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Carretera antigua de Fairbanks

Cerca de Bordentown

Homer Gibbon oyó el ruido mucho antes de divisarlos. Era un ruido profundo, grave y considerable, que se filtraba a través del estruendo de la lluvia, la radio y los limpiaparabrisas. El chop-chop-chop de las aspas de los helicópteros. Se echó a un lado de la carretera, bajó la ventanilla y sacó la cabeza para mirar.

Se acercaban por encima de la línea de árboles como una bandada de insectos gigantes de una película de monstruos antigua. Homer jamás había estado en el Ejército, pero lo sabía todo acerca de la guerra. Por las películas, los libros, las revistas, y por sus conversaciones interminables en prisión. Eran Apache Longbow, y estaba convencido de que iban equipados con cañones de cadena de 30 mm, misiles aire-tierra, luces de emergencia, misiles infrarrojo tierra-aire y misiles infrarrojo aire-aire de corto alcance. O al menos de eso era de lo que se acordaba él.

Homer sonrió.

Perfecto.

Subió el volumen de la radio. Jason Aldean estaba cantando Mi fiesta particular.

—¡Sí, señor! —le dijo Homer a la radio.

Se incorporó a la carretera y siguió conduciendo.