LA HISTORIA DE FISTANDANTILUS

(Fábula).

Hace mucho tiempo vivía un hechicero muy poderoso llamado Fistandantilus. Era tan poderoso que llegó a creer que estaba por encima de las normas y las leyes por las que se regían los demás. Eso incluía las leyes de su propia orden de magos, los Túnicas Negras. Fistandantilus abandonó la orden y se convirtió en un renegado y, como tal, corría el riesgo de encontrar la muerte a manos de sus antiguos compañeros.

Fistandantilus no temía a los otros hechiceros. Había acumulado tanta sabiduría y destreza en la magia que podía acabar con cualquiera que quisiera ajusticiarlo. Tal era el temor y el respeto que inspiraba en los demás hechiceros que muy pocos fueron los que intentaron darle caza.

Fistandantilus alardeó de su poder ante el Cónclave e incluso tomó aprendices a su cargo. Lo que nadie sabía era que se alimentaba de sus seguidores, absorbiendo su fuerza vital para que creciera la suya. Con ese fin, había creado una piedra preciosa mágica, un heliotropo. Apretaba la piedra contra el corazón de su víctima y le absorbía la vida.

A medida que el poder de Fistandantilus crecía, lo mismo hacía su arrogancia. Decidió adentrarse en el Abismo, derrocar a la Reina Oscura y ocupar su lugar. Para conseguirlo, elaboró el hechizo mágico más potente y complejo que jamás se hubiera creado. Su arrogancia fue su perdición. No se sabe con seguridad lo que sucedió. Hay quien dice que Takhisis lo descubrió y que la ira de la diosa hizo derrumbar su alcázar sobre el hechicero. Otros cuentan que el hechizo escapó de su control y la fortaleza saltó por los aires. Fuera cual fuese la causa, lo cierto es que el cuerpo mortal de Fistandantilus falleció.

Sin embargo, no le sucedió lo mismo a su alma.

Su espíritu se negó a partir de Krynn, y el malvado hechicero permaneció en un plano etéreo. Su existencia era delicada, pues Takhisis seguía intentando destruirle y no dejaba de acosarlo. Se mantenía con vida extrayendo la energía vital de sus víctimas, aunque esperaba poder encontrar un cuerpo vivo algún día, un cuerpo vivo que pudiera habitar para regresar por completo a la vida.

Fistandantilus había logrado conservar el heliotropo y, armado con él, aguardaba a sus víctimas. Buscaba jóvenes practicantes de la magia, en especial aquéllos con cierta inclinación hacia la oscuridad, pues eran los que tenían más posibilidades de sucumbir a la tentación.

El Cónclave de Hechiceros sabía que Fistandantilus andaba a la caza de presas, pero no podían detenerle. Siempre que un joven practicante de la magia se presentaba al temido examen de la Torre de la Alta Hechicería, el Cónclave sabía que cabía la posibilidad de que Fistandantilus se apoderara de él. Se pensaba que muchos de los que morían durante la Prueba se contaban entre sus víctimas.

Cinco años antes del estallido de la Guerra de la Lanza, un joven mago y su hermano gemelo fueron a la Torre de Wayreth para someterse al examen. El joven prometía mucho. Par-Salian, el jefe del Cónclave, ya preveía que tiempos de guerra y males acechaban Krynn y albergaba la esperanza de que aquel joven mago ayudara a derrotar a la oscuridad.

El mago era un joven arrogante y ambicioso. A pesar de que vestía la túnica roja, su corazón y su alma se inclinaban hacia la oscuridad y sus propias decisiones le condujeron a hacer una oferta a Fistandantilus. El malvado hechicero no pensaba respetar su parte del trato. Su verdadera intención era absorber la vida del joven.

Raistlin Majere no era como otros que lo habían precedido. A su manera, era tan diestro en la magia como Fistandantilus. Cuando el maligno mago quiso agarrar el corazón del joven y arrancárselo del cuerpo, Raistlin se aferró al corazón de Fistandantilus.

—Puedes tomar mi vida —dijo Raistlin a Fistandantilus—, pero a cambio estarás a mi servicio.

El joven salió con vida de la Prueba, pero su salud quedó maltrecha, pues Fistandantilus no dejaba de chuparle la vida para sobrevivir él mismo en el plano mágico. Sin embargo, a cambio, Fistandantilus tenía que mantener a Raistlin con vida y acudir en su ayuda, concediéndole unos conocimientos de magia muy avanzados para un hechicero tan joven.

Raistlin no recordaba nada de su examen, ni tampoco del trato que había hecho. Creía que la Prueba le había arruinado la salud y Par-Salian no se lo desmintió.

—Sabrá la verdad sólo cuando descubra la verdad sobre sí mismo, se enfrente a ella y admita la oscuridad que comprende.

Par-Salian pronunció esas palabras, pero ni siquiera él, con toda su sabiduría, podía predecir cómo se resolvería aquella oscura y extraña alianza.