Estado de Transición Hartnup
—¡Jesús! —exhaló Sheldon—. ¡Pero mira cómo está!
—Sí.
Se oyeron más gritos y después el «bang bang» grave de los disparos de una pistola.
—Dez… —comenzó a decir Sheldon, pero ella lo interrumpió.
—Sí, ya lo sé —gritó ella, que echó a correr ladera arriba a la velocidad del rayo.
Sheldon la siguió muy de cerca.
—¿Qué coño está pasando? —preguntó Sheldon a gritos mientras corría.
Dez no respondió. Ese día todo estaba saliendo mal; las cosas se estaban precipitando y se les escapaban de las manos. Sentía como si se estuviera echando atrás, como si su mente se batiera en retirada incluso mientras corría hacia delante. Las cosas que estaban sucediendo eran imposibles.
Tiró del micrófono enganchado al hombro y gritó:
—Tenemos a dos agentes caídos, repito, dos agentes caídos. ¡Necesitamos refuerzos ya, ahora mismo!
Entonces Sheldon y ella penetraron por en medio de una pantalla de arbustos y… y todo lo sucedido ese día se hizo un poco más absurdo todavía, más imposible.
El agente Jeff Strauss yacía boca arriba sobre la hierba en el extremo del claro opuesto a ellos. No tenía… rostro. Se lo habían arrancado; se le veía el músculo rojo y el hueso blanco. Le caía sangre por los lados de la cara. Su pistola yacía tirada en el suelo a ocho centímetros de la mano.
Mucho más cerca de Dez y de Sheldon, a solo unos pocos metros, el agente Mike Schneider estaba en pie, de espaldas a ellos. Schneider tenía los brazos a los costados y sujetaba la Glock con una mano con el puño fuertemente apretado. De repente, todo su cuerpo se retorció con un espasmo y presionó el gatillo. El fogonazo sonó muy alto y muy brusco, y la bala le perforó el hueso del tobillo, que se hundió en la tierra al instante. Entonces se le doblaron las piernas y cayó de rodillas al suelo. Con la sacudida, sus dedos retorcidos dejaron caer el arma. Inmediatamente se oyó una especie de silbido y Dez vio un géiser de sangre roja brillante salir de debajo de la barbilla del agente Schneider y salpicar el rostro pálido de Andy Diviny. La sangre le cayó en la boca y los ojos, y roció además las hojas de un rododendro cercano enorme. Mientras Schneider se tambaleaba a un lado y al otro hasta caer al suelo, Diviny se quedó mirando fijamente a Dez.
Abrió los labios púrpura, mostró unos dientes sanguinolentos y emitió una especie de silbido en dirección a ella.