lo siento.

Sé que sentirlo no sirve de nada.

Lo sé.

Sólo quiero que sepas que estoy contigo, a tu lado.

Princesa, no quiero perderte.

No te cambiaría jamás por ninguna otra porque tú eres ÚNICA.

Eso es lo que te convierte en una auténtica

Princess.

Firmado

Blancanieves

Ana cuelga la entrada a toda prisa, apaga el ordenador y se echa llorar encima de la mesa. Ni se ha dado cuenta de que Víctor ha estado todo el rato observándola. Este se levanta, se acerca a ella, la coge de los hombros y la abraza. No le dice nada. Ana se deja llevar, un poco confundida. ¿Qué está haciendo dejándose abrazar por su jefe? No sabe cómo interpretar ese abrazo, pero deja que se lo dé. Lo necesita. Hacía tanto tiempo que nadie la abrazaba así… Unos segundos más tarde, Víctor le da un beso en la mejilla y se marcha. Ana se queda en la redacción y espera unos minutos antes de irse. Todo ha sido muy intenso y muy mágico. Hacía tiempo que no sentía nada parecido.