Los lectores que quieran descubrir algo más sobre la agitación política de la España de aquella época, pueden empezar por la magnífica biografía de Paul Preston titulada Franco (Grijalbo Mondadori, S.A., 1998).
Aquellos que quieran saber más sobre Federico García Lorca, sobre su homosexualidad y sobre su muerte violenta durante los primeros días de la Guerra Civil española, deben leer el libro del historiador británico Ian Gibson El asesinato de García Lorca (Plaza & Janés Editores, 1987). El libro estuvo prohibido en España, pues Gibson fue el primero en dar la noticia de que Lorca había sido deliberadamente asesinado por fascistas insurgentes. Gibson ha escrito varios libros más sobre España, entre ellos En Granada, su Granada, indispensable para aquellos que quieran dejar su ramo de flores en el lugar donde murió el poeta.
En el libro de Jaime Manrique Maricones eminentes (Editorial Síntesis, 2000) se puede encontrar también material bastante revelador sobre Lorca.
Los toros, la gran monografía en doce volúmenes de José María de Cossío, sigue siendo la historia más exhaustiva de la fiesta brava. Cuando vivía en La Montaña, tuve la gran suerte de conocer a Cossío, nacido en aquella región. Vivía en un pueblecito de las montañas, cerca de Santander.
La reflexión de Cossío sobre el toro de lidia como animal salvaje es fascinante, lo mismo que las descripciones de las muchas razas regionales que en otros tiempos recorrían la Península Ibérica, desde Coimbra, en Portugal, hasta las montañas de Navarra y la frontera francesa. Hoy en día, la mayoría de los toros son negros, gracias al predominio de una única casta, la de Vistahermosa, en la que genéticamente domina el pelaje negro. En otros tiempos, sin embargo, el ganado bravo presentaba todos los colores del arco iris, desde el blanco, hasta el pardo, pasando por el colorado, el pinto, el manchado, el albahío e incluso varios tonos de negro (azabache, mulato, zaino, etc.). Cossío creía que el Bos Ibericus estaba emparentado con el ganado del norte de África, según indican los restos arqueológicos de osamentas y las formas de los cuernos.
La fauna y flora españolas, y los esfuerzos actuales por protegerlas, aparecen en una serie documental de seis capítulos para televisión, titulada Wild Europe (Europa salvaje) y producida en 1999 por WGBH Boston.
El antiguo sistema numérico está documentado en algunas fuentes nativo-americanas sobre la espiritualidad de los nativo-americanos, entre ellas el libro Mountain Dialogues, de Frank Waters, y las obras de Hyemeyohsts Storm.
El uso médico de la cola de caballo está documentado en una gran variedad de fuentes que se ocupan de la medicina herbal, entre ellas una base de datos internacional cuya dirección en Internet es www.rain–tree.com/horsetail.htm. Todo esto lo digo simplemente a título informativo, pues ningún lector de este libro debería aventurarse a probar la medicina herbal sin consultar antes a su médico y a un herbolario de confianza.
Las primeras oleadas de emigrantes españoles y judíos sefardíes a América del Sur están documentadas en The Melungeons: The Resurrection of a Proud People, de N. Brent Kennedy (Mercer University Press, 1997). Quien desee más información sobre la «gente libre de color» puede consultar en Internet la página www.melungeon.org.
Algunas de mis experiencias en España entre los años 1964 y 1972 están descritas en una breve autobiografía titulada «Throwing Carnations». Se publicó en la primavera de 1999 en Harvard Gay and Lesbian Review.
Mis escritos sobre la base biológica/ecológica del símbolo antiguo aparecieron publicadas en Mythosphere, y en una ponencia titulada «The Shining Ones: Cats as a Symbol of Light in the Ancient World», para una conferencia en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en 1982.
Muchos de los detalles sobre la vida y la política españolas quedaron recogidos en las cartas que envié a mis padres a finales de la década de los 60. Mucho más tarde, tras la muerte de mi padre, en 1993, recuperé ese tesoro de cartas del rancho familiar, junto a fotografías y revistas que también había enviado, como antiguos ejemplares de la revista taurina El Burladero y un número de Blanco y Negro que contenía un excelente artículo sobre esos caballos salvajes españoles llamados asturcones. Todo ese material se convirtió en una fuente de investigación muy oportuna.
Quiero también mostrar mi agradecimiento a las siguientes personas, que me ayudaron a entender España un poco mejor o que me animaron, de una u otra manera, a escribir The Wild Man:
· A todos los españoles, hombres y mujeres, que conocí durante los 60 y los 70 y cuyas historias personales son parte novelada del entramado de este libro.
· A la Josefina de la vida real, apodada José, cuyo recuerdo aún está vivo en mi memoria, después de treinta años.
· A Jim Landis, mi editor en William Morrow, todo un artesano en materia de libros. Jim, que ahora está casado y tiene una familia, sigue siendo un amigo. Se ha retirado ya del mundo editorial y vive en Nueva Inglaterra, convertido en un novelista de éxito.
· Al compositor y novelista español José Raúl Bernardo, por su amistad, sus ánimos y sus comentarios. La editorial Simon & Schuster publicó su novela El secreto de los toros.
· Al dramaturgo y novelista español Carlos Miguel Suárez Radillo, por darme ánimos. Su novela Alguien más en el espejo fue una de las primeras novelas gays españolas publicadas tras el franquismo.
· A Pat Quillen, de SOS Care, toda una autoridad internacional en materia de conservación de la Naturaleza, por su amistad durante todos estos años y por estar siempre dispuesta a contestar a todas mis preguntas sobre diversos temas, desde los libros de registros de pedigrí hasta la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas.
· A Reg Reidel, experto en fauna salvaje de reconocido prestigio internacional. En los años 70, trabajé para Reg como ayudante de investigación en el estado de Nueva York, cuando él estaba realizando un estudio sobre gatos pequeños. Le agradezco su amistad y también su buena voluntad a la hora de compartir conmigo información sobre conservación de la Naturaleza. Reg se ha hecho famoso por su trabajo de cría en cautividad de pájaros en peligro de extinción y en la actualidad está creando un parque ornitológico en Costa Rica.
· A John Graham, veterinario gay que tiene una consulta rural en Dumfriesshire, Escocia. Además de ser un amante de la fauna salvaje y un gran amigo, John fue mi asesor por lo que respecta a las cuestiones de veterinaria que se tratan en este libro.
· Al ex redactor jefe de Selecciones, Víctor Olmos, que ahora trabaja para la agencia EFE, por su paciencia a la hora de responder a mis molestas preguntas de periodista yanqui, hace muchos años. Olmos fue el primero en hablarme sobre los esfuerzos del Gobierno español para establecer reservas naturales, como el Coto Doñana en las marismas andaluzas, y para repoblar algunas de las cuencas más despobladas de España.
· A la ex directora editorial de Selecciones, Angelita González, hoy agente literaria, por ofrecerme su perspectiva de las mujeres españolas de la década de los 60, y de las dificultades a las que tenían que hacer frente tanto en el trabajo como en el hogar.
· A Modas Paquita, un salón de alta costura de Santander, cuya dueña y diseñadora, Paquita González, era hija de una familia española que vivía en Río de Janeiro. A Paquita quiero agradecerle su amistad y el haberme enseñado lo que significaba criarse lejos de España.
· A los hermanos González de Cabezón de la Sal, en la región de La Montaña, ebanistas vocacionales y enamorados de la caza, que me ayudaron a familiarizarme con los brujos de pueblo y la caza en España.
· A toda la familia Ribalaygua, dueños de una empresa de construcciones y contratas que reconstruyó el puerto de Santander y buena parte del centro de la ciudad, por su amistad y por compartir conmigo su lujosa vida y su entusiasmo al descubrir cómo era el mundo más allá de las fronteras españolas.
· Al expedicionario español Vital Alsar, cuyo libro sobre sus viajes en balsa por el Atlántico edité para Reader’s Digest con el título de La Balsa: The Longest Voyage in History (Reader’s Digest/Dutton, 1973). Vital, un oriundo de La Montaña que por aquel entonces vivía en México, me ayudó a comprender un poco mejor el abrupto conservadurismo de Cantabria.
· Al monje erudito del monasterio de Santo Domingo de Silos, cuyo nombre he olvidado, que custodiaba el tesoro arqueológico cuando yo visité el monasterio, además de coordinar la excavación. Al descubrir que yo era aficionada a la arqueología, se pasó un día entero enseñándome artilugios encontrados durante la excavación, libros antiguos y objets d’art. (Como anécdota curiosa, quisiera añadir que el canal hispano estadounidense GEMS emitió recientemente un documental sobre Santo Domingo de Silos centrado en el famoso coro de canto gregoriano, pero no mencionó en ningún momento ni el descubrimiento prerrománico ni el tímpano que representa a la Virgen de los Animales).
· A todas las personas que conocí en 1984 durante un viaje por Inglaterra, Alemania, Austria, Holanda y Suiza, mientras me documentaba para el libro One is the Sun. Mi objetivo era familiarizarme con lo que queda de la «Europa pagana». Entre mis informadores se cuentan un herbolario tirolés, una vieja dama alemana que custodiaba un manantial sagrado, un hombre de Cornualles que custodiaba un círculo de piedra, Gente Menuda y la nieta del último Habsburgo que había reinado en Austria (los Habsburgo estuvieron emparentados con la monarquía hispánica). Todos ellos insistieron en que Europa está todavía plagada de secretos históricos como los que se relatan en esta novela.
· A todos aquellos que leyeron el manuscrito casi definitivo y me aportaron sus valiosos comentarios. Entre ellos, José Raúl Bernardo, Jim Burgholzer, Joshua Chaney, Burt Coleman, Jonathan Freyberger, Michael Granville, John Selig, Carlos Sandino, Christine Soto, Bryan Wildenthal, Jesús Yánez; y Brandon Andersen, Eric Jensen y Lee Lock, todos ellos empleados de Wildcat.
Quisiera también mostrar mi agradecimiento a las siguientes personas de Wildcat:
· A Jay Fraley, diseñador gráfico y fotógrafo de Open Eye Studios, por realizar otra portada extraordinaria. En Wildcat, nuestro objetivo es evitar el estereotipo del «torso desnudo» que aparece en tantas portadas de nuestro género.
· A Lee Lock, por su primer viaje como cajista interno de Wildcat y por sus denodados esfuerzos a la hora de localizar la espada de la portada. Se nos ocurrió la ingenua idea de que las casas de utilería de Hollywood tendrían alguna espada de torero en existencias, que podríamos alquilarla y fotografiarla, pero todo fue en vano, lo mismo que nuestros esfuerzos por encontrar alguna fotografía adecuada. Finalmente, encargamos un auténtico estoque de matar a la empresa española Bermejo.
· A Robert Harrison, abogado de Wildcat, por sus sabios consejos.
· A Eric Jensen, controller de Wildcat, por su infalible pericia fiscal.
· Y por último, pero no por ello menos importante, a mi socio en Wildcat, Tyler St. Mark, por sus comentarios sobre este libro y por su entusiasmo.
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Como nota final en estos tiempos del nuevo milenio, añadiré que ahora que las estaciones espaciales forman parte de nuestra vida cotidiana y que un sistema nervioso electrónico llamado Internet atraviesa el planeta a lo largo y a lo ancho, los seres humanos aún experimentan esa atracción primaria e irresistible de participar en juegos peligrosos con reses bravas. A lo largo de la última década, en los circuitos de rodeo de los Estados Unidos ha surgido una extraordinaria e incruenta forma de torear, protagonizada por los payasos de rodeo.
En los tradicionales concursos de montar toros, los payasos profesionales siempre estaban preparados para distraer al toro cuando el vaquero se caía. Los toros que se utilizan hoy en día son de raza mexicana o Brahma y llevan la bravura en la sangre. En este nuevo espectáculo, sin embargo, el payaso «lucha» contra toros jóvenes mexicanos, especialmente importados para la ocasión. Esos toros no se montan, sino que son usados una y otra vez en el espectáculo, como en las corridas de toros que se celebran en Francia. Se vuelven expertos a la hora de moverse como gatos, de girar, de cambiar de lado, de jugar con el payaso al gato y al ratón en una especie de danza mortal. Los jueces puntúan a cada payaso en función de lo que se acerca a los cuernos del animal. Aunque los cuernos no están afilados, esas bestias tienen tanta fuerza que son capaces de machacar al payaso contra el suelo o contra la valla que circunda el ruedo. No es difícil acabar con el cuello, un brazo o una pierna rotos. Hay toreros célebres, como Ron Smetz de Texas, que han sufrido heridas y han atravesado crisis de confianza, como cualquier matador español. Los payasos se atreven incluso a dejarse voltear, porque así pueden subirse a lomos del animal, como los guerreros cretenses de antaño inmortalizados en algunos de los murales más antiguos que se conocen.
Patricia Nell Warren