miras el techo. comes techo. tus extremidades no responden. no piensas. no puedes pensar. sólo esperas que pase todo. que bajes del todo. que te caigas. luego podrás levantarte de nuevo. mírate en el espejo, piltrafa humana, ¿de qué color son tus ojos? no, no son negros, eso son las pupilas, imbécil.
estás sola en casa. te levantas de la cama. no sabes muy bien cómo. arrastras tu cuerpo hasta la cocina. bebes agua solán de cabras. das dos tragos y lo piensas mejor. coges una cerveza. vuelves a tu cuarto. buscas en los bolsillos de tu cazadora. sacas la coca. haces unas rayas pero no encuentras ningún billete para hacer el turulo. lo haces con el resguardo del cajero automático. para algo tenían que servir, piensas.
lo mejor de no tener que trabajar: te puedes recuperar de las resacas con calma. antes no podías. llegabas a la oficina con gafas de sol, saludando en el poco catalán que habías aprendido. te sentabas a tu mesa, tu traje de chaqueta estaba arrugado. ¡vaya imagen, nena! tú no puedes permitirte descuidarla. siempre has de estar impecable. los balances te esperaban y tú sólo eras capaz de ver filas de hormigas moviéndose frenéticamente sobre el papel. te encerrabas en el cuarto de baño para poder fumar. esta puta manía europea de no dejar fumar en ningún sitio. o americana, qué más da. están todos igual de colgados.
fumabas un par de cigarrillos. te mirabas al espejo. hacías acopio de fuerzas. salías de nuevo al despacho creyendo que esta vez sí, la resaca se te acabaría pasando rápidamente.
ya no trabajas. no importa. has vuelto con papi y mami. les has contado que no has podido soportar la presión, la tensión, la responsabilidad, que no te encontrabas a gusto, que les echabas de menos… lo han creído. quizá tu madre torció un poco el gesto. era tu trabajo, era tu responsabilidad, sabías lo que se te venía encima. no haberlo aceptado. ya, claro. pero la oferta era muy tentadora. barcelona. cosmopolita. fiesta. marcha. madrid ya la tenías quemada. madrid te estaba matando. conocías a demasiada gente. y demasiada gente te conocía a ti. era horrible. momentos en que no lo soportabas. una gran ciudad que protege el anonimato y tú te encontrabas a algún conocido en su esquina más oculta. sabían demasiado de ti. tenías que desaparecer. conquistar otra ciudad hasta quemarla. y quizá luego volver a marcharte. siempre llevarías el incendio en tu interior.
¿qué ha quedado después de todo? nada. ni aquí ni allí. sólo una rutina tan alienante como el ir a trabajar cada día. salías de marcha cada noche. tu horario era flexible, te lo podías permitir. y la ciudad te ofrecía múltiples oportunidades para no quedarte en casa. hiciste amigos pronto. aunque ya se sabe que en ciertos mundos es fácil hacerlo. aunque no sean amigos de verdad, claro está. bares de ambiente y de no ambiente. volviste a follar con tíos, recordaste esa bisexualidad que habías mantenido hasta los veintidós. claro, con tu cara y con tu cuerpo, ¿cómo van a pensar que eres lesbiana? y tú te dejabas hacer. ese sentimiento de que te daba igual ocho que ochenta. ¿qué más daba? en el fondo no importa quién te toque, quién te folle, si no puedes sentirlo.
tus jefes empezaron a fruncir el ceño. no rendías. te lo dijeron. ¿te pasaba algo?, ¿era mucha presión para ti?, ¿te costaba adaptarte al trabajo, a la ciudad? té reíste para tus adentros. si ellos supieran lo rápido que te habías adaptado a la ciudad… no, no, es que aún no me he acostumbrado a algunas cosas. no se preocupen, procuraré remediarlo lo antes posible.
pero no lo remediaste. lo empeoraste. ya no llegabas tarde a la oficina. no llegabas, directamente. te llamaban al móvil y tú no respondías. luego ibas al día siguiente y hacías como si nada pasara. ni siquiera te molestabas en dar alguna excusa creíble. sin embargo sabías que sí pasaba, que caminabas en la cuerda floja. y te ibas a caer. lo sabías. el problema es que aún no sabías cuándo.
te acuerdas de laura. joder, ya hace tiempo pero da igual. a veces te acuerdas de ella. una chica tan formal, tan buena gente. no una loca chiflada como tú con las napias pegadas a la mesa todo el santo día. a veces te preguntas cómo estará, qué habrá sido de ella, si seguirá trabajando en la cafetería del aquel hospital. ¿estará con alguien? es una duda que te asalta a menudo. sabes que no tienes derecho a estar celosa. la relación acabó. y tú te has tirado a media barcelona y gran parte de madrid desde entonces. bueno, a lo mejor es exagerar, pero tienes que reconocer que tu vida sexual es bastante activa. lo que no quiere decir que sea satisfactoria. es raro que tú duermas sola. aunque desde que has vuelto estés manteniendo la abstinencia. ¡coño, claro, con los padres en el cuarto de al lado no se puede!
y tus amigos, ¿qué? has tenido suerte, te han vuelto a recibir. aunque no es como antes. normal. te fuiste en un momento crítico. sabes que a ellos no les gusta que te metas tanto. pero bueno, es tu vida, no la de ellos, tú sabes lo que estás haciendo, tú lo controlas… bueno, tal vez no lo controles pero sabes lo que haces, sí, sabes lo que haces…
joder, ya no te queda coca. lames la papela mientras piensas en conseguir más.
y silvia. menuda suerte tiene la tía. y cómo conoció a la tal ángela, que mira que está buena. y luego encuentra trabajo y todo le va de puta madre. y el numerito que montó la otra noche no hay dios que lo entienda. luego dicen de ti pero, coño, tú sólo te colocas, no te pones a gritar ni te marchas de los sitios dejando a todo el mundo con la boca abierta. pero claro, silvia es una chica formal. tú no. o eso es lo que te dicen.
despedida. de forma procedente. no podías hacer nada. tenían razón. no acudías al puesto de trabajo. no rendías. te extendieron un cheque con tu último sueldo y tu finiquito. dejaron de pagarte el alquiler del piso. ingresaste el cheque y lo primero que hiciste fue irte de juerga para celebrar que al día siguiente no tenías que ir a trabajar. daba igual el motivo de la celebración, cualquier excusa es buena para irse de juerga.
duraste dos meses así. el dinero desaparecía y tú no sabías muy bien cómo. de repente te viste vendiendo tus cosas, la televisión grande que te cagas, el dvd, el equipo de música, tu carísimo móvil de última generación. necesitabas más dinero. siempre más y más dinero. el alquiler del apartamento era caro, tus vicios eran caros. y eso que ya habías dejado de ir a cenar a restaurantes de cuatro tenedores. apenas comías. a veces una lata de atún, otras un whopper. te alimentabas de tabaco y vodka. y sobrevivías. no pasaba nada. tu cuerpo es fuerte. lo aguanta todo. eres joven y prometes.
te quedaste en la calle. literalmente en la calle. tus únicas posesiones eran una maleta con tu ropa. decidiste que había llegado el momento de volver. buscaste ayuda y te costó encontrarla. tus nuevos amigos barceloneses te respondían con una sola frase «estoy muy ocupado». al final conseguiste reunir el dinero suficiente para un billete de autobús a madrid.
te fuiste en el primero que salía. cuando viste desaparecer barcelona a tu espalda no supiste si la pesadilla había acabado o no había hecho más que comenzar.
y a ver cómo iban a reaccionar tus padres. porque estaba claro que no les podías contar nada de lo que había ocurrido de verdad. ¿tus cosas? en un guardamuebles. ¿tu dinero? lo tengo todo en un fondo de inversión que no quiero tocar. sabías que papá abriría la cartera tarde o temprano. como hizo al poco de llegar tú. eres su niña. quizá esa sea tú única arma. aún eres la niña de alguien. porque el resto te ha dado la espalda.
apuras la cerveza. piensas en darte una ducha. pero la última vez que te duchaste en este estado no te gustó demasiado. no sentías las gotas sobre tu piel. no tenías ninguna sensibilidad en la piel. pero tienes que reponerte. estar en forma para esta noche. para volver a la juerga. ¿qué más podrías hacer? ya tendrás tiempo de ser vieja y responsable. quieres vivir ahora. no dentro de cincuenta años, cuando tu cuerpo esté lleno de arrugas y tu dentadura sea postiza.
empiezas a hacer llamadas. lo primero, conseguir material fiado. una vez conseguido esto ya te puedes dedicar a llamar a la gente con la que vas a quedar.
tus padres empiezan a sospechar. normal. no buscas curro. pasas el día durmiendo. amaneces al atardecer poniendo house a todo volumen. pides demasiado dinero. te lo dan arrugando el morro. ¿qué haces con él? ni siquiera se te ocurre una excusa creíble. lo coges ávidamente y mientras le das un beso a papi en la mejilla, te lo guardas en el bolsillo, calculando mentalmente los gramos, las pirulas, las copas que podrás pagar. «me marcho ya, no volveré tarde», aseguras al mentir otra vez.
no siempre sales con tus amigos. muchas veces te incomoda su presencia porque sientes que la tuya les incomoda a ellos. y es que ellos se creen mejores que tú, con sus trabajos, sus parejas, sus vidas impecables que parecen gritarte todo el tiempo que estás fuera del círculo. sus miradas compasivas, censuradoras, llenas de reproches que te recuerdan tu fracaso, tu mala cabeza, tu disidencia. «no eres como nosotros», parecen decirte, «no sabes comportarte». qué más les dará a ellos. que se metan en sus putas vidas, que te dejen en paz. sabes que no son mejores que tú. aunque a veces te cuesta tanto creerlo…
y sabes que deberías buscar trabajo. aunque tan sólo sea para que tus padres dejen de fruncir el ceño cada vez que abren la cartera. aunque tan sólo sea para volver a tener un sueldo propio con el que poder comprar mejor farlopa que la que ahora hace que te sangre la nariz. sí, comprar farla es una buena razón para volver a trabajar. el lunes comprarás el periódico.
la chica que está frente a ti te mira con cara rara. como si te conociera de algo sin acabar de ubicarte en sus recuerdos. tú también la miras a ella. tiene cara de cansada, los ojos entornados, un débil reguero de sangre deslizándose por el surco de su labio superior. te inclinas hacia ella apoyándote en el lavabo. a ti también te suena su cara. tú también crees conocerla de algo pero no recuerdas de qué. y ella sigue mirándote tan fijamente como tú a ella. quizá quiera ligar contigo. o quizá sólo te mire por curiosidad. quizá no sea nadie que merezca la pena.
sales de los servicios trastabillando los pasos. llegas hasta la barra. tu copa sigue ahí, intacta, fiel, los hielos quizá un poco derretidos pero no importa. das un largo trago. miras a tu alrededor. no hay mucha gente. no conoces a nadie. jurarías que no has llegado sola hasta allí. aunque no pondrías la mano en el fuego por afirmarlo.
la música inunda tus oídos. el volumen es salvaje. crees que estás bailando. un brazo te rodea la cintura desde atrás. no sabes quién es. tampoco lo rechazas. sientes un aliento cálido en tu nuca. una mejilla que se acerca a la tuya. una barba de demasiados días que agrede tu piel como una lija. el aliento cálido es aliento alcohólico. unos labios húmedos y torpes exploran tu cuello. unas manos toscas, zafias, se pierden por debajo de tu ropa. te dejas hacer. qué más da.
os besáis en el asiento trasero del taxi. cruzas miradas desafiantes con el conductor a través del espejo retrovisor. de repente se para. alguien paga. camináis por las aceras mal iluminadas. entráis en un portal. subís en ascensor. pierdes la cuenta de los pisos. susurros al entrar en la casa, algo de unos compañeros de piso. a ti te da la risa floja. te tapa la boca sin fuerza, también hay risas que no son tuyas. entráis en una habitación. te dejas caer en una cama deshecha. sigues riendo mientras te desnuda.
te folla sin que te enteres. sólo es un tipo más haciendo flexiones encima de ti con la cara desencajada. tu risa se mezcla con sus gruñidos, su sudor con tus lágrimas. ¿qué hora será?, ¿dónde estarás? marilyn manson te mira desde un póster colgado en la pared. vuelves a reír. el tipo se sigue moviendo encima de ti, ni siquiera sabes si se ha puesto condón. ni siquiera te importa.
te despiertas agitada. ya es de día. un bulto ronca a tu lado. el aire huele a sudor, a alcohol, a tabaco, al acre olor del sexo. te levantas de la cama, recoges tu ropa que yace desperdigada por el suelo. te vistes con prisa, temiendo a cada momento que el bulto se despierte. sales de la habitación. en el pasillo te cruzas con alguien que te mira con una expresión entre extrañada y divertida. no dices nada. por instinto llegas hasta la puerta. bajas las escaleras a trompicones, de dos en dos, de tres en tres, la ansiedad alojada en tu pecho, la desesperación royendo tus venas. buscas la coca en tus bolsillos. aún queda algo. la esnifas con cuidado en el portal. te pones las gafas de sol y sales a la calle. a salvo.
entras en casa sin quitarte las gafas de sol. te cruzas con tu madre de camino a tu habitación. está moviendo los labios. te dice algo. no sabes el qué. la esquivas y te metes en tu refugio echando la llave. crees oír golpes en la puerta mientras caes a plomo sobre el pulcro edredón de ositos paracaidistas que cubre tu cama. qué más da. hoy ya es otro día.
saben lo que pasa. te gritan. tu madre llora. tu padre se lamenta. tú les miras con indiferencia, tirada en el sofá, fumando un cigarrillo. ya que están así podrías aprovechar para decirles que eres lesbiana. pero no dices nada. porque no sabes qué decir. porque no sabes qué eres. porque no sabes quién eres. porque sólo quieres que pase todo, que todo acabe. aunque no sepas qué hay después.
silvia te llama. te pregunta si quieres salir con ella y los demás. y tú nunca rechazas una proposición. aunque sea con ellos. los que con sus miradas te recuerdan constantemente tus malos pasos. allí estarás, como un clavo, siempre lista, siempre dispuesta para otra noche de juerga. siempre hasta el límite y más allá.
y el tiempo pasa. y la coca se acaba. y la paciencia de tus padres se acaba. y tu aguante se acaba. pero enciendes el piloto automático. aún puedes seguir un poco más. siempre podrás seguir un poco más.
tus padres hablan con calma. tienes que cambiar. por ti. por tu bien. por tu vida, que aún te queda mucha. asientes mecánicamente mientras dicen que te ayudarán. dices que lo intentarás. sólo lo intentarás. no prometes nada. aunque no importa lo que les digas. sabes dónde guardan el dinero.
una ducha rápida, una cerveza y un poco de coca. tus padres no están, tus padres han salido. y tú sola en casa no te puedes quedar. aún debe haber algo en la ciudad que no hayas quemado. así que salgamos en su busca, quizá sólo te calmes cuando hayas quemado todas tus naves. quizá todo sería más fácil si alguien supiera hacerte feliz. pero ni tú misma sabes qué podría hacerte feliz. y seguirás buscando hasta sentar cabeza. o te partirás el cuello en el intento. quién sabe. tú no. no sabes nada. nunca lo has sabido. ¿de qué serviría?
bajas y subes. no sabes hasta cuándo. la montaña rusa no parece tener fin. deberías cambiar. deberías seguir así. no lo sabes. no te importa. sigamos la juerga. vamos a pedir una copa para pasar la pasti. y luego me llevas a ver las luces de madrid.