Dos hermanos
DÍA VIGESIMOSEXTO, MES DE MISHAMONT, AÑO 352 DC
Raistlin se encontraba ante una columna caída con incrustaciones de piedras preciosas. El brillo de su seductor resplandor atraía a los incautos hacia su terrible destino. Murmuró las palabras de un hechizo que hasta entonces no sabía que conocía y dibujó una runa en el aire. En el interior de la piedra apareció la figura de una mujer. Era una joven, de expresión dulce y agradable, pálida por el dolor y suavizada por el anhelo. Los ojos de la mujer escudriñaron la oscuridad.
Vio moverse sus labios y oyó su grito espectral y angustiado.
—Berem ya viene, Jasla —dijo Raistlin.
Tuvo cuidado para no caer en una corriente subterránea, en la que gateaban, se revolvían y agitaban unos cachorros de dragón. Se subió a un alerón de piedra que avanzaba a lo largo de las temibles aguas y llegó hasta un lugar a cierta distancia de la piedra, desde donde podía observarlo todo. Pronunció la palabra «Dulak» y la luz del bastón se apagó.
Raistlin aguardó en la oscuridad a la persona que había sido lo suficientemente idiota —o quizá lo suficientemente valiente— para cruzar su trampa mágica. Raistlin sabía de quién se trataba: su otra mitad. Oyó a dos personas chapoteando por el arroyo teñido de sangre e infestado de dragones. Los reconoció a pesar de la oscuridad.
Uno de ellos era Caramon, un buen hombre, un buen hermano, mejor de lo que él se merecía. El otro era Berem, el Hombre Eterno. La esmeralda relucía y, como si le respondieran, las piedras preciosas de la Piedra Angular empezaron a brillar con una miríada de colores.
Caramon caminaba junto a Berem con actitud protectora. Llevaba la espada en una mano y la hoja estaba manchada de sangre. La negra armadura estaba abollada. Le sangraban varias heridas en los brazos y las piernas. En la cabeza tenía una brecha profunda. Su rostro, normalmente risueño, había perdido el color, estaba demacrado, consumido por el dolor. El dolor lo había marcado. La oscuridad había cambiado. La oscuridad lo había cambiado.
Un hermano perdido.
Raistlin miró hacia el futuro y vio el final. Vio el amor y el perdón de una hermana al hermano redimido. Un hermano encontrado.
Vio la caída del templo. Las piedras se resquebrajaban mientras la Reina Oscura aullaba su rabia y luchaba por mantener su poder sobre el mundo. Vio un dragón verde esperando sus órdenes para llevarlo a la Torre de Palanthas. Las puertas de la torre por fin se abrirían.
—Shirak —dijo Raistlin, y la luz del Bastón de Mago alumbró la oscuridad.